Rick Santorum, el retador
A estas alturas, el único que puede
detener al ex gobernador de Massachusetts, Mitt Romney, en la carrera
hacia la nominación del Partido Republicano es Rick Santorum, del que la
opinión pública internacional sabe muy poco y del que los propios
estadounidenses tampoco estaban demasiado enterados, con excepción de
los ciudadanos de Pensilvania y de quienes siguen los asuntos de la
política muy de cerca. Aunque es altamente improbable que logre su
propósito -tendría que llevarse el 60% de los delegados por elegirse de
aquí a junio-, lo interesante de Santorum es lo que nos dice sobre el
Partido Republicano y sobre los cambios sucedidos en la política
norteamericana desde los años 60.
Por lo pronto, su condición de católico
al que el conservadurismo religioso ve como portaestandarte de su causa
implica dos cambios fundamentales. El primero tiene que ver con su
partido. Hasta hace unos años, el catolicismo era sospechoso para la
derecha: una señal de desviación cultural y política con respecto a los
fundamentos de la república estadounidense. No se olvide que hubo épocas
en que los católicos estaban excluidos de todo cargo público y que el
Ku Klux Klan los tenía como uno de sus blancos predilectos. De allí que
todavía, años después, el catolicismo del demócrata John Kennedy fuese
motivo de tanta controversia para el sector tradicional del país. Hoy,
el catolicismo de Santorum es una forma de reacción contra las
desviaciones de la "contracultura" liberal y por tanto un bastión
conservador.
El segundo cambio que la fe de Santorum
ejemplifica tiene que ver con la cultura política de este país en
general. La influencia poderosa de la derecha cristiana, también como
reacción a la "contracultura" de los años 60, ha entrañado la alianza
del protestantismo con sectores católicos, exceptuando a Masachusetts,
donde todavía los católicos tienen vínculos fuertes con el establishment
demócrata y liberal en el sentido estadounidense del término. Su lucha
consiste en devolver a la vida pública un fuerte componente valórico
asentado en lo religioso: consideran que la política es un vehículo
indispensable para llegar a ese fin.
Es en este doble contexto -el de la
metamorfosis del Partido Republicano y el de la reacción cultural contra
la "liberación" de los años 60- que hay que leer la candidatura de
Santorum. No es que él ejemplifique mejor que otros estos fenómenos. En
cierta forma, los republicanos que están votando por él en estas
primarias llegaron a su candidatura por descarte, tras haber intentado
aupar a otras figuras conservadoras como Michele Bachmann, Rick Perry y
Herman Cain. Pero llegaron esencialmente por los motivos señalados, y, a
pesar del liderazgo de Romney en las primarias, con cierto éxito:
Santorum ha ganado los "caucus" o asambleas electorales de Iowa,
Minesota, Colorado y Dakota del Norte, y las primarias de Misuri,
Tennessee y Oklahoma. Además, es probable que, si no se hubiese dividido
el voto más conservador por la presencia de Newt Gingrich en la boleta,
hubiera ganado en Ohio, el estado clave del "supermartes" y uno de los
más importantes para la elección presidencial que tendrá lugar en
noviembre, donde Romney se impuso por apenas 1 %.
Los datos importantes de la biografía de
Santorum no indican, a priori, que todo estuviera encaminado para hacer
de él un cruzado moral. Hijo de un padre italiano que emigró a Estados
Unidos a los siete años y una madre de ascendencia tanto italiana como
irlandesa, sus raíces católicas no admiten duda, pero su crianza, sobre
todo en el estado de Pensilvania aunque naciera en Virginia, no fue
preponderantemente religiosa, con excepción del año que pasó en un
colegio católico en Illinois, donde la familia se trasladó por un
período breve.
Su formación en Penn State University y
su grado de abogado en la Dickinson School of Law no fueron ni más ni
menos determinantes para su evolución ideológica de lo que fueron para
otros conservadores menos apasionados por la causa religiosa. Y su vida
profesional, antes de dedicarse a la política, como abogado del estudio
Kirkpatrick & Lockhart (donde cabildeó para que se permitiera el uso
de esteroides a los deportistas de lucha libre) no lo apartó en lo más
mínimo de la trayectoria seguida por muchos otros conservadores,
incluidos algunos de sus contemporáneos del Partido Republicano.
Quizá un momento clave llegó en 1990 con
su entonces novia, Karen, una enfermera que estudiaba abogacía y cuyo
padre, médico católico que atendía a pacientes que querían abortar, pero
a quienes desaconsejaba hacerlo, le habló en profundidad de los grandes
temas valóricos. Retrospectivamente, Santorum sitúa en esa relación su
evolución ideológica más que en la universidad, donde en su condición de
presidente de los College Republicans mantuvo posturas ortodoxas, pero
no especialmente religiosas. Tampoco puede decirse que sus inicios en la
política de ligas mayores, como asistente del senador John Heinz,
republicano de Pensilvania, y de un senador estatal del mismo partido,
lo marcaran de un modo notorio.
Lo cierto es que, cuando a los 32 años,
logra la hazaña de entrar a la Cámara de Representantes derrotando a un
demócrata que llevaba siete períodos, ya su transformación estaba en
marcha. Había iniciado la formación de un matrimonio que tendría siete
hijos (un octavo moriría) y en el que la religión jugaría un papel
enorme. Entró al Senado apenas cuatro años después como parte de esa ola
de nuevos dirigentes de derecha que, bajo la batuta de Newt Gingrich,
logró arrebatar el control de la Cámara Baja a los demócratas después de
cuatro décadas y que en dos años realizó algunas transformaciones
importantes, especialmente presupuestarias y sociales, incluyendo la
reforma de la asistencia social (welfare) para incentivar el sentido de
responsabilidad y reducir la dependencia del Estado.
Su carrera en el Senado estuvo marcada
por aspectos previsibles en alguien del Partido Republicano, como el
apoyo al equilibrio presupuestario, recortes de impuestos y
contradicciones entre la retórica fiscal y el voto a favor de varios
proyectos de gasto beneficiosos para su estado. También, un respaldo sin
fisuras a la agenda internacional de George W. Bush en lo que respecta a
la guerra contra el terror, incluidas las invasiones de Afganistán e
Irak, el uso de la tortura y la reclusión indefinida de sospechosos de
terrorismo en Guantánamo. Pero no es esto lo que da notoriedad a su
perfil público y lo acerca a la base radical del Partido Republicano,
sino su perfil de "social conservative", como se conoce al activista
valórico en este país.
Santorum tiene varios episodios que lo
sitúan en el ala más confesional de la política estadounidense. Tanto
así que sus episodios biográficos han pasado a ser interpretados en
clave confesional. Por ejemplo, se pone énfasis a menudo en cómo, cuando
perdieron un hijo a los pocos meses de nacido, los Santorum pasaron la
noche junto a su cuerpo en el hospital y luego lo llevaron a casa para
que sus hermanos lo pudiesen ver antes de enterrarlo.
El ex senador dijo muchas veces que está
en contra de la separación entre el Estado y la Iglesia tal como se la
practica en Estados Unidos y admitió haber sentido "ganas de vomitar"
ante un discurso de John Kennedy de los años 60 en que éste, para
tranquilizar a quienes veían con miedo su fe católica, defendió la
independencia total de ambas esferas. Una entrevista que dio hace
relativamente poco tiempo a la cadena ABC dejó en claro que, al igual
que la derecha cristiana, Santorum ve la política como un medio
indispensable para revertir el cambio cultural ocurrido en décadas
recientes.
Santorum ha atribuido buena parte del
escándalo internacional, originado en Estados Unidos y luego expandido a
otras partes, por los casos de pedofilia en la Iglesia Católica a la
pérdida de valores de la que culpa al liberalismo y la izquierda
norteamericana. "El relativismo moral ha sancionado conductas morales
privadas como modos de vida alternativos", escribió en un artículo
titulado "Fishers of Men" (Pescadores de hombres). Continuó sosteniendo
que "los sacerdotes, como todos nosotros, se ven afectados por la
cultura… y cuando la cultura está enferma, todos los elementos se ven
afectados en ella".
Es dentro de este esquema moral que
Santorum ha sido especialmente duro con el matrimonio homosexual y en
general con el amor físico entre parejas de un mismo sexo. En 2003,
durante una entrevista, comparó el sexo entre homosexuales con el
bestialismo. Ese mismo año abogó por una ley contra la sodomía y el
adulterio. Pero su lucha contra las desviaciones morales no se
circunscribe a combatir las prácticas homosexuales. También arremete
consistentemente contra los anticonceptivos. Fue especialmente
controvertida su oposición a la decisión de la Corte Suprema de revertir
una ley que prohibía vender anticonceptivos a parejas casadas.
Sus intervenciones públicas desde hace
varios años se hacen eco de su cosmovisión teológica. De allí que haya
atribuido a "Satán" con frecuencia la relajación de los valores morales
de la sociedad estadounidense y que responsabilice a la falta de
fundamentos religiosos tradicionales en la política por lo que percibe
como el avance del mal en esta sociedad. Su calificación de "teología
mentirosa" para describir la fe de Barack Obama causó revuelto hace poco
porque se la vio como una forma extrema de llevar la religión y la
visión bíblica a la lucha electoral entre republicanos y demócratas.
Otro aspecto combustible de su credo es
su antiguo respaldo al "diseño inteligente", como se conoce en Estados
Unidos a una corriente de pensamiento con pretensiones científicas
surgida para dar al creacionismo un fundamento intelectual más sólido en
su rechazo a la teoría de la evolución. Sostienen sus defensores,
agrupados en su momento en el Discovery Institute, pero luego en muchas
otras organizaciones, que muchos aspectos del universo no se explican
por un proceso de selección natural, sino por una inteligencia en acción
que los hizo posibles deliberadamente. Aunque la comunidad científica
rechaza el diseño inteligente por ser una "pseudo ciencia", un sector
del "establishment" de derecha ha hecho campaña durante mucho tiempo
para que en las clases de ciencia se enseñe esta doctrina. En 2001,
Santorum hizo introducir, en la propuesta de ley conocida como "No Child
Left Behind" que se convirtió en uno de los emblemas educativos de la
era Bush, una enmienda que daría a los colegios la posibilidad de
enseñar diversas teorías sobre el origen de la vida, entre ellas el
diseño inteligente. Los críticos denunciaron esto como parte de una
operación para desacreditar la teoría de la evolución mediante una sutil
igualación de ciencias, pseudo ciencias y actos de fe. El Senado aprobó
la ley con la enmienda, pero a la hora de conciliar las versiones de la
Cámara Baja y la Cámara Alta los congresistas eliminaron ese aspecto.
Desde entonces Santorum ha debido
matizar su postura -diciendo que en lugar de que se enseñe el diseño
inteligente en clases de ciencia se debe enseñar los "problemas" y
"agujeros" de la teoría de la evolución- pero no lo suficiente como para
ser convincente.
Dice mucho sobre el Partido Republicano
que nada de esto haya sido atacado por los rivales de Santorum,
especialmente Romney, en las primarias. En voz baja se habla de la
"inelegibilidad" del ex senador, lo que implica decir que sus posturas
radicales en temas religiosos harían inelegible al candidato si
compitiera con Obama, porque enajenarían el voto independiente. Pero la
evidencia de que una parte muy grande de la familia conservadora
respalda todas estas posturas hace imposible para un competidor en las
primarias republicanas criticarlas. Romney prefiere centrarse en los
votos contradictorios de Santorum en temas fiscales o su defensa, por
ejemplo, de Alan Specter, un senador de Pensilvania moderado que luego
defeccionó para pasarse al Partido Demócrata.
Dato curioso: un sector de la derecha
que en su momento defendió las mismas cosas que Santorum hoy, por
razones pragmáticas, respalda a Romney y apunta, desde fuera del
partido, al grave riesgo que correría la oposición si presentara un
candidato como el retador del favorito. Ann Coulter, la explosiva
escritora y comentarista conservadora, por ejemplo, otrora crítica de
Romney y hoy su capitulera, es una de las que en esta campaña sostiene
que alguien como Santorum haría difícil que los republicanos derrotaran a
Obama. En un artículo publicado hace dos semanas fue contundente:
"Incluso cuando estoy de acuerdo con Rick Santorum, oírlo defender la
postura casi me hace cambiar de opinión".
Para los demócratas y la Casa Blanca,
Santorum es un verdadero regalo de los dioses. Mientras más tarde en
retirarse de la contienda, más ventilación tendrán sus posturas en la
prensa, creando en torno al Partido Republicano la percepción del
extremismo teocrático. Pero Santorum está convencido de que, si logra
que sea Gingrich el que se retire pronto, quedará a solas contra Romney
con posibilidades de que la derecha radical lo lleve a la nominación,
dando por descontado que el libertario Ron Paul, aun con su buen número
de seguidores fanáticos, persigue un sueño imposible. Cierto o no, lo
que está garantizado es que esta influente corriente de la derecha
estadounidense siga ejerciendo su poder sobre el partido durante mucho
rato más y eventualmente condicione la conducta del propio Romney ante
Obama.
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