11 marzo, 2012

Biden ofrece una defensa débil de la prohibición de drogas

por Ethan Nadelmann

Ethan Nadelmann es Director Ejecutivo de la Drug Policy Alliance (DPA).
La declaración del vice presidente norteamericano Joe Biden de que "no hay posibilidad de que la Administración Obama-Biden vaya a cambiar su política en cuanto a la legalización" no es una sorpresa. Esa declaración es consistente con las políticas de drogas de EE.UU. desde hace mucho tiempo y es difícil imaginar que la administración quiera abrir el debate del tema durante un año electoral.

Sin embargo, las declaraciones de Biden sobre el tema son notables en tres aspectos:

Primero, el vicepresidente reconoció que es "totalmente legítimo que este debate sea planteado" y "vale la pena que sea discutido".  Esto es más de lo que ya ha manifestado sobre el tema. Es consistente con la declaración del presidente Obama del 27 de enero de 2011, afirmando que la legalización es "un tema completamente legítimo para discutir". Esto también envía un mensaje al zar estadounidense de drogas y a otros funcionarios federales que hasta ahora han rechazado cualquier discusión sobre esto, ahora es posible discutirlo e incluso participar en el creciente debate.

En segundo lugar, lo que es más notable en las declaraciones de Biden sobre el tema es la debilidad de sus argumentos.  Enfocarse —como él lo hizo— en la necesidad de crear "una burocracia costosa para regular las drogas y los nuevos adictos" en caso de legalizar, mientras le resta importancia al hecho de que una burocracia de este tipo costaría solamente una pequeña fracción de lo que actualmente cuesta detener, enjuiciar y encarcelar a millones  de personas por violaciones a las leyes de drogas, parece absurdo. Dijo que "comprensiblemente, el debate siempre ocurre en el contexto de violencia seria [dentro de la sociedad], especialmente en sociedades que no tienen el marco legal y estructura  institucional para enfrentar operaciones organizadas e ilícitas". Pero vale la pena señalar que el debate sobre legalización ha sido más amplio en relación a la marihuana y en países como Holanda, y esto no concuerda con el contexto que Biden mantiene que es central.  La superficialidad de  las declaraciones del vicepresidente refleja el hecho de que esta administración, como las previas, no ha pensado seriamente sobre alternativas a las políticas actuales.

Y tercero, la combinación de las declaraciones públicas de Biden en las cuales rechaza la legalización, en conjunto con cualquier presión que él u otros funcionarios norteamericanos ejerzan para cerrar el debate no va a terminar la discusión. No si la Comisión Global de Políticas de Drogas, cuyos miembros incluyen George Shultz, Paul Volcker, Fernando Henrique Cardoso, Ernesto Zedillo, Cesar Gaviria, Javier Solana y otros de distinción comparable, han presentado argumentos impresionantes, tanto para reformar las políticas de control de drogas y para "romper el tabú" sobre un debate público y amplio. No cuando los presidentes Felipe Calderón, Juan Manuel Santos, Otto Pérez Molina, Laura Chinchilla y otros se han unido al llamado en varias maneras. No si empresarios prominentes y otros líderes cívicos están cada vez más haciendo lo mismo. Y no cuando las políticas prohibicionistas y punitivas impulsadas por el gobierno de los EE.UU. siguan causando tantos estragos en tantos lugares del mundo.

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, el primer presidente quien apoyó públicamente la legalización a finales de 2011, estaba buscando, según se informa, a otros presidentes para unirse a la causa. Ahora cuenta con el tipo de aliado que necesita: el nuevo presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina. Desde hace mucho tiempo se dice que un escenario "Nixon va a China" es la mejor opción para abrir el debate sobre alternativas a las fracasadas políticas prohibicionistas.  Otto Pérez Molina es un político conservador y un ex general quien tuvo un papel fundamental en la aceptación del ejército de los acuerdos de paz que terminaron con la larga guerra civil del país hace dos décadas. Él acaba de empezar su mandato de cuatro años y está avanzando de manera estratégica para asegurar que este debate crucial no se cierre. El tema estará en la agenda durante la Cumbre de las Américas en Cartagena en abril y también en reuniones nacionales, regionales e internacionales a partir de entonces.

Quienquiera que esté en la Casa Blanca durante los próximos cuatro años tiene que intensificar su posición en este debate. Porque ahora no va a desaparecer.

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