Leo Zuckermann
Salinas llegó a la Presidencia cuando tenía 40 años de edad. A los 46, ya era ex presidente. Y, como todos sabemos, su gobierno terminó mal. Pocos días después de que dejó el poder, vino la monumental crisis económica de 1994. El mundo se le vino encima a Salinas. La nueva administración de Zedillo le echó la culpa de las penurias económicas argumentado que le habían heredado un fardo de deudas gubernamentales impagables. Luego vino el arresto del hermano de Salinas, Raúl, acusado de haber sido el autor intelectual del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu. Carlos se puso en huelga de hambre. Fueron días aciagos en la política nacional. Al final, el ex presidente tuvo que salir al destierro. Ahí comenzó un largo camino por su reivindicación en la historia, que no ha terminado, destilando un gran odio por su sucesor en Los Pinos.
Salinas dejó la Presidencia muy joven. A diferencia de Zedillo, no pudo reinventarse. Mientras que Ernesto goza de su vida académica en Yale, da conferencias en todo el mundo y se ha convertido en una personalidad global, Salinas sigue tratando de estar presente en el mundillo de la política mexicana. Se empeña en grillar para seguir vigente y tratar de limpiar su imagen maltrecha.
Publica libros donde pretende engancharse al debate de las ideas. Desde luego que está en su derecho. Bienvenido que lo haga con argumentos serios como se espera de una persona inteligente. El problema es que lo hace insultando a intelectuales y periodistas con gran presencia mediática. Con mucha maña, pretende provocarlos con afirmaciones temerarias, verdades a medias y hasta mentiras. Clava aguijones para que los aludidos griten y se quejen. Espero que no lo hagan. Los intelectuales y los periodistas no deberían caer en la provocación que les lanza Salinas. Guardar silencio es su mejor opción frente a un ex presidente que anda buscando un lugar en la mesa de debates, pero entrando por la puerta trasera: esa portezuela por la que ingresan los bullys a acosar.
Resulta patético que un ex presidente se comporte de esta manera. Máxime cuando su partido se encuentra en una posición tan favorable en las encuestas. ¿Realmente ayuda Salinas al PRI con esta actitud? No lo creo.
A los 39 años de edad, Buzz Aldrin fue el segundo hombre que pisó la Luna en la histórica misión del Apolo XI. Cuando regresó a la Tierra ya no supo qué hacer con su vida. ¿Qué le quedaba a un piloto, venido a astronauta, después de haber visitado la Luna? Buzz, un hombre inteligentísimo, doctor del MIT, comenzó a beber. Se deprimió. Tuvo que ser internado en una institución para recuperar su salud mental. Años después lo diría con toda claridad: “Me prepararon para llegar a la Luna, pero no para regresar a la Tierra”. Es lo que les pasa a muchos ex presidentes. Como políticos que son, toda su vida se preparan para ser presidentes, nunca para ser ex presidentes.
Y la dura realidad es que, seis años después de tener un gran poder, de hablar todos los días frente a multitudes, de mandar y de estar metafóricamente “en la Luna”, un 2 de diciembre tienen que volver a aterrizar en la vida cotidiana de los seres humanos comunes y corrientes. Muchos de ellos no saben qué hacer con su vida. No saben adaptarse. Algunos caen en la tentación de provocar, sobre todo cuando la política entra en esos periodos de actividad álgida que son los procesos electorales. Unos con declaraciones estridentes, como Vicente Fox, otros aguijoneando a personajes que tienen una reputación ganada, como Carlos Salinas. Es triste: lo que pasa es que les cuesta mucho trabajo aceptar que ya regresaron a la Tierra.
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