Jorge Fernández Menéndez
Lo escribimos en mayo de 2008 y desde
entonces ha circulado en forma incesante en las redes sociales, muchas
veces con adiciones, algunas groseras, que no son de mi autoría. Pero
ahora, cuatro años después, debemos volver a preguntarnos de qué vive el
candidato López Obrador. Ahora con más razón porque el
que sacó a colación el tema fue él, al asegurar que vivía sólo con 50
mil pesos que le daba una fundación llamada Honestidad Valiente, que no
conocíamos, así como que no tiene tarjetas de crédito, sólo una cuenta
de cheques con escasos 20 mil pesos y que de su propiedad solamente
posee un rancho heredado de sus padres en Palenque, el ahora famoso
rancho La Chingada.
Los hechos muestran otra cosa. Vamos a recuperar lo que escribimos en mayo de 2008, cuando decía que ganaba 60 mil pesos mensuales. Hacía entonces dos años que había terminado la elección y tres que había dejado el gobierno capitalino y no sabíamos de qué vivía López Obrador. “En su momento, escribíamos entonces, informó que le pagaba su partido, como presidente legítimo, 60 mil pesos mensuales, pero la verdad es que las cuentas no cuadran: ¿Cómo, con 60 mil pesos mensuales, puede mantener por lo menos cuatro casas? Porque en una vive con los hijos de su primer matrimonio, en otra, mucho más lujosa, con su nueva esposa y su otro hijo; con las inundaciones (de 2007), hemos sabido que tiene un condominio horizontal de lujo en Villahermosa que estaba en ampliación y remodelación y posee por lo menos otra propiedad, un rancho, en Macuspana, también en Tabasco (y ahora sabemos que tiene otro en Palenque)”.
Hace tiempo que López Obrador no utiliza el famoso Tsuru blanco, se mueven en camionetas, él, su mujer, sus hijos. Sus hijos han tenido la fortuna de ir a buenas escuelas, uno de ellos por lo menos ha estudiado en el extranjero y trabaja en la Procuraduría capitalina, lo vimos en una marcha utilizando tenis de ocho mil pesos el par. Su ropa, sus trajes, sus corbatas, son finas, elegantes, de marca, no es ropa escandalosamente cara, pero distan de ser de saldo y no lo vemos repitiendo constantemente un mismo vestuario.
“No se trata de ahorros, decíamos entonces, porque nunca en su vida ha trabajado en el sector privado ni ha sido un profesionista exitoso en algún ámbito (él mismo dice ahora que sólo tiene 20 mil pesos en una cuenta bancaria). Luego de una década en la universidad, trabajó en el gobierno federal, en posiciones muy modestas, de allí se fue a Tabasco, tuvo cargos medios en el gobierno estatal y fue por un corto periodo presidente del PRI en esa entidad. Cuando abandonó esa posición, por diferencias con el gobernador Enrique González Pedrero, estuvo un año fuera de toda actividad (cuando permaneció unos meses en Cuba) y reapareció ya como candidato del entonces naciente PRD en su estado: estamos hablando de hace 20 años, en 1988.
“Desde entonces, decíamos en la columna de 2008, y hasta 1997 su ocupación fue ser dirigente opositor, no tuvo ningún trabajo remunerado. Ese año se convirtió en presidente de su partido, el PRD, e imagino que recibió un sueldo por ello y en 2000 fue jefe del Gobierno capitalino hasta 2005, cuando volvió a ser candidato. En el GDF dice que percibió un salario máximo de 60 mil pesos mensuales. No es ni fue jamás legislador, no escribe, no ofrece conferencias, no pertenece a ninguna institución académica ni a una organización pública, no da asesoría a ninguna empresa u ONG, no tiene ninguna empresa propia, se supone que no recibe ingresos de ninguna otra fuente, ¿de qué vive entonces el ex candidato presidencial?”
Decíamos entonces y reiteramos ahora que “no me parece mal que tenga un nivel de vida digno, pero vuelvo a preguntar, ¿de qué vive? Y lo pregunto porque él lo pregunta a sus adversarios. Por supuesto, no es el suyo un caso único, pero sí asombra que, sin haber aclarado jamás algunos de esos y otros capítulos de su vida, López Obrador se quiera convertir en inquisidor de muchos otros, acuse, descalifique, se burle y se queje. Tiene derecho a defender su vida privada, lo que desconcierta es que una y otra vez utilice la vida privada de los otros, de sus adversarios, para justificar posiciones políticas, sin responder siquiera esas preguntas tan sencillas: ¿de qué vive?, ¿quién lo mantiene?, ¿paga impuestos?, ¿hay algún mecanismo de transparencia que permita acceder a esos datos y verificar si son ciertos, como ocurre con cualquier otro funcionario público federal? Durante su gobierno en el DF, el manejo de los recursos se dio en la mayor opacidad. Hoy no es diferente”.
Lo publicamos hace cuatro años y hoy tenemos las mismas preguntas y ninguna de las respuestas. Me quedo, sin embargo, con una de ellas: ¿paga impuestos el señor López Obrador?, ¿tiene un registro fiscal de contribuyentes? Porque si no tiene tarjeta de crédito, si todo lo paga en efectivo, si su salario es lo que le otorga una fundación, me imagino que tampoco está en la economía formal. Son sólo preguntas en un día juarista.
Los hechos muestran otra cosa. Vamos a recuperar lo que escribimos en mayo de 2008, cuando decía que ganaba 60 mil pesos mensuales. Hacía entonces dos años que había terminado la elección y tres que había dejado el gobierno capitalino y no sabíamos de qué vivía López Obrador. “En su momento, escribíamos entonces, informó que le pagaba su partido, como presidente legítimo, 60 mil pesos mensuales, pero la verdad es que las cuentas no cuadran: ¿Cómo, con 60 mil pesos mensuales, puede mantener por lo menos cuatro casas? Porque en una vive con los hijos de su primer matrimonio, en otra, mucho más lujosa, con su nueva esposa y su otro hijo; con las inundaciones (de 2007), hemos sabido que tiene un condominio horizontal de lujo en Villahermosa que estaba en ampliación y remodelación y posee por lo menos otra propiedad, un rancho, en Macuspana, también en Tabasco (y ahora sabemos que tiene otro en Palenque)”.
Hace tiempo que López Obrador no utiliza el famoso Tsuru blanco, se mueven en camionetas, él, su mujer, sus hijos. Sus hijos han tenido la fortuna de ir a buenas escuelas, uno de ellos por lo menos ha estudiado en el extranjero y trabaja en la Procuraduría capitalina, lo vimos en una marcha utilizando tenis de ocho mil pesos el par. Su ropa, sus trajes, sus corbatas, son finas, elegantes, de marca, no es ropa escandalosamente cara, pero distan de ser de saldo y no lo vemos repitiendo constantemente un mismo vestuario.
“No se trata de ahorros, decíamos entonces, porque nunca en su vida ha trabajado en el sector privado ni ha sido un profesionista exitoso en algún ámbito (él mismo dice ahora que sólo tiene 20 mil pesos en una cuenta bancaria). Luego de una década en la universidad, trabajó en el gobierno federal, en posiciones muy modestas, de allí se fue a Tabasco, tuvo cargos medios en el gobierno estatal y fue por un corto periodo presidente del PRI en esa entidad. Cuando abandonó esa posición, por diferencias con el gobernador Enrique González Pedrero, estuvo un año fuera de toda actividad (cuando permaneció unos meses en Cuba) y reapareció ya como candidato del entonces naciente PRD en su estado: estamos hablando de hace 20 años, en 1988.
“Desde entonces, decíamos en la columna de 2008, y hasta 1997 su ocupación fue ser dirigente opositor, no tuvo ningún trabajo remunerado. Ese año se convirtió en presidente de su partido, el PRD, e imagino que recibió un sueldo por ello y en 2000 fue jefe del Gobierno capitalino hasta 2005, cuando volvió a ser candidato. En el GDF dice que percibió un salario máximo de 60 mil pesos mensuales. No es ni fue jamás legislador, no escribe, no ofrece conferencias, no pertenece a ninguna institución académica ni a una organización pública, no da asesoría a ninguna empresa u ONG, no tiene ninguna empresa propia, se supone que no recibe ingresos de ninguna otra fuente, ¿de qué vive entonces el ex candidato presidencial?”
Decíamos entonces y reiteramos ahora que “no me parece mal que tenga un nivel de vida digno, pero vuelvo a preguntar, ¿de qué vive? Y lo pregunto porque él lo pregunta a sus adversarios. Por supuesto, no es el suyo un caso único, pero sí asombra que, sin haber aclarado jamás algunos de esos y otros capítulos de su vida, López Obrador se quiera convertir en inquisidor de muchos otros, acuse, descalifique, se burle y se queje. Tiene derecho a defender su vida privada, lo que desconcierta es que una y otra vez utilice la vida privada de los otros, de sus adversarios, para justificar posiciones políticas, sin responder siquiera esas preguntas tan sencillas: ¿de qué vive?, ¿quién lo mantiene?, ¿paga impuestos?, ¿hay algún mecanismo de transparencia que permita acceder a esos datos y verificar si son ciertos, como ocurre con cualquier otro funcionario público federal? Durante su gobierno en el DF, el manejo de los recursos se dio en la mayor opacidad. Hoy no es diferente”.
Lo publicamos hace cuatro años y hoy tenemos las mismas preguntas y ninguna de las respuestas. Me quedo, sin embargo, con una de ellas: ¿paga impuestos el señor López Obrador?, ¿tiene un registro fiscal de contribuyentes? Porque si no tiene tarjeta de crédito, si todo lo paga en efectivo, si su salario es lo que le otorga una fundación, me imagino que tampoco está en la economía formal. Son sólo preguntas en un día juarista.
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