16 noviembre, 2011

¿Cuál fue el pecado de Herman Cain?

Por Nicolás Pérez

Las acusaciones de acoso sexual al candidato republicano Herman Cain desataron un vendaval de críticas dentro del clásico puritanismo protestante de este país.
Se ha dicho que el clímax de poder de los imperios coincide con una época de desbocamiento sexual.
Los hábitos sexuales se han ido transformando a través del tiempo. Los antiguos no entenderían nuestras inhibiciones, complejos de culpa y valoraciones morales. En el antiguo Egipto, Amenofis IV tenía 350 concubinas, aunque su favorita era Nefertiti. El noveno emperador azteca, Montezuma, tenía mil mujeres en sus alcobas

Los hábitos sexuales de la Roma imperial meten miedo por su voracidad. Tiberio tenía las paredes de sus alcobas pintadas con pornografía. Julio César, además de homosexual, se acostó con todas las mujeres de los senadores de Roma. Nerón hizo castrar a un chico, lo vistió de mujer y se casó con él. Las mujeres no se quedaban atrás: Julia, la hija de Augusto, y Mesalina eran asiduas visitantes a prostíbulos romanos, los masculinos y los femeninos.
El apogeo del poder de la Iglesia Católica fue en el siglo XVI, durante la época de los Borgia. Lucrecia, la hija del papa Alejandro VI, fue el símbolo sexual más impresionante de su tiempo. A los 19 años fue acusada de incesto con su hermano César e incluso se le involucraba con su propio padre, por lo que se decía que: “Lucrecia es la prostituta del Papa”.
¿Quién se ha olvidado de Enrique VIII de Inglaterra, sus seis mujeres y el patíbulo oyendo la conversación?
Volviendo a los actuales Estados Unidos, aquí el pecado estalla cuando estás aspirando a la presidencia. En 1987, la foto de una modelo sentada sobre los muslos de Gary Hart en un yate destruyó sus aspiraciones presidenciales. Y la bragueta le jugó una mala pasada a John Edwards, porque mientras su esposa luchaba contra el cáncer en un hospital, él se divertía con una empleada de su campaña.
Curiosamente otro gallo canta cuando estás sentado en la Oficina Oval, en ella eres intocable. De John F. Kennedy decía su esposa Jackie Bouvier: “Jack es bastante democrático y muy penetrante”. Durante su luna de miel la abandonó por su amante Gunilla von Post. Se enredó con Marilyn Monroe, su asistente Pamela Turnure, la proxeneta polaca Alicia Darr y decenas de call girls. En la historia reciente está el episodio de Bill Clinton y la becada Mónica Lewinsky. Sin embargo, ambas turbias correrías no los rozaron y hoy son dos de los ex presidentes más respetados y queridos por el pueblo norteamericano.
Entonces, ¿cuáles son los pecados de Herman Cain?
Supongo que su raza negra y la pobreza en que nació. Su padre Luther fue peluquero, chofer de Coca Cola y por las noches era bedel en una panadería. Él solito subió como la espuma; en nueve meses se convirtió en director general de Burger King en Philadelphia, en 1986 Pillsburg Company lo nombró presidente ejecutivo de Godfather’s Pizza y en 1994 fue elegido presidente de la Asociación Nacional de Restaurantes de Estados Unidos. Algo espectacular debe de tener Cain en su personalidad para ser hoy un aspirante republicano importante a la presidencia.
Hoy cuatro mujeres lo acusan de que hace muchos años las acosó sexualmente… ¿Por qué exactamente cuando es el puntero en encuestas le aparecen esqueletos en el closet a Cain? ¿Buscan ellas dinero o sus quince minutos de fama? ¿Acaso es la maquinaria republicana a la cual no pertenece Cain quien quiere ponerlo fuera del juego para afianzar a uno de los suyos? ¿O tal vez son los demócratas quienes desean eliminar a un peligroso obstáculo a la reelección de Barack Obama?
Aunque finalmente, porque la Biblia dice: “Dios nos ha dado no espíritu de cobardía sino poder y dominio propio” (2 Timoteo 1-7), y porque alguien añadió: “Un hombre es aquél que satisface y es satisfecho por su única mujer, y hoy más que nunca una conducta privada ejemplar será el sustento de una figura pública intachable”, por todo ello se debe rechazar y condenar cualquier tipo de acosamiento sexual, pero no condenar a priori a Herman Cain, porque en política, el diablo son las cosas.

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