Richard W. Rahn es Director del Center for Economic Growth y académico asociado al Cato Institute.
EE.UU. es la democracia más antigua y continua del mundo y logró serlo al no estar constituida como una democracia sino como una república federal. Los Fundadores de EE.UU. le temían a las pasiones momentáneas de una mayoría, por lo que establecieron una serie de pesos y contrapesos con la intención de asegurar que los cambios rápidos y fundamentales fuesen extremadamente difíciles. El sistema fue diseñado para que hubiese parálisis y para que esta protegiera la libertad individual y las oportunidades económicas. A pesar de sus imperfecciones, el sistema funcionó en gran medida hasta hace cuatro años, cuando la clase política utilizó la crisis financiera (causada por políticas gubernamentales erradas) para aumentar el déficit y la deuda a niveles insostenibles.
Peor todavía, lo que es cierto de EE.UU. también parece ser cierto en la gran mayoría de los principales países democráticos y desarrollados del mundo. Considere la siguiente pregunta: ¿Cuántas democracias funcionales y económicamente desarrolladas hay con una serie de políticas fiscales que no las llevará a la ruina financiera? Para ser más específico, me refiero a países con una relación de deuda a producto interno bruto de menos de un 50 por ciento, en los cuales la economía está creciendo más rápido que la deuda. Excluya a todas las economías pequeñas y a todos los países fundamentados en recursos naturales, como los petro-estados (Noruega, por ejemplo).
La buena noticia es que al menos una media docena de países democráticos están en camino hacia un crecimiento económico y una estabilidad financiera de largo plazo y pueden servir como buenos ejemplos a seguir cuando se pretenda realizar reformas. La mala noticia es que todas las grandes democracias como EE.UU., Japón, el Reino Unido y gran parte de los países de la Eurozona se dirigen hacia el colapso financiero, al estilo de Grecia, a menos que hagan cambios fundamentales pronto.
Los países que aparecen en el siguiente cuadro han descubierto cómo ser democracias funcionales de mercado libre que crecen sin incurrir en una deuda inmanejable. Sólo dos de este grupo, Suiza y Suecia, han sido democracias independientes por más de un siglo. Chile, Corea y Taiwán sólo han sido democracias independientes por más de tres décadas. Los suizos, con el alza del franco suizo en relación al euro y al dólar estadounidense, tienen aproximadamente el ingreso per cápita más alto del mundo (sin considerar los pequeños petro-estados) a pesar de que ellos tienen pocos recursos naturales y carecen de acceso directo al mar. Ellos han triunfado manteniendo su gobierno central muy pequeño —Suiza es una república federal donde gran parte de los servicios públicos son provistos a nivel cantonal (de los estados). Los suizos, habiendo construido el primer Estado de Bienestar democrático del mundo, se encontraron cerca del colapso fiscal, pero antes de caer del precipicio, como Grecia, se embarcaron en un programa serio de reformas económicas hace 15 años. Han reducido el tamaño del Estado y liberado su economía, lo cual resultó en la tasa de crecimiento más alta de todas las economías desarrolladas en Europa durante los últimos años.
Corea del Sur y Taiwán. han democratizado y liberado sus economías cada vez más durante las últimas décadas, con resultados espectaculares, pero todavía no tienen tanta libertad económica como Chile.
Las democracias prósperas suelen bloquear sus arterias económicas con aumentos incesantes en la regulación, la complejidad fiscal y el endeudamiento. Comprender cómo reversar esto es crítico si se pretende preservar la libertad y el crecimiento económico en los países desarrollados y democráticos.
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