01 noviembre, 2011

La tormenta perfecta

Fabián Estapé

Dicen los meteorólogos que una tormenta perfecta es un ciclón "muy profundo, muy intenso y que se forma muy rápidamente". Un fenómeno que, aunque los expertos saben que se va a formar, no aparece en las imágenes de satélite hasta que ya está generada? La definición me suena a algo y seguro que a más de un lector también, pero permítanme que para ello siga empleando símiles atmosféricos.

Por un lado tenemos, encima de la Eurozona altas presiones (abatiéndose sobre algunos países más que sobre otros) y un gran foco tormentoso descargando relámpagos y truenos a Norteamérica, lo que contrasta con las bajas presiones sobre los BRICS. Por otro lado, sopla un viento huracanado que barre, sin precedentes, todo el mundo árabe y al que muy pocos han relacionado con las causas y efectos del resto del fenómeno "que se veía venir en 2007, pero nadie admitió hasta que estalló -y de qué manera- en 2008"... ¡Ver para creer!

Y es que detrás de la convulsión que ha sacudido Túnez, Egipto, Siria, Argelia, Arabia Saudí? a nuestro juicio subyace una concatenación de coyunturas y circunstancias que forman parte a la vez activa y pasiva de esta encrespada crisis financiera, hasta ahora sin fin ni remedio (como ha quedado claro en las cumbres de gobernantes habidas, nos da igual que sean del G-20, del G-7, de la Eurozona, y las que deberá haber para ver un poco de luz en el asunto) que vapulea más allá del orden económico y afecta directa e incisivamente a los planos político y social de todo el orbe, añadiendo gravedad a la situación que desde hace tres años se vive.

Ha sido una relectura de la Muqaddimah o Prolegómenos -el primero de los siete libros que componen la gran obra del tunecino Ibn Jaldun, escrita en el siglo XIV, titulada 'Libro de la evidencia, registro de los inicios y eventos de los días de los árabes, persas y bereberes y sus poderosos contemporáneos- lo que me ha llevado a calibrar este movimiento telúrico que va del Mediterráneo al Índico, removiendo todo el mundo islámico en el que, por desgracia, únicamente ha encontrado solar el remedio de las balas, transformando legítimas oleadas de protestas por motivos democráticos (frente a regímenes autoritarios y corruptos) y necesidades estructurales (condiciones de vida duras) en un festival de coros y danzas tras la caza del zorro que nos han hecho recordar otros magnicidios ocurridos en Europa, concretamente el de Mussolini, en el que el sadismo llegó a tal extremo que dejó de tener razón.

Podría decirse que Jaldun fue un humanista esclarecido y paradigmático, que estudió cuestiones político-económicas como trabajo y valor, demanda, costo, los precios y su independencia, la riqueza como producto social y no individual, la diferencia entre dinero y riqueza, las clases de ocupaciones, las fases del desarrollo económico, las relaciones de dependencia entre campo y ciudad, las artes y los oficios, la importancia del Estado dentro de la economía, el lujo, las necesidades naturales y normales, así como aspectos de finanzas publicas (las tarifas de los impuestos, la distribución de estos, los gastos sociales de los servicios estatales, el Gobierno como comprador de bienes y servicios y los efectos de los de los gastos del Estado sobre el ingreso y las entradas de impuestos, el análisis de los mercados y la defensa un sistema de libre competencia en contra del intervencionismo del poder dirigente en las actividades agrícolas, industriales y comerciales?); es decir, todo aquello que ahora tenemos revuelto en el mundo que calificamos de occidental. Pues bien, al hilo de esto, conversando con Ana, mi alevín de economista, me planteó el siguiente tormentoso dilema: ¿las revoluciones y protestas del mundo árabe han estallado propiciadas por la situación de crisis económica que ha hecho que el resto de países hayan cerrado los ojos y cruzado de brazos ante lo que ocurría a sus vecinos? ¿Si las economías árabes más fuertes de los principales productores de petróleo no estuvieran inmersas en un caos sociopolítico, habrían acudido al rescate de las economías occidentales salvándose, así, la situación?... Nosotros ya tenemos respuesta, pero dejamos la pelota en sus tejados para que, estimados lectores, reflexionen ustedes sobre la cuestión y, de paso, les quede tiempo para que lo mediten también en las alturas políticas; a ver si, por fin, atinan.

Fabián Estapé es economista.

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