No hubo sorpresas de última hora, ayer el ex militar conservador Otto Pérez Molina se impuso en la segunda vueltas de las elecciones presidenciales en Guatemala y el ex guerrillero sandinista Daniel Ortega lo hizo en la primera vuelta de Nicaragua
Si la hubiese, la sorpresa sería más factible en los comicios guatemaltecos donde el general le llevaba 10 puntos de ventaja a su contrincante el empresario derechista Manuel Baldizón,
No es el caso de las votaciones nicaragüenses, donde el candidato-presidente que buscaba la reelección le sacaba 18 puntos al opositor más cercano, el empresario Fabio Gadea. Si aquí la oposición fuese unida, las posibilidades del caudillo revolucionario de volver a ganar serían bajas.
En esos dos países centroamericanos continuará manifestándose el populismo de siempre –término aquí asociado a demagogia y asistencialismo- sea bajo una expresión de derecha o de izquierda; aunque, cabe precisar, en ambos casos, más en Guatemala que en Nicaragua, respetando la economía de mercado.
Cierto, durante la ostentosa carrera electoral guatemalteca Pérez Molina se presentó con éxito como contraparte del populista Baldizón. Pero el primero no dejó de mostrar su cara demagógica haciendo ofertas de difícil cumplimiento en un país al borde de la bancarrota.
Ni hablar del populismo de Daniel Ortega facilitado por el auge económico que vive su país y por la enorme asistencia financiera que le ha brindado su colega revolucionario del ALBA, Hugo Chávez. Casi en $ 2000 calculan los analistas que asciende la cooperación venezolana desde que el nicaragüense asumió la presidencia en 2007.
Tras su reelección , sin dudas el mandatario continuará con el clientelismo y el asistencialismo que ha seguido hasta ahora aunque, a diferencia de Venezuela y otros del ALBA, acatando unas necesarias políticas económicas neoliberales que cuentan con el aval del Fondo Monetario Internacional.
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