16 marzo, 2012

Todos estamos hasta la madre


Luis González de Alba

“Estoy hasta la madre”, declaró José Azcona Juárez, “ya me harté, no saco ni para lo elemental (…) que me dejen trabajar, que vayan y se las cobren a quien se las hizo”, dijo con lágrimas ese dueño de una vulcanizadora sin ventas porque no se puede llegar a causa del n-ésimo bloqueo: los appos, los normalistas, y otras veces sus pinches madres (en serio: las he visto en el DF cuando, en el sexenio de Zedillo, se puso de moda “respetar” a quien cerrara vialidades). 
 


La primera vez, en protesta por exámenes estandarizados, pusieron unas cuantas piedras y unas cuerdas en Insurgentes Sur, mientras las patrullas cuidaban que ningún automovilista perdiera el control de su justificada furia. A las 8 pm se fueron a cenar, ver tele y dormir. A las 11 de la mañana siguiente allí estaban de nuevo… y las patrullas cuidándolos. En lo que iban a almorzar, el puesto lo guardaban sus mamases. ¡Oh, Gorki!


“Está bien que exijas tus derechos (…) Lo que no se vale es que vengas a pisotear mis más elementales derechos, ¡yo también soy pueblo!”, escribió en una pancarta el comerciante oaxaqueño José Azcona Juárez, desnudo. El derecho de manifestación se ganó hace tiempo. El de bloquear avenidas, carreteras, vialidades, jamás.


Los normalistas se niegan a ser evaluados: sin demostrar mi capacidad, quiero plaza, buen salario, vacaciones, huelgas pagadas, jubilación temprana y servicios funerarios. Derecho a vender o heredar mi plaza (sí, aunque ud. no lo crea)…


“¡Si no pueden renuncien!”, exclamó Alejandro Martí cuyo hijo fue secuestrado y asesinado. “¡Estamos hasta la madre!”, gritamos millones de mexicanos ante calles bloqueadas por los intocables SME, normalistas, y demás clientela política del PRI, ahora del PRD.


La zona más agradable de Guadalajara, desde hace 50 años, Lafayette-Chapultepec, está llena de restoranes, cafés, librerías, bares, muchos árboles, amplio camellón recién remodelado (y con el mosaico ya en pedazos a sólo dos años).


Y se está evaporando a gran velocidad: fue descubierta como zona de cacería: lap-tops arrebatadas en los café-internet, teléfonos, relojes. El gobernador entrega millones para el Santuario de los Mártires cuando urge una red de cámaras de vigilancia: los rateros llegan ecológicos en bicicleta, arrebatan lo que pueden y huyen. ¿Qué los atrae? La impunidad, el cien por ciento de impunidad.


Estamos hasta la madre del disfraz de hada amlo-rosa de LoLo, súbito Cristo: “Bienvenidos sean los que…”, así defendió a Bartlett, quien le dio a Salinas el triunfo contra Cárdenas en 1988: “Que tire la primera piedra quien esté libre de pecado…”, clama el neo-Cristo… y mete gol a Bartlett, pues Cristo lo dijo en defensa de una puta.


Hasta la madre de su cinismo: fue a congraciarse con la Coparmex, pero, memoriosos, algunos empresarios llevaban bien subrayado el Proyecto Alternativo de Nación (Reforma, 9/III). Le preguntaron si aún sostenía, como dice en su libro, que organismos como la Coparmex son enemigos de la democracia.


LoLo se anotó autogol: que el libro... ¡no lo escribió él!, confesó. Lo cual era obvio. Que sólo les hizo la introducción (!) a un grupo de intelectuales. (Y allí mismo les dejó ir otra introducción…) Además, gallina…


Cassez y Hank. Estamos hasta la madre de que los delincuentes escapen por errores al detenerlos y acusarlos. Hank Rhon se les rió por errores en las formas. Hay quien las llama formalismos leguleyos. Otros pensamos que las formas están ahí para defendernos cuando no seguirlas sea perder el caso.


Una encuesta para medir “qué piensan los mexicanos acerca de si es culpable o inocente Florence Cassez” no sólo es irrelevante, sino muestra de un pobre sentido de la justicia. En ninguna democracia se pone un veredicto a votación de la ciudadanía, lo emite un jurado aprobado, persona por persona, por fiscal y defensor.


Las formas legales están allí para protegernos a todos si tenemos la desgracia de caer en el molino de nuestro sistema jurídico. El ministro Arturo Zaldívar no se pronuncia acerca del veredicto, sino del vergonzoso proceso.


México, señaló Jorge Castañeda, defendió al más indefendible de los mexicanos, uno confeso de violación seguida de asesinato con repulsiva crueldad, porque no se había dado aviso al consulado mexicano.


Como en el caso Hank Rhon, donde no se probó que fuera inocente, con la probable secuestradora y torturadora la ley no cumplió con la ley.

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