03 enero, 2012

Pesadillas

Día con día 

Héctor Aguilar Camín

La pesadilla que acecha a los mexicanos con el posible triunfo del PRI en las elecciones de 2012 es la de la restauración del autoritarismo y la corrupción, la cual incluiría negociar con el narcotráfico y el crimen organizado.


La pesadilla que suscita en muchos la posibilidad de un triunfo de la izquierda es el ascenso de una modalidad mexicana de Hugo Chávez, la reedición de un gobierno parecido en su estatismo trasnochado y sus crispaciones populistas al PRI más viejo y costoso de todos, el PRI de Luis Echeverría y José López Portillo, cuyos excesos, en los años 70 del siglo pasado, terminaron con la estabilidad económica de México y con la hegemonía del propio PRI.
La pesadilla que se asoma tras la posibilidad del triunfo del PAN es la de seis años más de mediocridad económica y política: bajo crecimiento, alta inseguridad y violencia y pobre gobierno.
La pregunta es si esas pesadillas son riesgos reales y pueden materializarse o son más bien figuraciones extremas, un tanto paranoicas, de rasgos y riesgos que desde luego están ahí, pero que la realidad entregará matizados, corregidos.
La respuesta depende en el fondo de cuánto creemos que ha cambiado el país en materia de controlar a sus gobernantes.
Es decir: cuánta restauración priista, si ese fuera el propósito de un PRI ganador, podría tolerar la democracia mexicana. Cuánto arcaísmo populista inspirado en Chávez o en Echeverría, si ese fuera el proyecto de la izquierda. Y cuánta más mediocridad gubernativa y económica, cuanta más violencia e inseguridad, menos prestigio en el mundo y más frustración en el país, si ese fuera el destino obligado de un tercer periodo presidencial del PAN.
Creo que la democracia mexicana es más densa y efectiva de lo que parece a muchos desencantados. En el nivel nacional, no así en el local, otorga poderes de gobierno restringidos, castiga rápido los excesos y cobra caro los errores. No se diga en tiempos de campaña.
Pregúntenlo si no los incrédulos al puntero de la competencia, Enrique Peña Nieto, que ha pagado caro un error de primer año al no saber contestar una pregunta y ha perdido al presidente de su partido, Humberto Moreira, en una primera escaramuza nacional sobre la escandalosa opacidad de las finanzas estatales.
Las preguntas de fondo quedan en el aire. ¿De verdad el PRI quiere revivir al dinosaurio, la izquierda el experimento de Hugo Chávez y el PAN repetirse sin fin, improductivamente, en el gobierno?
Creo que no, pero que si ese fuera el caso, mi impresión es que el proceso democrático, y la realidad internacional, harán inviables sus pulsiones retro.

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