El regreso a la presidencia del actual primer ministro ruso Vladimir Putin significa estabilidad –y estancamiento– para los rusos y un duro homólogo tanto para los líderes de Estados Unidos y de los países vecinos de Rusia.
La candidatura de Putin a la presidencia de Rusia significa que puede convertirse en el líder ruso con más años de servicio desde que José Stalin gobernase durante casi 30 años. Putin, que ha ocupado el poder desde el 2000, podría permanecer al frente por dos períodos más de seis años cada uno, es decir, hasta el año 2024. Por otra parte, si el actual presidente Dmitri Medvédev después asume el poder, el “tándem” (como se conoce a la pareja Putin-Medvédev) podría gobernar hasta el 2036.
Rusia se puede enfrentar a la disyuntiva de la estabilidad y el estancamiento. Medvédev, que en 2012 “rotará” para convertirse en el primer ministro de Putin, habla de una amplia modernización que incluye la elección directa del Consejo de la Federación y de la Cámara Alta del Parlamento y la construcción de la “economía del conocimiento” en Rusia. Sin embargo, durante su mandato presidencial, poco ha logrado.
Putin habla acerca de importar selectivamente tecnologías occidentales necesarias para fortalecer la industria energética y la defensa rusa. Se trata del modelo de modernización de “dar alcance” al estilo tradicional ruso y que estaba en vigor por lo menos desde la época de Pedro el Grande.
La modernización política será un desafío bajo la presidencia de Putin. Esto es lamentable pero no sorprendente. Durante más de tres siglos, la importación de instituciones occidentales a Rusia produjo una transformación que dejaron apenas reconocibles tales artilugios políticos. Bajo los zares, después de la revolución de 1905, los partidos políticos eran minúsculos e impotentes.
Los parlamentos (Dumas), casi nunca tuvieron una verdadera función legislativa. Se han convertido, en el mejor de los casos, en clubes de charla. En la era soviética, el Soviet Supremo se convirtió en un organismo de aprobación automática de legislación.
La evolución de la Duma poscomunista y de la presidencia es un triste testimonio del mismo proceso. Al igual que antes, el todopoderoso poder ejecutivo —ya sea el zar, el secretario general, el presidente o el primer ministro— generalmente gobierna por edicto o decreto.
De hecho, estas seudoinstituciones que suenan y parecen occidentales, tales como tribunales, partidos políticos y el parlamento bicameral convirtieron la “democracia administrada” en otra palabra para describir la autocracia – más estancada, estable y apenas capaz de engañar a propios y extraños. Después de todo, ¿no va a tener Rusia elecciones presidenciales ya la Duma? Sin embargo, el resultado de estas elecciones es bien conocido de antemano.
Como el difunto primer ministro ruso, Viktor Chernomirdin acertadamente ironizó: “Sea cual sea el partido que forjemos, el resultado es siempre el Partido Comunista de la Unión Soviética”. Las instituciones jurídicas y políticas rusas pueden tener estructuras y nombres similares como los de Occidente, pero su función y el contenido a menudo son la antítesis de las instituciones occidentales.
Rusia ha sido un enigma para los responsables políticos en Occidente durante siglos. Sin embargo, la administración Obama reivindicó gran progreso en su política de “reseteo” con Rusia mediante el establecimiento de relaciones amistosas entre el presidente Obama y su homólogo ruso. Como la Fundación Heritage continuamente ha advertido, estas políticas serán duramente cuestionadas cuando Putin regrese al poder.
La administración reivindica muchos logros, incluida la ayuda de Rusia en la construcción de la Red de Distribución del Norte (NDN) para abastecer a las tropas de la OTAN en Afganistán, la cooperación en lo de las sanciones a Irán en la ONU y el control de armas. Sin embargo, en otros temas clave, como la OTAN y la defensa antimisiles, las diferencias son profundas.
Por otra parte, la administración Obama ha atenuado considerablemente su apoyo a los países vecinos de Rusia, que buscan orientación occidental y alianzas, al reconocer de facto la “esfera de intereses privilegiados” de Rusia allí.
Con Putin de regreso (y Medvédev relegado a primer ministro, un cargo básicamente de gestión económica), Obama y su posible sucesor, al igual que otros líderes mundiales, tendrán que vérselas con Putin. En el G-8, el líder ruso se convertirá en el mandatario más antiguo, armado con el segundo mayor arsenal nuclear del mundo y con los enormes recursos económicos de Rusia –que incluyen un colchón en efectivo de $400,000 millones, reservas de petróleo y gas y una cornucopia de materias primas– a su entera disposición.
Para Estados Unidos y Occidente, así como para los países vecinos de Rusia, el prolongado futuro de Putin en el poder va a ser un reto duro y muy accidentado.
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