Yo podría haberle dado la espalda al gran drama que vivimos, pero jamás me lo habría perdonado. Por eso decidí dedicar mi vida a servir a Venezuela.
En las últimas semanas me han preguntado con mayor insistencia por qué quiero ser presidenta de la República. Creo que ha llegado el momento de contar las razones, porque éstas tienen raíces profundas en mi vida personal.
Yo crecí con un desprecio absoluto por la política y los políticos. Como mi padre no tuvo hijos varones, me formé para dirigir grandes corporaciones. Me hice ingeniero, estudié finanzas y empecé a trabajar en la empresa privada. También me casé, tuve a mi primera hija, a quien amamantaba en la escasa hora que me dejaban para poder almorzar, y tenía una vida como la de cualquier venezolano emprendedor, que quiere echar para adelante con el fruto de su propio esfuerzo.
Lo extraordinario vino después: mi madre, de quien aprendí que la solidaridad y la empatía se llevan dentro del alma, me llevó a una cárcel para niños. Nunca olvidaré el olor de aquel lugar oscuro. Estaba embarazada de mi segundo hijo. Cuando llegué a mi casa llamé a mi jefe. "Orlando", le dije, "yo no sé si voy a volver en uno o cinco meses al trabajo. Pero hoy ha cambiado mi vida". Nunca más volví.
Desde 1994, cuando comencé a trabajar en la Fundación Atenea, renuncié a un horizonte seguro para empezar en el incierto camino de construir el futuro que no teníamos. Luego vino la experiencia de Súmate, que demostró que la organización ciudadana es vital para gestionar ante los poderes la solución a sus demandas, y la diputación, cuando entendí que la plataforma de las asociaciones civiles no era suficiente para torcer el destino del país.
Eso ha significado mucho en mi vida: la profunda tristeza de no poder acompañar a mis hijos en momentos cruciales de su crecimiento, que nunca van a volver; la renuncia a una vida familiar como la que alguna vez tuve e incluso a un trabajo sin sobresaltos en la empresa privada. Yo podría haberle dado la espalda al gran drama que vivimos, pero jamás me lo habría perdonado. Por eso decidí dedicar mi vida a servir a Venezuela.
Quiero pedirles a todos ustedes que me acompañen en la dura tarea de construir un nuevo país, que aprenda de los errores del pasado, que tenga capacidad para perdonar y pasar la página, pero que sobre todo asuma el compromiso de cambiar para siempre. Porque nosotros vamos a ganar el 12 de febrero y cambiaremos a este país desde las entrañas.
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