Para Valeria y Federico, que tienen mucho que festejar
La caída de Humberto Moreira no tuvo nada de sorpresiva. Lo único que faltaba por definir era la fecha: la intención original, como alguna vez escribimos en este espacio, era esperar hasta febrero, y poder lanzar al ex gobernador hacia una senaduría que lo cobijara. Pero no sólo los errores en el manejo de la deuda pública de Coahuila se fueron acumulando, sino que además ha aumentado, incluso, el monto de los recursos que fueron obtenidos en forma fraudulenta, o sea, presentando documentos falsos por los funcionarios locales de Hacienda, en complicidad (y ese tema también será explotado en el futuro inmediato) con funcionarios federales de SHCP. Si al principio se pensó en una línea de crédito de poco más del mil millones de pesos, luego la cifra subió a cinco mil millones y ahora, según la Auditoria Superior del Estado, la cantidad contratada en forma irregular ronda en los 16 mil millones de pesos.
Moreira era insostenible, como lo fue Arturo Montiel hace seis años: para casi las mismas fechas y siguiendo el mismo guión, los dos ex gobernadores cayeron, uno de la presidencia del PRI, el otro de la precandidautra priista, en apenas unas semanas, sin poder dar, siquiera, la pelea. Es una demostración de lo efímera que pueden ser las famas en la política, de lo cambiantes que son las situaciones de poder y de los costos de la soberbia. El caso Moreira seguirá, tendrá repercusiones en otros ámbitos y la duda estará puesta en si lograrán sus perseguidores llegar penalmente contra Moreira o no, pero la vida en el priismo debe seguir sin el ex mandatario coahuilense. Ya no quedan dudas de que Pedro Joaquín Coldwell será el nuevo presidente nacional del PRI.
Tengo la mejor opinión del ex gobernador de Quintana Roo. Me parece un político serio, que en su carrera no ha estado involucrado en escándalos, que tiene un amplio reconocimiento en su partido y que tiene experiencia en muchos ámbitos, desde el gabinete hasta la gubernatura, desde el servicio exterior hasta la vida legislativa. En ese sentido me parece una muy buena elección.
El problema que se presenta es otro. Por lo menos hasta el fin de semana, el Verde y, sobre todo, Nueva Alianza, estaban lejos de estar satisfechas con la designación de Pedro Joaquín. Unos y otros lo veían, fuera de sus méritos personales, como una posición otorgada a Manlio Fabio Beltrones; algunos, incluso, como una debilidad de Peña Nieto, con quien, recordaban, era con el que habían establecido los acuerdos de coalición que ahora veían, justificadamente o no, en peligro.
En el caso del Verde estaba el tema de Quintana Roo, donde fue el grupo político de Coldwell el que intentó frenar el acuerdo que le daba a ese partido la primera posición de la Cámara Alta (y en particular a Jorge Emilio González). En Nueva Alianza, porque la relación de Elba Esther Gordillo con Beltrones está algo más que deteriorada y temen que si la llegada de Coldwell implica un reposicionamiento del ex senador, los acuerdos que se suscribieron, sobre todo en Sinaloa y Chiapas, sean vulnerados. En estos días había varios actores, incluyendo más de un gobernador, tratando de mantener atados esos acuerdos. Ésa será la primera prueba de fuego de Pedro Joaquín, y del propio Peña, en esta nueva etapa. A Moreira, y antes a Montiel (y mucho antes al equipo de Labastida, o después en el de Madrazo), les ganó la soberbia y por eso cayeron. Por lo pronto, haber decidido que Moreira dejara la presidencia del partido fue una buena señal.
EL PODER DE AMLO
López Obrador, como es su costumbre, irá por todo. El tabasqueño no es un político al que le guste compartir el poder ni las decisiones. E inmediatamente después de aquella reunión en la que estuvieron Marcelo Ebrard y Nueva Izquierda y cuando las declaraciones de Jesús Zambrano, en el sentido de que habría una dirección de campaña colegiada a la que se atendría el candidato, aún estaban en el aire, López Obrador designó a uno de sus hombres más cercanos como coordinador de campaña. Ricardo Monreal, el ex gobernador de Zacatecas que dejó el PRD enfrentadísimo con los Chuchos y con Amalia García, para irse al PT y convertirse allí en coordinador de ese bloque parlamentario, será el coordinador de López Obrador y la señal es, en ese sentido, demoledora para sus adversarios.
Y por si alguien tuviera dudas, López Obrador le ofreció la candidatura al senado por Puebla nada más y nada menos que a Manuel Bartlett. La dirigencia del PRD otra vez trató de explicar lo inexplicable y el ex secretario de Gobernación, de Educación Pública, ex gobernador de Puebla y ex senador, al que el cardenismo responsabilizó del supuesto fraude de 88, será uno de los hombres fuertes de la "izquierda". Lo avalan el haber trabajado con Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, De La Madrid, Salinas, Zedillo y Madrazo. Pero está a favor del SME. Así es nuestra izquierda.
La caída de Humberto Moreira no tuvo nada de sorpresiva. Lo único que faltaba por definir era la fecha: la intención original, como alguna vez escribimos en este espacio, era esperar hasta febrero, y poder lanzar al ex gobernador hacia una senaduría que lo cobijara. Pero no sólo los errores en el manejo de la deuda pública de Coahuila se fueron acumulando, sino que además ha aumentado, incluso, el monto de los recursos que fueron obtenidos en forma fraudulenta, o sea, presentando documentos falsos por los funcionarios locales de Hacienda, en complicidad (y ese tema también será explotado en el futuro inmediato) con funcionarios federales de SHCP. Si al principio se pensó en una línea de crédito de poco más del mil millones de pesos, luego la cifra subió a cinco mil millones y ahora, según la Auditoria Superior del Estado, la cantidad contratada en forma irregular ronda en los 16 mil millones de pesos.
Moreira era insostenible, como lo fue Arturo Montiel hace seis años: para casi las mismas fechas y siguiendo el mismo guión, los dos ex gobernadores cayeron, uno de la presidencia del PRI, el otro de la precandidautra priista, en apenas unas semanas, sin poder dar, siquiera, la pelea. Es una demostración de lo efímera que pueden ser las famas en la política, de lo cambiantes que son las situaciones de poder y de los costos de la soberbia. El caso Moreira seguirá, tendrá repercusiones en otros ámbitos y la duda estará puesta en si lograrán sus perseguidores llegar penalmente contra Moreira o no, pero la vida en el priismo debe seguir sin el ex mandatario coahuilense. Ya no quedan dudas de que Pedro Joaquín Coldwell será el nuevo presidente nacional del PRI.
Tengo la mejor opinión del ex gobernador de Quintana Roo. Me parece un político serio, que en su carrera no ha estado involucrado en escándalos, que tiene un amplio reconocimiento en su partido y que tiene experiencia en muchos ámbitos, desde el gabinete hasta la gubernatura, desde el servicio exterior hasta la vida legislativa. En ese sentido me parece una muy buena elección.
El problema que se presenta es otro. Por lo menos hasta el fin de semana, el Verde y, sobre todo, Nueva Alianza, estaban lejos de estar satisfechas con la designación de Pedro Joaquín. Unos y otros lo veían, fuera de sus méritos personales, como una posición otorgada a Manlio Fabio Beltrones; algunos, incluso, como una debilidad de Peña Nieto, con quien, recordaban, era con el que habían establecido los acuerdos de coalición que ahora veían, justificadamente o no, en peligro.
En el caso del Verde estaba el tema de Quintana Roo, donde fue el grupo político de Coldwell el que intentó frenar el acuerdo que le daba a ese partido la primera posición de la Cámara Alta (y en particular a Jorge Emilio González). En Nueva Alianza, porque la relación de Elba Esther Gordillo con Beltrones está algo más que deteriorada y temen que si la llegada de Coldwell implica un reposicionamiento del ex senador, los acuerdos que se suscribieron, sobre todo en Sinaloa y Chiapas, sean vulnerados. En estos días había varios actores, incluyendo más de un gobernador, tratando de mantener atados esos acuerdos. Ésa será la primera prueba de fuego de Pedro Joaquín, y del propio Peña, en esta nueva etapa. A Moreira, y antes a Montiel (y mucho antes al equipo de Labastida, o después en el de Madrazo), les ganó la soberbia y por eso cayeron. Por lo pronto, haber decidido que Moreira dejara la presidencia del partido fue una buena señal.
EL PODER DE AMLO
López Obrador, como es su costumbre, irá por todo. El tabasqueño no es un político al que le guste compartir el poder ni las decisiones. E inmediatamente después de aquella reunión en la que estuvieron Marcelo Ebrard y Nueva Izquierda y cuando las declaraciones de Jesús Zambrano, en el sentido de que habría una dirección de campaña colegiada a la que se atendría el candidato, aún estaban en el aire, López Obrador designó a uno de sus hombres más cercanos como coordinador de campaña. Ricardo Monreal, el ex gobernador de Zacatecas que dejó el PRD enfrentadísimo con los Chuchos y con Amalia García, para irse al PT y convertirse allí en coordinador de ese bloque parlamentario, será el coordinador de López Obrador y la señal es, en ese sentido, demoledora para sus adversarios.
Y por si alguien tuviera dudas, López Obrador le ofreció la candidatura al senado por Puebla nada más y nada menos que a Manuel Bartlett. La dirigencia del PRD otra vez trató de explicar lo inexplicable y el ex secretario de Gobernación, de Educación Pública, ex gobernador de Puebla y ex senador, al que el cardenismo responsabilizó del supuesto fraude de 88, será uno de los hombres fuertes de la "izquierda". Lo avalan el haber trabajado con Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, De La Madrid, Salinas, Zedillo y Madrazo. Pero está a favor del SME. Así es nuestra izquierda.
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