Aquelarre Económico
Mucho antes de lo que mi ya de por sí sombría predicción de la semana pasada auguraba, la “solución final” a la crisis de la deuda europea se desmadejó por completo cuando el Primer Ministro de Grecia Georges Papandreu anunció un referéndum para que los griegos decidieran sobre el paquete de apoyo financiero.
Si bien en un principio me pareció una jugada audaz de Papandreu, que podría resultar en la consolidación de un más amplio apoyo político que le permitiera a su gobierno ganar la legitimidad necesaria para imponer al país las dolorosas medidas de austeridad indispensables para superar la crisis, tenía el grave inconveniente de dejar en el limbo a los mercados financieras mientras se organizaba la votación.
Es obvio que la pregunta que se formularía a los ciudadanos de Grecia no hubiera sido si estaban dispuestos a seguir apretándose el cinturón por tiempo indefinido hasta restaurar la competitividad internacional de Grecia. El referéndum sería sobre si el país debiera mantenerse dentro de la zona del euro, lo que de acuerdo a encuestas recientes cuenta con la entusiasta aprobación del 70% de la población.
Al conocer la noticia del referéndum, supuse que había sido parte de lo discutido en Bruselas entre los líderes de la Unión Europea cuando concibieron la “solución final,” pero para mi completa sorpresa el Primer Ministro griego no había informado a sus colegas de su intención de apelar a los votantes de su país.
El resto de esta tragicomedia es ya bien conocido: Papandreu fue ordenado por los líderes de Alemania y Francia, Ángela Merkel y Nicolás Sarkozy, a trasladarse a Cannes donde se celebraría la reunión del G-20, para ordenarle abortar la consulta popular con amenazas que no se hicieron públicas pero que son fáciles de adivinar.
Si bien Papadreu sobrevivió un voto de confianza en el Parlamento de su país, su gobierno es extremadamente vulnerable y no me queda la menor duda que caerá pronto para ser remplazado por una situación anárquica que tarde o temprano terminará en lo que se quería evitar: el desordenado default de su deuda.
Pero las malas noticias provenientes de Cannes no se limitaron a la reprimenda de Papandreu sino que se extendieron al previsible rechazo de los países emergentes que hoy cuentan con los mayores ahorros en sus arcas –particularmente China- de participar activamente en el rescate financiero europeo.
Otra pésima noticia emanada de la reunión del G-20 fue la declaración oficial que la Ronda de Doha de negociaciones comerciales iniciada hace más de una década, se daba por muerta, lo que si bien no es sorprendente, sí representa el primer y ominoso fracaso formal en los esfuerzos multilaterales por ampliar la apretura comercial global iniciada con la creación del GATT –Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles, hoy convertido en la Organización Mundial del Comercio- hace 63 años.
Peor aún, pareciera que el Primer Ministro de Italia, Silvio Berlusconi, esta decidido a que su país siga los pasos de Grecia camino al despeñadero económico al renegar de los compromisos que había hecho para enderezar su precaria situación financiera con reformas estructurales largamente pospuestas.
Italia no es Grecia, sin embargo, en cuanto al peso específico que tiene, pues se trata ni más ni menos que de la octava economía más grande del mundo, con una deuda que se aproxima a los 2,000 billones de euros y su bancarrota tendría gravísimas consecuencias sobre el resto del mundo.
Este apocalíptico escenario es el que confrontamos precisamente cuando México se hará cargo de coordinar el G-20 el próximo año, situación que obviamente presenta múltiples peligros pero también la oportunidad extraordinaria de hacer una aportación importante para resolver los problemas financieros globales.
Ello es posible dado que nuestro país cuenta con la experiencia y los expertos que confrontaron exitosamente el desastre de la deuda que culminó en el default de 1982 y las torpezas que llevaron al “error de diciembre” de 1994 y la crisis subsecuente.
Ello significa que el gobierno de Felipe Calderón puede preparar una agenda para la próxima reunión de ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales del G-20 de febrero próximo, sustentada en las experiencias acumuladas en renegociar con éxito la deuda externa pública y privada de nuestro país, y en adoptar las reformas macroeconómicas que hoy nos permiten tener una finanzas de solidez envidiable.
Urge avanzar lo más rápido posible en la solución de fondo de la crisis europea pues no está claro que la situación aguante hasta mediados del 2012, fecha agendada para la siguiente reunión de líderes del G-20 pues cuando los mercados financieros pierden la confianza, el desenlace siempre sobreviene con celeridad portentosa.
Profesor de economía y finanzas internacionales en American University, Washington D.C.
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