10 enero, 2012

La nueva estrategia de defensa de Obama: Menos de lo mismo. Mackenzie Eaglen

El presidente ha cruzado el río hasta el Pentágono para presentar una nueva estrategia de defensa persiguiendo un presupuesto de defensa a la baja.
El presidente no tardó en declarar que la “marea de la guerra” está retrocediendo para Estados Unidos y nuestras fuerzas armadas. Pero lo que ha omitido es que no siempre depende de nosotros cuando entramos en conflicto, o respondemos al terrorismo aquí en casa, o prevenimos que las hostilidades vayan a peor en las principales vías de tránsito de petroleros, por ejemplo. Simplemente porque lo que Washington anuncia como la verdad no significa que lo sea.


El presidente siguió diciendo, con razón, que Estados Unidos no puede permitirse el no estar preparado para el futuro. Pero logra precisamente eso al recortar las fuerzas terrestres americanas en servicio activo a niveles anteriores al 11 de septiembre,. El Ejército perdió mucha de su capacidad de contrainsurgencia tras la Guerra de Vietnam, al determinar que ese tipo de conflictos eran cosa del pasado. Irak y Afganistán han demostrado lo contrario. Mantener unas fuerzas terrestres con el modesto tamaño de las actuales ofrece la flexibilidad para responder a desafíos imprevistos de una manera que unas fuerzas más pequeñas sencillamente no podrían.
El secretario de Defensa Leon Panetta ha hablado de cómo esta reducción de defensa es distinta de la anterior, cuando se disiparon las amenazas. En realidad, las amenazas nunca se fueron; más bien cambiaron o evolucionaron – o los responsables políticos eligieron ignorarlas con la esperanza de sacar provecho de los dividendos de la paz.
Panetta ha comentado acerca de los desafíos continuos que las fuerzas armadas deben afrontar, que incluyen armamentos y productos letales, el comportamiento desestabilizador de los enemigos, el ascenso de nuevas potencias en Asia y los cambios en Medio Oriente (por ejemplo, la Primavera Árabe).
Pero nadie discutía estos desafíos antes de que se desvelara la última estrategia de defensa. Hace aproximadamente un año, la Comisión Independiente de la Revisión Cuadrienal de Defensa (QDR) identificó de forma clara cinco corrientes globales a las que se enfrentaban las fuerzas armadas:

1. El extremismo radical islamista y la amenaza del terrorismo.
2. El surgimiento de nuevas potencias globales en Asia.
3. La lucha continua por el poder en el Golfo Pérsico y la región del Gran Medio Oriente.
4. Una aceleración en la competencia global por los recursos, y
5. Problemas persistentes en estados fallidos y en peligro de fracasar.

El Pentágono reivindica la creación de unas fuerzas armadas mucho más pequeñas pero todavía eficaces bajo la bandera de la “reversibilidad”. Como jefe del Estado Mayor Conjunto, Martin Dempsey ha argumentado que Estados Unidos no puede ponerse en una posición en la que sólo pueda hacer una cosa a la vez. Algo obvio.
Los jefes del Pentágono planean sortear la falta de capacidad mediante un aumento de la dependencia en la Guardia Nacional y las fuerzas de la Reserva – los mismos hombres y mujeres agotados desde hace una década en múltiples misiones de servicio en el extranjero. El Departamento de Defensa planea asumir más riesgo en el componente activo y las capacidades que estén disponibles en caso de conflicto o crisis. Como ejemplos, brigadas acorazadas y escuadras de cazas tácticos.
Otro principio del “giro” hacia Asia es la transición desde unas fuerzas armadas enfocadas en una contrainsurgencia de componente humano intensivo hasta la doctrina de bajo impacto del contraterrorismo. Panetta ha mencionado aviones robot o controlados a distancia, ciberfuerzas y fuerzas especiales como áreas clave que deben ser protegidas de los recortes presupuestarios. Incluso pueden recibir más dinero.
El general Dempsey ha exhortado una mayor “integración de las fuerzas operativas generales y especiales”. El desafío es que las fuerzas de operaciones especiales son, por definición, no extensibles. Tampoco está claro que un pequeño grupo de efectivos altamente calificados pueda sostener un ritmo operacional que crece cada año. Además, el mando de las fuerzas especiales confía en estas mismas fuerzas para lanzar efectivos y fuerzas de apoyo.
Pese a todas las cuestiones acerca de los sacrificios que se necesitan para que el “giro” hacia el Pacífico funcione, tal cambio podría considerarse planteamiento inteligente, si no fuera de suma cero. La ironía no abordada es que no será barato transformar el arsenal militar americano de uno diseñado para disuadir y luchar guerras con acceso asegurado a uno diseñado para descollar cuando el acceso esté comprometido. Definitivamente costará más que el de los planes de hoy del presidente.
No es suficiente con simplemente mover fuerzas hacia Asia. Estados Unidos debería invertir estratégicamente y concentrarse en adquirir plataformas y desarrollar capacidades innovadoras que serán importantes en el futuro, no meramente aquellas en las que hemos confiado en el pasado.

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