Carlos Ramírez
¡Una-dos-tres, Salinas otra vez!
Peña Nieto y PRI, intendentes
Justo cuando el PRI y Enrique Peña Nieto se posicionan de las tendencias electorales de 2012 en las encuestas, el expresidente Carlos Salinas de Gortari retoma el liderazgo político del partido tricolor para anunciar la restauración no del viejo modelo priista sino del salinismo como proyecto transexenal.
Salinas utilizó ayer varios medios para promocionar su último libro que no es sino una síntesis del mamotreto de casi mil páginas circulado a finales del año pasado sin pena ni gloria. Y como van las cosas, seguramente prepara ya una síntesis de la síntesis para seguir ocupando los espacios mediáticos.
Desde su torre de marfil de la impunidad, Salinas ha logrado ya definir el perfil del PRI que regresaría al poder con Peña Nieto en las elecciones presidenciales de 2012: el PRI que impuso sobre sí mismo el proyecto neoliberal de desarrollo. Claro que hoy Salinas inventa la dicotomía neoliberalismo-neopopulismo para afirmar que su PRIpuesta sería el camino intermedio.
Sin embargo, la historia económica del país aporta elementos duros para probar que Salinas impuso el neoliberalismo en México en el periodo 1979-1994, que no tuvo garantías para continuarlo con Luis Donaldo Colosio, que colocó a Ernesto Zedillo como el sucesor luego del crimen en Lomas Taurinas y que Zedillo le dio continuidad al neoliberalismo salinista pero sin Salinas.
El neoliberalismo se instaló en el proyecto de gobierno en 1979 con la designación de Miguel de la Madrid como secretario de Programación y Presupuesto. El Plan Global de Desarrollo 1980-1982 contuvo la esencia del modelo neoliberal: el agotamiento del papel del Estado como promotor del desarrollo y la entrega de esa función al mercado.
Salinas dio por terminado el concepto social del desarrollo y le dio legitimidad política al mercado como acumulación privada de la riqueza como el motor de la economía. Si eso no es neoliberalismo, entonces Salinas de Gortari es un monje incomprendido.
El modelo neoliberal de Salinas y el salinismo se conjuntó de una serie de decisiones que cambiaron el rumbo social y político del país:
La privatización de las empresas públicas, la venta de Teléfonos de México, las acereras, los hoteles y los bancos, la creación de una nueva oligarquía empresarial salinista a través de la venta de empresas propiedad de la nación, el fin histórico del concepto de Revolución Mexicana en los documentos básicos del PRI, la elevación a consigna histórica del "liberalismo social" como doctrina económica salinista, la firma del tratado comercial con Estados Unidos para subordinar a México a las necesidades de producción estadounidense y la entrega de México como mercado de productos excedentes de la economía de EU.
Asimismo, la opción de una integración subordinada a la producción estadounidense, la desindustrialización de sectores productivos completos por la apertura indiscriminada en lugar de una reconversión industrial nacional, la creación de una nueva oligarquía sindical funcional a los intereses de terminar con la política de desarrollo social del Estado, el fin de la ideología histórica mexicana, la privatización del ejido, el reconocimiento a los derechos políticos de la iglesia católica sin que ésta haya reconocido la Constitución laica y la toma de control del PRI para imponer candidatos tecnocráticos en senadurías y gobiernos estatales.
Más aún: Salinas hizo que México cumpliera puntualmente, como ningún otro país, con el decálogo del Consenso de Washington que impuso el capitalismo norteamericano para dar el salto cualitativo después del desmoronamiento del modelo socialista de la Unión Soviética:
Disciplina fiscal, reordenamiento de las prioridades del gasto público, reforma fiscal, liberalización de los tipos de interés, tipo de cambio competitivo, liberalización del comercio internacional, liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas, privatización de empresas públicas, desregulación productiva y respeto a derechos de propiedad. El modelo salinista se ajustó al Consenso de Washington.
Asimismo, Salinas aplicó a lo largo de su sexenio la esencia de la teoría económica del neoliberalismo: estabilización macroeconómica de la inflación a través del control de la demanda, a partir del criterio de Milton Friedman de que la inflación es en todo tiempo y en todo lugar un fenómeno monetario.
Así, Salinas controló los salarios para bajar los precios. También abrió las puertas a las importaciones como una forma de ofrecer productos importados a precios más bajos de los nacionales, aunque con ello quebrara líneas productivas completas.
Así, el neoliberalismo salinista redujo el papel social y económico del Estado, privatizó la economía, desactivó el papel del PRI como pivote de la economía social, privatizó el campo, desindustrializó la economía para incorporarla a la estadounidense pero sólo como consumo. Y todo ese cambio de enfoque económico provocó el ascenso de una clase política tecnocrática, funcional. Colosio iba a ser quitado de candidato porque no respondía a la continuidad salinista.
El regreso de Salinas al debate y a la política tiene que ver con el hecho de que él será el eje central de la propuesta política del PRI y de la candidatura de Peña Nieto a la Presidencia de la República. Se trataría, así, del doble regreso: de Salinas como el poder tras del trono presidencial y del salinismo como ejercicio del poder, la reelección presidencial tan ansiada en 1993.
Lo que queda por aclarar es si los libros y el proyecto salinista es de Salinas y lo encabeza Salinas o en realidad Salinas ya no existe y todo lo maneja un consejo anónimo del avatar conocido como "Oficina del Lic. Carlos Salinas de Gortari", a menos que sea parte de la cobardía política de no dar la cara. Y también podría tratarse de la forma de operar de Salinas y de cómo manejará los hilos presidenciales del PRI y del candidato priista: desde las tinieblas del poder oculto.
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