07 noviembre, 2011

¿Somos más gandayas que los griegos? Por supuesto; son unos novatos frente a nosotros

Nos hacemos y haremos las víctimas a sabiendas que los problemas y sus causas son de nuestra responsabilidad.

Ángel Verdugo

La situación que Grecia enfrenta desde hace un buen tiempo y la tiene enfrentada al resto de la zona euro, dice mucho de sus habitantes más allá de la sostenibilidad de sus debilísimas finanzas públicas y una economía impedida para tener la viabilidad mínima que exige la pertenencia a aquélla.

El último gesto irresponsable de un gobierno encabezado por un Primer Ministro que sabe que nada tienen por perder y sí mucho por ganar, es la decisión de acudir a los ciudadanos para que decidan —mediante un referéndum— si se acepta el “Paquete de Ayuda” recién aprobado por quienes ven con azoro y temor la debacle de un sueño: La moneda común: El euro.

Los griegos —gobierno y gobernados— vivieron, durante muchos años, una borrachera que llegó a su fin; no sólo porque se agotaron los recursos para seguirles manteniendo el vicio sino porque las condiciones resultantes de la crisis más reciente, imposibilitan seguir sosteniendo la ficción que compraron los que decidieron admitir a Grecia a ese club selecto que es “La zona euro”.

Su inviabilidad, señalada por algunos en su momento, fue hecha a un lado; la falsificación de cifras acerca de la situación real de las finanzas públicas y la economía griega para dar una imagen falsa de lo que eran ambas en ese momento, no generó en el gobierno de ese entonces preocupación alguna. ¿Por qué había de generarla en un país de evasores fiscales y mentirosos contumaces, que han vivido siempre así?

Sin embargo, la realidad —esa señora terca que cual cuchillito de palo chinga y chinga para que se atiendan sus mensajes— los alcanzó, y la música debió parar. Hoy, después de varios intentos por revivir un cadáver, el Primer Ministro y los integrantes de su Gabinete —que saben que no tienen otra salida más que apoyar el as bajo la manga que se sacó aquél—, dicen sí al referéndum pues lo ven como la jugada maestra para que los asustados les perdonen la vida y les sigan regalando miles de millones de euros en aras de intentar salvar lo que se ha convertido, más que en sólida divisa en simple fetiche propio de soñadores que pensaron, en un momento de soberbia, desbancar al dólar como la divisa por excelencia en el mundo.

La propuesta del referéndum —cual clásica “blofeada” de jugador de póker—, es la última oportunidad de un gobierno que sabe que si no complace a los millones de griegos que quieren que siga la fiesta pues la cruda será de pronóstico reservado, va a caer. ¿Qué les queda? Simplemente caer en la peor muestra de demagogia —parecer demócratas— para chantajear a los que sólo les preocupa el desmoronamiento de una unión monetaria cuya viabilidad cada día se reduce aún más.

¿Lo que hoy hacen los griegos, es un caso único en el mundo? Ni por accidente; ni en eso son originales. En América Latina hay varios casos de chantaje mediante el cual, gobiernos y países, han vivido asustando con “el petate del muerto” a Estados Unidos. Uno de ellos, más efectivo que el de los griegos, es el nuestro.

Nos hacemos y haremos las víctimas a sabiendas que los problemas y sus causas, son sólo de nuestra responsabilidad; esto, para seguir como hasta hoy: echándole a otro —Estados Unidos— toda la culpa de nuestras limitaciones, fallas, corrupción e incapacidad para construir un gobierno honrado, eficaz y transparente.

Los griegos, dada nuestra experiencia y el colmillo retorcido, son simples aprendices; nosotros, chantajistas experimentados.

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