Por Murray N. Rothbard.
La primera escuela de pensamiento económico consciente de serlo se desarrolló en Francia poco después de la publicación del Ensayo de Cantillon. Se llamaban a sí mismos “los economistas”, pero luego se les llamaron los “fisiócratas” por su principal principio político-económico: la fisiocracia (el gobierno de la naturaleza).
Los fisiócratas tenían un verdadero líder (el creador del paradigma fisiocrático), un propagandista principal y varios discípulos bien colocados y editores de periódicos. Los fisiócratas se promocionaban entre sí, revisaban entre sí sus prolíficas obras en términos elogiosos, se reunían frecuente y periódicamente en salones para redactar trabajos y discutir los ensayos de los demás y generalmente se comportaban como un movimiento consciente. Tenían un cuadro de fisiócratas radicales y una penumbra de influyentes compañeros de viaje y simpatizantes. Por desgracia, los fisiócratas pronto adquirieron las dimensiones de un culto además de una escuela, acumulando elogios y alabanzas sin crítica sobre su líder, que así se convirtió en un gurú así como en el creador de un importante paradigma en el pensamiento económico.
El fundador, líder y gurú de la fisiocracia fue el Dr. François Quesnay (1694-1774), un espíritu incansables, carismático e intelectualmente curioso que era típico de los intelectuales de la Ilustración del siglo XVIII. Entusiasta de las ciencias físicas, como estaban tantos intelectuales a la sombre del gran Isaac Newton, Quesnay, hijo de un granjero acomodado, leyó mucho acerca de la profesión que eligió, que fue la medicina. Tras obtener fama como cirujano y médico, Quesnay escribió obras médicas y también se convirtió en agronomía, escribiendo acerca de su tecnología. En 1749, con 55 años, se convirtió en médico personal de la amante del rey Luis XV, Madame de Pompadour, y unos pocos años después se convirtió en médico personal del propio rey.
Fue a finales de la década de 1750, con más de 60 años, cuando el Dr. Quesnay se interesó por los asuntos económicos. La fundación del movimiento fisiócrata puede datarse precisamente en el momento de julio de 1757 en que el gurú conoció a su principal discípulo y propagandista. Pues fue entonces cuando el Dr. Quesnay conoció al incansable, frívolo, entusiasta y algo chalado Victor Riqueti, Marqués de Mirabeau (1715-1789). Mirabeau, un aristócrata descontento con mucho tiempo libre en sus manos, acababa de publicar las primeras partes de una obra en varios tomos, un superventas titulado grandilocuentemente L'Ami des hommes (El amigo de los hombres).
La obra había encantado a muchos franceses por su misma exuberancia y falta de sistema, así como su curioso uso del arcaico estilo del siglo XVII. Mientras escribía L'Ami des hommes, Mirabeau era casi un discípulo del anciano Cantillon, glosando y publicando el Ensayo, pero el contacto con Quesnay le convirtió pronto en el portavoz y propagandista del doctor. Las divagaciones de un médico excéntrico aparentemente inocuo se habían convertido así en una escuela de pensamiento, una fuerza a considerar.
La alta posición de los dos fisiócratas fundadores servía bien a su causa. El importante puesto de Quesnay en la corte, así como la fama y posición aristocrática de Mirabeau dieron al movimiento poder e influencia. Aún así, la economía política era peligrosa en aquellos tiempos de absolutismo y censura y Quesnay publicó prudentemente su obra bajo pseudónimos o a través de discípulos. De hecho Mirabeau fue encarcelado varias semanas en 1760 por su libro Théorie de l'impôt (Teoría de los impuestos), en concreto por su virulento ataque a los impuestos opresivos y al sistema financiero del “derecho a cobrar impuestos”, en el que el rey vendía los derechos impositivos a empresas. Sin embargo fue liberado gracias a los buenos oficios de Madame de Pompadour.
Los fisiócratas llevaban sus operaciones a través de varias revistas y en salones periódicos, algunos realizados en la casa del Dr. Quesnay, siendo el más importante el seminario de las tardes del martes en la casa del Marqués de Mirabeau. La principales figura fisiócratas fueron Pierre François Mercier de la Rivière (1720-1793), cuyo L'Ordre natural et essentiel des sociétés politiques (El orden natural y esencial de las sociedades políticas) (1767) fue la principal obra de la escuela sobre filosofía política, el abad Nicolas Baudeau (1730-1792) editor y periodista de los fisiócratas, Guillaume François Le Trosne (1728-1780), jurista y economista y el miemrbo más joven del grupo, el secretario, editor y funcionario Pierre Samuel Du Pont de Nemours (1739-1817), que posteriormente emigraría a Estados Unidos para fundar la famosa familia de fabricantes de pólvora.
En modo alguno el aspecto de culto del grupo fisiocrático se mostraba más claro que en los adjetivos utilizados para su maestro. Sus seguidores afirmaban que Quesnay se parecía a Sócrates y se referían a él habitualmente como el “Confucio de Europa”. De hecho, a pesar de que Adam Smith y otros hablaran de su gran “modestia”, el Dr. Quesnay se identificaba con la supuesta sabiduría y gloria del sabio chino. Mirebau llegó a proclamar que la tres grandes invenciones de la historia de la humanidad eran la escritura, el dinero y el famoso diagrama de Quesnay, la Tableau économique.
La secta duró menos de dos décadas, cayendo rápidamente después de mediados de la década de 1770. Varios factores precipitaron su caída. Uno fue la muerte de Quesnay en 1774 y el hecho de que en sus últimos años el médico había perdido mucho interés por su culto y se había dedicado a trabajar en matemáticas, donde afirmaba haber resuelto el antiguo problema de la cuadratura del círculo.
Además, la caída en desgracia como ministro de finanzas de su compañero de viaje, A.R.J. Turgot, dos años después, y el infortunio que cayó sobre Mirabeau por una campaña de descrédito público por su mujer e hijos casi al mismo tiempo, hizo que la fisiocracia perdiera su influencia. Y la llegada de La riqueza de las naciones de Smith en el mismo año pronto llevó al desafortunado hábito de ignorar el pensamiento anterior a Smith, como si la nueva ciencia de la “economía política” se hubiera creado únicamente y de la nada por Adam Smith.
Laissez faire y libre comercio
Los fisiócratas se fijaban principalmente en dos áreas: la economía política y el análisis económico técnico y la diferencia en la calidad de sus respectivas contribuciones es tan grande que causa estupefacción. Pues en economía política en general fueron normalmente perspicaces y realizaron importantes contribuciones, mientras que en economía técnica introdujeron falacias notables y a menudo extravagantes que iban a afectar a la economía durante largo tiempo.
En economía política, los fisiócratas estuvieron entre los primero0s pensadores del laissez faire, abandonando con desdén todo el bagaje mercantilista. Pedían una completa libre empresa interna y externa y un libre mercado, sin subvenciones, privilegios de monopolio o restricciones. Al eliminar esas restricciones y exacciones, florecerían el comercio, la agricultura y toda la economía.
En comercio internacional, aunque a los fisiócratas les faltaba el mecanismo de flujo del metálico al precio del brillante y complejo Cantillon, fueron más audaces al arrojar el guante a todas las falacias y restricciones mercantilistas. Es absurdo y contradictorio, apuntaban, que una nación intente vender mucho a países extranjeros y comprar muy poco: vender y comprar son las dos caras de la misma moneda.
Además, los fisiócratas adelantaron la idea de la economía clásica de que el dinero no es esencial, de que a largo plazo los productos (los bienes reales) se intercambian entre sí, con el dinero simplemente como intermediario. Por tanto, el objetivo clave no es amasar metálico o seguir la quimera de un balance comercial permanentemente favorable, sino tener un alto nivel de vida en términos de productos reales. Buscar amasar metales preciosos significa que la gente en una nación está renunciando a bienes reales para adquirir mero dinero, por tanto están perdiendo en lugar de ganando riqueza en términos reales. De hecho, el dinero vale para intercambiarlo por riqueza real y si la gente insiste en acumular un tesoro no utilizado de metal precioso perderá riqueza permanentemente.
Cuando Turgot se convirtió en ministro de finanzas de Francia en 1774, su primera acción fue decretar la libre importación y exportación de grano. El preámbulo de este edicto, redactado por su auxiliar Du Pont de Nemours, resumía la política de laissez faire de los fisiócratas (y de Turgot) de una forma elegante y sucinta: la nueva política de laissez faire, decía, estaba pensada
para animar y extender el cultivo de la tierra, cuyo producto es la riqueza más real y segura de un estado, para mantener la abundancia en los graneros y la entrada de grano extranjero, para impedir que el grano baje a un precio que desanime al productor, para eliminar el monopolio eliminando la licencia privada a favor de una competencia libre y completa y manteniendo entre distintos países que la comunicación de intercambio de lujos por necesidades que es tan confortable para el orden establecido por la Divina Providencia.
Aunque los fisiócratas estaban oficialmente a favor de una completa libertad de comercio, su pasión acuciante (y esto se refleja en su economía a menudo extravagante), era derogar todas las restricciones a la libre exportación del grano. Es comprensible que se concentraran en la eliminación de una restricción de mucho tiempo, pero parecieron mostrar poco interés en la libertad de importación de grano o la libertad de exportar manufacturas. Todo esto estaba incluido en el infatigable entusiasmo de los fisiócratas por los altos precios agrícolas, casi un bien en sí mismo.
De hecho, los fisiócratas fruncían el ceño en las exportaciones de productos manufacturados que compitieran y rebajaran el precio de las exportaciones agrícolas. El Dr. Quesnay llegó a escribir: “feliz la tierra que no tiene exportación de manufacturas, porque las exportaciones agrícolas mantienen los precios agropecuarios en un nivel tan alto como para permitir a la clase estéril vender sus productos en el extranjero”. Como veremos, “estéril” por definición significaba todo lo que no fuera agricultura.
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