10 marzo, 2012

Rick Santorum, el retador

Rick Santorum, el retador

Rick SantorumPor Alvaro Vargas Llosa
A estas alturas, el único que puede detener al ex gobernador de Massachusetts, Mitt Romney, en la carrera hacia la nominación del Partido Republicano es Rick Santorum, del que la opinión pública internacional sabe muy poco y del que los propios estadounidenses tampoco estaban demasiado enterados, con excepción de los ciudadanos de Pensilvania y de quienes siguen los asuntos de la política muy de cerca. Aunque es altamente improbable que logre su propósito -tendría que llevarse el 60% de los delegados por elegirse de aquí a junio-, lo interesante de Santorum es lo que nos dice sobre el Partido Republicano y sobre los cambios sucedidos en la política norteamericana desde los años 60.

Por lo pronto, su condición de católico al que el conservadurismo religioso ve como portaestandarte de su causa implica dos cambios fundamentales. El primero tiene que ver con su partido. Hasta hace unos años, el catolicismo era sospechoso para la derecha: una señal de desviación cultural y política con respecto a los fundamentos de la república estadounidense. No se olvide que hubo épocas en que los católicos estaban excluidos de todo cargo público y que el Ku Klux Klan los tenía como uno de sus blancos predilectos. De allí que todavía, años después, el catolicismo del demócrata John Kennedy fuese motivo de tanta controversia para el sector tradicional del país. Hoy, el catolicismo de Santorum es una forma de reacción contra las desviaciones de la "contracultura" liberal y por tanto un bastión conservador.
El segundo cambio que la fe de Santorum ejemplifica tiene que ver con la cultura política de este país en general. La influencia poderosa de la derecha cristiana, también como reacción a la "contracultura" de los años 60, ha entrañado la alianza del protestantismo con sectores católicos, exceptuando a Masachusetts, donde todavía los católicos tienen vínculos fuertes con el establishment demócrata y liberal en el sentido estadounidense del término. Su lucha consiste en devolver a la vida pública un fuerte componente valórico asentado en lo religioso: consideran que la política es un vehículo indispensable para llegar a ese fin.
Es en este doble contexto -el de la metamorfosis del Partido Republicano y el de la reacción cultural contra la "liberación" de los años 60- que hay que leer la candidatura de Santorum. No es que él ejemplifique mejor que otros estos fenómenos. En cierta forma, los republicanos que están votando por él en estas primarias llegaron a su candidatura por descarte, tras haber intentado aupar a otras figuras conservadoras como Michele Bachmann, Rick Perry y Herman Cain. Pero llegaron esencialmente por los motivos señalados, y, a pesar del liderazgo de Romney en las primarias, con cierto éxito: Santorum ha ganado los "caucus" o asambleas electorales de Iowa, Minesota, Colorado y Dakota del Norte, y las primarias de Misuri, Tennessee y Oklahoma. Además, es probable que, si no se hubiese dividido el voto más conservador por la presencia de Newt Gingrich en la boleta, hubiera ganado en Ohio, el estado clave del "supermartes" y uno de los más importantes para la elección presidencial que tendrá lugar en noviembre, donde Romney se impuso por apenas 1 %.
Los datos importantes de la biografía de Santorum no indican, a priori, que todo estuviera encaminado para hacer de él un cruzado moral. Hijo de un padre italiano que emigró a Estados Unidos a los siete años y una madre de ascendencia tanto italiana como irlandesa, sus raíces católicas no admiten duda, pero su crianza, sobre todo en el estado de Pensilvania aunque naciera en Virginia, no fue preponderantemente religiosa, con excepción del año que pasó en un colegio católico en Illinois, donde la familia se trasladó por un período breve.
Su formación en Penn State University y su grado de abogado en la Dickinson School of Law no fueron ni más ni menos determinantes para su evolución ideológica de lo que fueron para otros conservadores menos apasionados por la causa religiosa. Y su vida profesional, antes de dedicarse a la política, como abogado del estudio Kirkpatrick & Lockhart (donde cabildeó para que se permitiera el uso de esteroides a los deportistas de lucha libre) no lo apartó en lo más mínimo de la trayectoria seguida por muchos otros conservadores, incluidos algunos de sus contemporáneos del Partido Republicano.
Quizá un momento clave llegó en 1990 con su entonces novia, Karen, una enfermera que estudiaba abogacía y cuyo padre, médico católico que atendía a pacientes que querían abortar, pero a quienes desaconsejaba hacerlo, le habló en profundidad de los grandes temas valóricos. Retrospectivamente, Santorum sitúa en esa relación su evolución ideológica más que en la universidad, donde en su condición de presidente de los College Republicans mantuvo posturas ortodoxas, pero no especialmente religiosas. Tampoco puede decirse que sus inicios en la política de ligas mayores, como asistente del senador John Heinz, republicano de Pensilvania, y de un senador estatal del mismo partido, lo marcaran de un modo notorio.
Lo cierto es que, cuando a los 32 años, logra la hazaña de entrar a la Cámara de Representantes derrotando a un demócrata que llevaba siete períodos, ya su transformación estaba en marcha. Había iniciado la formación de un matrimonio que tendría siete hijos (un octavo moriría) y en el que la religión jugaría un papel enorme. Entró al Senado apenas cuatro años después como parte de esa ola de nuevos dirigentes de derecha que, bajo la batuta de Newt Gingrich, logró arrebatar el control de la Cámara Baja a los demócratas después de cuatro décadas y que en dos años realizó algunas transformaciones importantes, especialmente presupuestarias y sociales, incluyendo la reforma de la asistencia social (welfare) para incentivar el sentido de responsabilidad y reducir la dependencia del Estado.
Su carrera en el Senado estuvo marcada por aspectos previsibles en alguien del Partido Republicano, como el apoyo al equilibrio presupuestario, recortes de impuestos y contradicciones entre la retórica fiscal y el voto a favor de varios proyectos de gasto beneficiosos para su estado. También, un respaldo sin fisuras a la agenda internacional de George W. Bush en lo que respecta a la guerra contra el terror, incluidas las invasiones de Afganistán e Irak, el uso de la tortura y la reclusión indefinida de sospechosos de terrorismo en Guantánamo. Pero no es esto lo que da notoriedad a su perfil público y lo acerca a la base radical del Partido Republicano, sino su perfil de "social conservative", como se conoce al activista valórico en este país.
Santorum tiene varios episodios que lo sitúan en el ala más confesional de la política estadounidense. Tanto así que sus episodios biográficos han pasado a ser interpretados en clave confesional. Por ejemplo, se pone énfasis a menudo en cómo, cuando perdieron un hijo a los pocos meses de nacido, los Santorum pasaron la noche junto a su cuerpo en el hospital y luego lo llevaron a casa para que sus hermanos lo pudiesen ver antes de enterrarlo.
El ex senador dijo muchas veces que está en contra de la separación entre el Estado y la Iglesia tal como se la practica en Estados Unidos y admitió haber sentido "ganas de vomitar" ante un discurso de John Kennedy de los años 60 en que éste, para tranquilizar a quienes veían con miedo su fe católica, defendió la independencia total de ambas esferas. Una entrevista que dio hace relativamente poco tiempo a la cadena ABC dejó en claro que, al igual que la derecha cristiana, Santorum ve la política como un medio indispensable para revertir el cambio cultural ocurrido en décadas recientes.
Santorum ha atribuido buena parte del escándalo internacional, originado en Estados Unidos y luego expandido a otras partes, por los casos de pedofilia en la Iglesia Católica a la pérdida de valores de la que culpa al liberalismo y la izquierda norteamericana. "El relativismo moral ha sancionado conductas morales privadas como modos de vida alternativos", escribió en un artículo titulado "Fishers of Men" (Pescadores de hombres). Continuó sosteniendo que "los sacerdotes, como todos nosotros, se ven afectados por la cultura… y cuando la cultura está enferma, todos los elementos se ven afectados en ella".
Es dentro de este esquema moral que Santorum ha sido especialmente duro con el matrimonio homosexual y en general con el amor físico entre parejas de un mismo sexo. En 2003, durante una entrevista, comparó el sexo entre homosexuales con el bestialismo. Ese mismo año abogó por una ley contra la sodomía y el adulterio. Pero su lucha contra las desviaciones morales no se circunscribe a combatir las prácticas homosexuales. También arremete consistentemente contra los anticonceptivos. Fue especialmente controvertida su oposición a la decisión de la Corte Suprema de revertir una ley que prohibía vender anticonceptivos a parejas casadas.
Sus intervenciones públicas desde hace varios años se hacen eco de su cosmovisión teológica. De allí que haya atribuido a "Satán" con frecuencia la relajación de los valores morales de la sociedad estadounidense y que responsabilice a la falta de fundamentos religiosos tradicionales en la política por lo que percibe como el avance del mal en esta sociedad. Su calificación de "teología mentirosa" para describir la fe de Barack Obama causó revuelto hace poco porque se la vio como una forma extrema de llevar la religión y la visión bíblica a la lucha electoral entre republicanos y demócratas.
Otro aspecto combustible de su credo es su antiguo respaldo al "diseño inteligente", como se conoce en Estados Unidos a una corriente de pensamiento con pretensiones científicas surgida para dar al creacionismo un fundamento intelectual más sólido en su rechazo a la teoría de la evolución. Sostienen sus defensores, agrupados en su momento en el Discovery Institute, pero luego en muchas otras organizaciones, que muchos aspectos del universo no se explican por un proceso de selección natural, sino por una inteligencia en acción que los hizo posibles deliberadamente. Aunque la comunidad científica rechaza el diseño inteligente por ser una "pseudo ciencia", un sector del "establishment" de derecha ha hecho campaña durante mucho tiempo para que en las clases de ciencia se enseñe esta doctrina. En 2001, Santorum hizo introducir, en la propuesta de ley conocida como "No Child Left Behind" que se convirtió en uno de los emblemas educativos de la era Bush, una enmienda que daría a los colegios la posibilidad de enseñar diversas teorías sobre el origen de la vida, entre ellas el diseño inteligente. Los críticos denunciaron esto como parte de una operación para desacreditar la teoría de la evolución mediante una sutil igualación de ciencias, pseudo ciencias y actos de fe. El Senado aprobó la ley con la enmienda, pero a la hora de conciliar las versiones de la Cámara Baja y la Cámara Alta los congresistas eliminaron ese aspecto.
Desde entonces Santorum ha debido matizar su postura -diciendo que en lugar de que se enseñe el diseño inteligente en clases de ciencia se debe enseñar los "problemas" y "agujeros" de la teoría de la evolución- pero no lo suficiente como para ser convincente.
Dice mucho sobre el Partido Republicano que nada de esto haya sido atacado por los rivales de Santorum, especialmente Romney, en las primarias. En voz baja se habla de la "inelegibilidad" del ex senador, lo que implica decir que sus posturas radicales en temas religiosos harían inelegible al candidato si compitiera con Obama, porque enajenarían el voto independiente. Pero la evidencia de que una parte muy grande de la familia conservadora respalda todas estas posturas hace imposible para un competidor en las primarias republicanas criticarlas. Romney prefiere centrarse en los votos contradictorios de Santorum en temas fiscales o su defensa, por ejemplo, de Alan Specter, un senador de Pensilvania moderado que luego defeccionó para pasarse al Partido Demócrata.
Dato curioso: un sector de la derecha que en su momento defendió las mismas cosas que Santorum hoy, por razones pragmáticas, respalda a Romney y apunta, desde fuera del partido, al grave riesgo que correría la oposición si presentara un candidato como el retador del favorito. Ann Coulter, la explosiva escritora y comentarista conservadora, por ejemplo, otrora crítica de Romney y hoy su capitulera, es una de las que en esta campaña sostiene que alguien como Santorum haría difícil que los republicanos derrotaran a Obama. En un artículo publicado hace dos semanas fue contundente: "Incluso cuando estoy de acuerdo con Rick Santorum, oírlo defender la postura casi me hace cambiar de opinión".
Para los demócratas y la Casa Blanca, Santorum es un verdadero regalo de los dioses. Mientras más tarde en retirarse de la contienda, más ventilación tendrán sus posturas en la prensa, creando en torno al Partido Republicano la percepción del extremismo teocrático. Pero Santorum está convencido de que, si logra que sea Gingrich el que se retire pronto, quedará a solas contra Romney con posibilidades de que la derecha radical lo lleve a la nominación, dando por descontado que el libertario Ron Paul, aun con su buen número de seguidores fanáticos, persigue un sueño imposible. Cierto o no, lo que está garantizado es que esta influente corriente de la derecha estadounidense siga ejerciendo su poder sobre el partido durante mucho rato más y eventualmente condicione la conducta del propio Romney ante Obama.

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