Alfredo Crespo
Las encuestas son adversas para el candidato socialista, hasta tal punto que los resultados del 20 de noviembre pueden ser peores que lo obtenidos por Joaquín Almunia frente a José María Aznar en las elecciones del año 2000. Por lo tanto, no debe sorprendernos que su estrategia consistiese en tirar del binomio González-Guerra, imagen inusual desde 1996. Quizás éste sea el principal logro de Pérez Rubalcaba: la unión ficticia de los principales adalides del manido lema "que viene la derechona" y de un socialismo que aún cree en la lucha de clases (más en el caso de Alfonso Guerra, naturalmente).
A pesar de que forma parte de la primera plana socialista desde hace más de 20 años, poco es lo que se conoce acerca de las ideas políticas y económicas Rubalcaba. Durante estos meses se ha dedicado más al populismo fácil (guiños al 15 m, amenazas de impuestos a los grandes fortunas, defensa a ultranza de la lengua catalana, lloros en público por el "final" de ETA...) que a proponer recetas tangibles para salir de la crisis, en la cual, no lo olvidemos, nos ha metido un gobierno del que ha sido protagonista destacado.
En Sevilla, Felipe González y Alfonso Guerra estuvieron en su papel. A estas alturas de la película ya no engañan a nadie. El ex Presidente atribuyó la "victoria" sobre ETA a Rubalcaba, y seguidamente, cargó contra Aznar pero no dedicó ni una sola sílaba a recordar el legado de corrupción y paro que él dejó al gobierno del Partido Popular en 1996.
Felipe González fue especialmente torticero cuando se refirió a ETA. Alabó a Rubalcaba en la lucha contra la banda terrorista...pero hubiera sido bueno que recordara a otros notables del partido socialista, como "su" cúpula de interior que acabó en la cárcel. Frente a ello optó el cinismo, afirmando que al PP le hubiera gustado que ETA retrasara "su final", envuelto de lirismo cuando espetó que "sé que es políticamente incorrecto pero amarga la verdad". Tampoco hubo, evidentemente, referencias al caso Faisán, aunque ya sabemos que en materia de lucha contra el terrorismo, el socialismo español es más partidario de tomar atajos que de apostar por el Estado de Derecho.
En cuanto a Alfonso Guerra, viejas dosis de izquierdismo rancio y de palabrería fácil con la que llegar al público, conseguir su exaltación... pero poco más. Identificar el triunfo de Mariano Rajoy con un desmantelamiento de la sanidad y de la educación es una mercancía que ya sólo compran estómagos agradecidos.
El estilo de Guerra queda definido en una frase suya: "si se pudo derribar el muro de la vergüenza de Berlín, ¿cómo no se va a poder derribar el muro de la infamia de los mercados?". Una vez más, opta por escribir la historia a su manera ya que, por un lado, el muro de Berlín no cayó precisamente gracias al trabajo del socialismo, sino más bien de líderes que la izquierda desprecia como Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Por otra parte, ilustró la capacidad para mirar hacia otro lado que tiene la izquierda cuando se habla de la URSS o más recientemente, de la dictadura comunista cubana.
Y, evidentemente, no podían faltar los insultos a Rajoy (vago, perezoso). Es el recurso al estereotipo que tanto gusta a la izquierda progre, la cual tiende a hacer gala de una superioridad moral más virtual que real y con la que esconde una carencia de ideas y de argumentos.
En definitiva, Rubalcaba recurrió a la vieja guardia consciente de que, cuando menos mediáticamente, aquélla es capaz de llenar escenarios, aunque la mayor parte del público sean nostálgicos que tampoco tienen mucho interés en que se les identifique con el Zapaterismo y su legado económico (5 millones de parados), moral (negociación con ETA) y político (aumento del binomio división-crispación entre los españoles).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario