28 febrero, 2012
Papa en Cuba: el conteo final
"La conducta conciliadora de la jerarquía cubana no debería sorprender a nadie. Pero la realidad es que le choca a muchos cubanos, porque su Iglesia no parece estar poniendo la otra mejilla, ni siquiera haciéndose la vista gorda: en realidad parece apoyar la ideología y las medidas represivas de los dictadores", publicó Carlos Eire este lunes en el artículo La iglesia y la dictadura, editado en las páginas de El Nuevo Herald. "Últimamente, llegar a un arreglo con los dictadores se ha convertido en el sello del cardenal Jaime Ortega y Alamino. Para ver esto de primera mano, sólo tiene que visitar el sitio web de la diócesis de La Habana, donde el cardenal muestra abiertamente su compromiso con las nociones castristas de 'justicia social' y defiende la legitimidad del actual Estado policial. En el verano del 2010, al organizar abiertamente la expulsión de docenas de disidentes de Cuba, el buen cardenal decretó en su sitio web que cualquiera que hubiera tratado de socavar el status quo no debería tener voz en la determinación del futuro de Cuba. En otras palabras, el cardenal expresa habitualmente su compromiso ideológico con las políticas represivas del régimen de Castro".
Eire, escritor cubanoamericano y profesor de la Universidad de Yale, sostiene que "es mucho más difícil entender el objetivo de la próxima visita a Cuba del papa Benedicto XVI. En los cinco años pasados, algunos funcionarios del Vaticano han restado importancia a los abusos contra los derechos humanos en Cuba, pero no se puede culpar al Santo Padre por la insensibilidad de esos funcionarios. Y es muy probable que tenga su propia agenda. (...) El papa Benedicto quizá tenga el propósito de socavar los cimientos del palacio de los Castro mediante su visita, pero podría estar subestimando la astucia de los hermanos, así como la de su propio hombre en La Habana, el cardenal Ortega".
El jueves 16 de febrero El Universal de Caracas publicaba las palabras del disidente cubano Óscar Elías Biscet, quien dijo al Congreso estadounidense que "la próxima visita del papa Benedicto XVI a la isla constituye un 'gran error político y estratégico (...) porque no va a dar resultados positivos para el pueblo cubano'", expresó Biscet, emblemático disidente del llamado grupo de los 75, aquellos detenidos en la "primavera negra" de 2003, y quien recobró su libertad apenas en marzo del año pasado. "Al final va a ser como la visita pasada de Juan Pablo II, que mientras estaba Juan Pablo II en Cuba el gobierno estaba preparando las leyes penales para sancionar y reprimir al pueblo cubano", agregó según un despacho de DPA.
"Me gustaría que el Papa le exigiera al gobierno que hiciera elecciones libres y democráticas para que el pueblo se expresara libremente y que existiera el multipartidismo, para que todas las personas se sientan representadas en sus ideas", declaró Biscet.
En otro artículo publicado en El Nuevo Herald, este el 21 de enero pasado, Juan Clark, profesor de sociología del Miami-Dade College y autor de dos libros sobre la Iglesia en Cuba, señala que “la Iglesia es ahora un socio con Raúl en la búsqueda de un sistema más productivo, más efectivo, creando una atmósfera más favorable para una transición sin violencia”. Clark calificó al purpurado como débil al negociar con Castro y “nunca estuvo en una posición de demandar la libertad de los presos políticos”.
“Mi impresión de Jaime Ortega es que simplemente ha sido el hombre justo en el momento indicado todos estos años”, dijo por su parte Tom Quigley, ex asesor de política latinoamericana en la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, en el despacho de la AP publicado por Infolatam el 20 de febrero. “Me parece que los acontecimientos del último par de años han demostrado que este calmado liderazgo ha sido muy efectivo, y la iglesia está hoy en una mucho mejor posición de lo que ha estado en cualquier otro momento desde la década de 1960″.
“Tiene un trabajo muy difícil”, dijo para el mismo despacho el arzobispo de Miami, Thomas G. Wenski, quien apoya a Ortega y reconoce que muchos exiliados cubanos ven con recelo al cardenal. “Aquellos que lo critican desde una posición cómoda en Miami y no tienen la experiencia de estar allí, les tomará más tiempo cambiar su opinión sobre él”.
La AP también recogió las palabras de Julio César Gálvez, ex prisionero que fue liberado y partió al exilio en julio de 2010: “La Iglesia católica cubana, en nuestro caso, lo que hizo fue servir como pantalla al régimen totalitario cubano. No creo que la Iglesia Católica fuera la parte fundamental o influyente o determinante en nuestra liberación”.
La agencia de noticias estadounidense recupera un cable de wikileaks del 14 de mayo de 2007, "redactado por la misión de Washington ante la Santa Sede (y donde se atribuye) al jefe de personal del secretario de Estado Vaticano, Tarcisio Bertone, haber dicho que el gobierno de Cuba debía estar feliz con Ortega porque 'la iglesia hizo el trabajo sucio' del régimen. El cable agrega: 'Las autoridades del Vaticano han insinuado en el pasado que Ortega se ha vuelto demasiado blando con Castro'".
La expectativa de cambio ante la gira papal ha sido minimizada incluso por otros actores, que hacen la comparación con el ambiente que se vivía antes de la llegada de Juan Pablo II, quien visitara la isla en enero de 1998.
"La gente quiere creer que el Santo Padre vendrá a impulsar el proceso de reformas raulistas, imprimiéndole mayor velocidad y profundidad. Los más ilusos hasta sueñan con que la máxima figura del Vaticano logre lo que lo debería lograr la rebeldía popular: un verdadero cambio", escribió en su blog Yoani Sánchez, el 12 de febrero pasado.
En la entrada denominada El Otro Papa, la periodista concluyó: "Hay demasiadas diferencias entre este mes de marzo en que aterrizará su Santidad en el aeropuerto de La Habana y aquel enero de 1998 cuando lo hizo Juan Pablo II. (...) A finales de los años noventa, Karol Wojtyla nos encendió el corazón -incluso a los agnósticos como yo- diciendo más de una docena de veces la palabra “libertad” en la Plaza de la Revolución. Pero ahora la apatía y el desánimo harán más difícil que las frases de Ratzinger movilicen la misma emoción. Su visita será más bien un pálido reflejo de aquella otra, porque ya no somos los mismos ni es el mismo Papa".
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