17 noviembre, 2011

Roman, Boris y los secretos de los magnates rusos

El multimillonario ruso Roman Abramovich se hizo conocido al revelar muy poco de la forma en que adquirió su riqueza y poder. En un juzgado londinense, su silencio está siendo desmantelado.
Abramovich está en medio de una agria disputa legal con otro magnate ruso, el exiliado Boris Berezovsky donde hay mucho en juego. Han salido a la luz revelaciones sobre petróleo, metales, y versiones muy contradictorias en cuanto a la relación comercial que ambos tuvieron en su momento.
ABRAMZuma Press
Boris Berezovsky
Los cerca de US$2.500 millones pagados a Berezovsky a lo largo de los años, provenientes de la cuenta de Abramovich, no correspondían a su participación en las empresas petróleo o aluminio, como afirma su rival, sino un pago a cambio de la "protección política" que brindaba Berezovsky, un servicio que en Rusia se conoce como "krysha", la palabra para "techo".


Observadores legales indican que Berezovsky tendrá dificultades para probar acuerdos sobre acciones que nunca se pusieron por escrito sino que —si existieron— fueron sellados sólo de palabra y de acuerdo al código de honor oligarca.
Sin embargo, agregan algunos, ver que su enemigo atraviesa un embarazoso interrogatorio sobre su pasado sombrío es en sí mismo una especie de victoria para el oligarca exiliado.
Ni Abramovich ni Berezovsky quisieron hacer comentarios para este artículo, como tampoco un vocero de Putin.
Al declarar como testigo la semana pasada, el reticente Abramovich fue inmediatamente acribillado a preguntas por el abogado de Berezovsky, sobre si había robado un tren lleno de combustible diésel en 1992 y si había falsificado documentos y comerciado armas, todos cargos que el acusado negó. Admitió, no obstante, que había contratado personal discapacitado para sus empresas con el fin de aprovechar exenciones impositivas.
Abramovich, quien nació en 1966, perdió a sus padres cuando era niño y fue criado por familiares en Siberia. No terminó la universidad y consiguió trabajo como soldador. Cuando la disolución de la Unión Soviética empezó a permitir la empresa privada, creó un negocio de juguetes de plástico.
A comienzos de los 90, cuando colapsaba el estado soviético, ya se había convertido en un exitoso comerciante de petróleo, dirigiendo firmas que compraban crudo y productos refinados a precios por debajo de los del mercado que luego vendía en el extranjero a precios mucho más altos.
Abramovich conseguía la mayoría de su petróleo del productor de Siberia Noyabrskneftegaz y de una refinería en la ciudad cercana de Omsk. Pronto, el ahora comerciante se dio cuenta de que el negocio sería muchos más rentable si las dos empresas estatales se fusionaban. Para lograrlo, y para obtener el control de la empresa combinada, necesitaba a alguien de peso para influenciar a quienes tomaban las decisiones en el gobierno. Esa persona era Berezovsky. Un matemático de la era soviética que era dueño de un concesionario de autos, era 20 años mayor que Abramovich, y amigo de la familia del entonces presidente Boris Yeltsin. El plan arrojó Sibneft, la empresa resultante de la unión. A cambio, Berezovsky daría al presidente ruso cubrimiento favorable en su canal de televisión ORT durante la campaña de reelección de 1996.
El abogado de Abramovich ha descrito el acuerdo como "corrupto", añadiendo que "así era como se hacían negocios en Rusia en esa entonces".
Abramovich estimó que canalizar el petróleo de la nueva empresa a través de su firma comercial elevaría sus ganancias anuales en US$60 millones. Berezovsky dijo que necesitaría unos US$30 millones al año para su canal de televisión y gastos personales, según una fuente que tuvo acceso a su testimonio.
En este punto las historias empiezan a diferir. Berezovsky insiste —y Abramovich niega— que el par acordó comprar en conjunto Sibneft, que estaba a punto de ser privatizada, y repartirse las ganancias en partes iguales. Según Abramovich, Berezovsky empezó a exigir dinero incluso antes de que se concretara la formación de Sibneft.
Cuando Sibneft fue privatizada, Abramovich ganó el control de la empresa en una subasta que su propio abogado reconoce no tenía otros postores serios.
La firma comercial de Abramovich prosperó pronto vendiendo el petróleo de Sibneft, pero enfrentaba crecientes exigencias de efectivo de su antiguo socio. Abramovich dice que su firma inicialmente pagó la deuda del canal de televisión de Berezovsky, pero que pronto se vio obligada a pagar los gastos personales de su ex socio, como yates, aviones, pinturas, las cuentas de tarjeta de crédito de su novia y hasta un chateau en Cap d'Antibes, Francia.
A comienzos de 2000, el par gastó US$50 millones en la campaña de Vladimir Putin, pero en cuestión de meses, Berezovsky perdió fe en el nuevo líder a quien acusaba de tratar de devolver a Rusia a su pasado autoritario y a quien criticaba en su canal de TV. Pronto, el Kremlin empezó a ejercer presión sobre Berezovsky, quien en octubre de 2000 abandonó Rusia para no volver.
En su exilio, Abramovich se convirtió en una especie de mediador entre el gobierno ruso y Berezovsky. La presión sobre el segundo persistió, y pronto enfrentó la opción de vender su participación en el canal de televisión a Abramovich. Con la participación de Badri Patarkatsishvili, un socio en ORT TV, los dos hombres acordaron en 2001 un pago final a Berezovsky de US$1.300 millones para poner fin a su relación comercial. Pero Berezovsky dice que el pago corresponde a su participación en Sibneft y que equivalía a apenas un cuarto del valor real de sus acciones. En 2005 Abramovich vendió Sibneft al gigante estatal de gas OAO Gazprom por unos US$13.000 millones.
Desde entonces, la suerte de los rivales se ha alejado aún más. El diario Sunday Times estimó recientemente que la fortuna de Berezovsky ascendía a unos US$750 millones, aunque muchos creen que es menos, mientras que calculó la fortuna de Abramovich en US$16.500 millones. El segundo se ha vuelto famoso por su estilo de vida extravagante: además del club de fútbol Chelsea, es dueño del yate más grande del mundo, el Eclipse, un resort de esquí en Colorado y castillos en Francia.
Berezovsky sostiene que su ex socio prosperó porque se convirtió en una herramienta del Kremlin, y Abramovich dice que su antiguo amigo no logró adaptarse al cambio de los tiempos

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