17 noviembre, 2011

Los diputados borrachos

Manuel Ajenjo
Que yo recuerde, jamás una transmisión de televisión había logrado mantener mi atención puesta en ella durante tantas horas como la que observé el pasado lunes en el Canal del Congreso. La señal se originó en la Cámara de Diputados, donde se aprobó -en lo general- la reforma política con modificaciones constitucionales. Las bancadas del PAN, PRD y PT, reservaron 45 artículos para su discusión en lo particular. Entre éstos, el que introduce la reelección consecutiva de legisladores y presidentes municipales. El PRI propuso que la susodicha reelección quede sujeta a la consulta popular. En contradicción con lo anterior el Revolucionario Institucional está en contra del plebiscito y el referéndum.
Fueron varios los sucesos inusitados que hicieron de la sesión ordinaria algo extraordinario. Primero, la increíble asistencia de 435 de los 500 diputados, que así votaron por la aprobación del proyecto: 418 en favor, 15 en contra y dos abstenciones.


Segundo acto insólito: la irrupción en el salón de sesiones de la señora Martha Angélica Ojeda -secretaria del legislador Fernández Noroña- quien, en compañía de sus hijas, se presentó para protestar contra el denuesto que el diputado panista Leoncio Morán Sánchez profirió contra ella. Morán, en el mismo lugar de la protesta, hace no más de dos semanas, para vilipendiar al jefe de la licenciada Ojeda, se atrevió a decir que el Diputado petista ofrecía a su secretaria “envuelta en moño a cuanto Diputado se le pone enfrente”. (Probablemente, el moño que traía la señora Martha Angélica era el de color rosa que se usa en octubre para apoyar la lucha contra el cáncer de mama y Morán Sánchez pensó “otra cosa” -como dijo el clásico-). Al blanquiazul no le quedó otro remedio que ofrecer una disculpa pública que fue aceptada por la señora Ojeda.
Del tercer hecho excepcional me percaté al regresar del baño. Tuve que hacer un viaje técnico al inodoro porque no hay vejiga que resista una sesión tan prolongada como de la que estoy reseñando algunos detalles. De vuelta al televisor miré que el presidente de la Junta Directiva, Emilio Chuayffet, no estaba en su lugar. Ha de haber ido al baño -pensé yo que, con la reciente, llevaba dos micciones-. Antes se ha aguantado -seguí cavilando-, después de los 60 -y don Emilio los acaba de cumplir-, las ganas de orinar son más frecuentes que las de copular a los 30.
Pero no fue por una líquida necesidad por lo que el Diputado Presidente abandonó la tribuna, tampoco por un apuro fisiológico mayor. Resulta, lo cotejé en la versión estenográfica, que a juicio de los legisladores del PAN, PRD y PT, Chuayffet cometió un acto de parcialidad al no permitirles usar la tribuna y ordenarles hablar desde la curul. Esto fue considerado un acto de autoritarismo, por lo que los panistas, secundados por perredistas y petistas abandonaron momentáneamente el salón. El exgobernador mexiquense manifestó estar de acuerdo con que los oradores lo hicieran desde la tribuna: “Pero pasaré a mi curul como Diputado”.
El abandono de la conducción de la sesión por parte de don Emilio fue interpretado por Porfirio Muñoz Ledo como una autorrevocación de mandato. En su carácter de simple diputado, Chuayffet subió a la tribuna para aclarar que al hecho que el Presidente deje su lugar en la tribuna para ocupar su curul se llama “referencia implícita”. Sin contestar preguntas, el orador regresó al presidium. La sesión continuó. (Una observación: La diputada secretaria Guadalupe Pérez Domínguez, tal vez por nervios, en la sesión que yo miré, demostró que al parecer le dio clases de lectura La maestra Elba Esther. Qué mal leyó).
Revocación de mandato
La manzana de la discordia que provocó la maratónica sesión fue la recriminación que los legisladores del PAN-PRD y PT le hicieron al PRI por su negativa a permitir que los ciudadanos podamos revocar el mandato a los servidores públicos, desde legisladores hasta el Presidente de la República. (En mi carácter de comentarista ciudadano, estoy en pro de la revocación: si los contratamos a través de nuestro voto, ¿por qué no despedirlos cuando no funcionan o cuando se les comprueben actos de corrupción?).
Pero los priístas se aferraron a la negativa de permitirnos a la sociedad la revocación, con el argumento de que no era legal la discusión porque el tema no estaba en la minuta del Senado y no había iniciativa que lo sustentara. El bando que estaba por el sí -alianza temática, la llamó Muñoz Ledo- arguyeron que la de diputados es Cámara revisora y está facultada para agregar el tema a la iniciativa.
Así pasaron muchas, muchas horas. Y yo, pegado a la tele percatándome de que sí hay diputados -de los cuatro partidos citados- que trabajan, argumentan e ilustran. Asimismo -aunque las cámaras no los captaron, sí se escucharon- hubo una fracción de priístas que en la sesión que presencié estuvieron en calidad de reventadores.
Como si fueran la Rebel de Pumas o la Monumental del América. Sólo faltó que cuando los legisladores de los otros partidos fueran a hacer uso de la palabra les gritaran: puuuutooo, como a los porteros cuando despejan. ¿Para eso están estos diputados? ¿Para boicotear el debate lúcido? ¿Para obstaculizar con diatribas los razonamientos? Esos son los diputados que han desprestigiado este cargo de elección popular.
Mientras veía la emisión de la reunión parlamentaria, recordé la frase que se le atribuye a Otto von Bismarck (1815-1898): “Con las leyes pasa como con las salchichas: es mejor no ver cómo las hacen”. La sesión fue tortuosa. Duró más que un desfile de cojos. Algunos legisladores piden la palabra sólo para hacerse notar. Otros diputados aprovechan su turno para agredir e infamar a los rivales. No falta quien, para cuestiones pueriles. Todos se quejan de la brevedad del tiempo que se les concede para hablar y en la queja desperdician 30 segundos.
La diputada Enoé Uranga del PRD denunció que algunos diputados ingerían alcohol atrás de donde ella se encontraba. El panista Óscar Castillo, hizo ver el desacato que supone el que los legisladores voten alcoholizados.
Atribuyó la ingesta de alcohol a los diputados del Estado de México, los de Peña Nieto -esto no aparece en la versión estenográfica, pero lo oí-. Al respecto, uno de los señalados por Castillo, Jorge Hernández, al terminar el debate declaró a los reporteros. “Aquí estoy. Y no estoy borracho. Y no porque me apure lo que piensen los diputados o ustedes, sino mi mujer”.
Los dipubeodos
Así como Vicente Fox propuso perdonar a los narcotraficantes como Jesucristo perdonó a los ladrones Dimas y Gestas -Bribiesca Sahagún-. Así, en el mismo campo del absurdo, este textoservidor hace una moción para que sea obligatorio el consumo de bebidas embriagantes durante las sesiones de la Cámara de Diputados. Me permito aquí hacer una referencia imaginaria de cómo sería una Asamblea Legislativa de esta naturaleza:
Presidente: Da inicio la sesión. Hoy entra el vigor el nuevo reglamento que, en su artículo 103, fracción VSOP, nos permite chupar tranquilos. Tiene la palabra el diputado Tranca. ¿Desde la curul? Tranca: No, Presidente, desde la barra. Sólo para hacer notar que con el nuevo reglamento la ciudadanía, que antes se quejaba de que legislábamos a medias, ahora nos va a ver legislar a medios chiles. Presidente: Tiene la palabra el diputado Picocha. ¿Para rectificación de hechos? Picocha: No, para proponer un brindis. Que esto quelotro, salud. Presidente: Tiene la palabra -hasta por cinco tragos o tres minutos, lo que ocurra primero-, el compañero Pedal. Pedal: Presidente, para señalar la injusticia que se comete con mi bancada: mientras los miembros de su partido toman coñac a nosotros sólo nos dan Bacardí. Presidente: Tomo nota -y coñac-. Tiene la palabra la diputada Papalina. Papalina: Sólo para señalar que el Oficial Mayor, encargado del bar, pone la calidad y yo la cavidad. Presidente: se le concede la palabra al diputado Pítima, por alusiones personales. Pítima: Gracias. Se ha dicho aquí que el Don Pedro está mejor que el Presidente, pero lo que pasa es que ya estamos pedos todos. Menos mi compadre, Melopea, y yo también.

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