Leo Zuckermann
Esta posición no es, de ninguna forma, una recomendación a votar por Peña o el PRI. Yo todavía no decido por quién votar, mucho menos me siento preparado para recomendar cómo hacerlo. Esto no me impide, sin embargo, opinar de por qué no creo que habría una regresión política en caso de que ganara el candidato del PRI.
Para empezar, me parece una gran simpleza analítica pensar que el resultado de una elección mandaría al caño todo lo que los mexicanos hemos logrado en materia de democracia liberal durante tantos años. De manera gradual, y fundamentalmente pacífica, México cambió para transitar a un régimen democrático. Hoy, gracias a estos cambios, tenemos una sociedad cada vez más plural, participativa y acostumbrada a las libertades. Tan sólo hay que ver las manifestaciones de este fin de semana en contra de la candidatura de Peña para darse cuenta de cómo el país ha cambiado. Dígame usted: ¿van a permitir estos estudiantes que regresemos a un régimen autoritario? Más aún: ¿vamos a permitirlo todos los que estamos a favor de la democracia liberal? ¿Nos vamos a arrugar frente a posibles intentos restauradores? No lo creo.
Pensar lo contrario, que es posible una restauración autoritaria, es pensar con miedo. Es suponer que lo logrado en materia de democracia es tan frágil que se puede romper en cualquier momento. No. Quizá yo sea un optimista, pero creo que los valores de la democracia liberal se han asentado durante estos años de cambio.
No sólo en México. El mundo entero ha cambiado. Hoy ya no estamos en el mundo bipolar de la Guerra Fría. Hoy la mayoría de las naciones son democráticas. Y hoy, a diferencia del pasado, existe un sinfín de medios alternativos de comunicación gracias al internet. Yo me pregunto: ¿es posible regresar al autoritarismo de las épocas de Díaz Ordaz o Echeverría cuando existen YouTube o Twitter? Tan sólo vea usted cuántos videos hay en la red sobre la visita de Peña a la Universidad Iberoamericana y cuántos sobre la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968.
La democratización en México ha significado la construcción de pesos y contrapesos institucionales. Hoy, por ejemplo, tenemos una Suprema Corte de Justicia que resuelve casos de la mayor importancia, con una pluralidad de opiniones y desafiando el poder presidencial. ¿Acaso los jueces van a dejar de desafiar al Ejecutivo tan sólo porque regresó el PRI a Los Pinos? A lo mejor algunos de ellos se dejan, pero conozco varios ministros que de ninguna manera van a hacerlo.
Otro ejemplo es el Banco de México que, a diferencia del pasado autoritario, cuenta con autonomía plena. Digamos que el nuevo presidente quisiera endeudar al país para embarcarse en un proyecto de corte populista como lo hicieron algunos mandatarios priistas del siglo XX. Pues el banco central, en ejercicio de sus facultades, subirá las tasas de interés para evitar la inflación. De esta forma, tendríamos una política fiscal activa y una monetaria restrictiva con un efecto neutro sobre la economía.
Los cambios institucionales han sido muchos durante estos años. En el Congreso, en los poderes locales, en instituciones autónomas como el IFE, el Tribunal Electoral, la CNDH o el IFAI. ¿Acaso un nuevo presidente priista los echaría para atrás? Pues no podría sólo con su partido ya que, para ello, necesitaría cambiar la Constitución, lo cual requeriría los votos del PAN o de la izquierda. Francamente no veo a estos partidos apoyando iniciativas de reforma constitucional dirigidas a una restauración autoritaria del PRI.
Y aunque se nieguen muchos a reconocerlo, también hay cambios en los medios de comunicación. Existen periódicos con líneas editoriales antipriistas que, me imagino, seguirán a pesar de que el PRI gane la elección. En el radio hay una gran pluralidad de opciones para las distintas audiencias. Hasta en televisión existen programas plurales donde se critica a todos los partidos e instituciones, incluidos el Presidente y las Fuerzas Armadas, que antes eran intocables. A lo mejor peco de ingenuo, pero no veo que, de pronto, porque el PRI ganó, termine la apertura y pluralidad en los medios para regresar a la censura y autocensura de antes.
No es que tenga fe en la cultura democrática de los priistas. Por el contrario: ya vimos que algunos de ellos, cuando se ven amenazados con críticas o protestas, responden con un impulso autoritario solicitando investigaciones y hasta castigos. En lo que tengo confianza es en la sociedad, instituciones y medios democráticos que se han construido estos años con mucho esfuerzo. De todos ellos dependerá si hay o no restauración autoritaria. Y como yo sí confío en ellos, no me imagino regresando al siglo XX, si es que gana el PRI.
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