1982-2018: sexenios sin PRD. Por estridencia pierden poder.
Carlos Ramírez
El principal mensaje que ha dejado
la enésima protesta postelectoral de Andrés Manuel López Obrador es el indicio
de que el PRD quedará otra vez al margen de la toma de decisiones por sexto
sexenio consecutivo.
Por tanto, la conclusión es sencilla: el PRD de López Obrador no lucha por la construcción de un país desde su porcentaje electoral sino que sus batallas se reducen a la de poder vía elecciones.disputa por espacios personales de poder vía elecciones.
Por tanto, la conclusión es sencilla: el PRD de López Obrador no lucha por la construcción de un país desde su porcentaje electoral sino que sus batallas se reducen a la de poder vía elecciones.disputa por espacios personales de poder vía elecciones.
De ahí que las grandes reformas que ha realizado el país desde el colapso económico de 1982 se hayan hecho no sólo sin el PRD -fueron priistas hasta 1987-, sino a pesar de la oposición perredista. Antes que propuestas de fondo negociadas en las instancias institucionales, el PRD ha reducido su forma de lucha a la protesta en la calle y a la toma de la tribuna legislativa.
Lo que viene es otro sexenio sin el PRD. Y aquí se ha publicado aquella acusación que hizo Jesús Reyes Heroles al Partido Comunista Mexicano el día en que esta organización socialista presentó su solicitud de registro como partido legal: "la derechización de un régimen es responsabilidad de la izquierda".
A lo largo de esos sexenios, el PRD ha disminuido su lucha a la mínima expresión de reconocimiento de triunfos electorales. Pero se ha quedado sin nada: no le han reconocido victorias presidenciales y tampoco ha entrado en el sistema de toma de decisiones institucionales para las reformas.
Por falta de una izquierda -socialista, progresista o hasta neopopulista-, el país sólo ha experimentado reformas neoliberales: la del Estado, la de la política económica, la de las privatizaciones y la de la prioridad macroeconómica.
De ahí que haya una especie de corresponsabilidad del PRD en la cifra de pobres en los últimos 40 años porque el perredismo se la ha pasado luchando por sus pedazos de pastel electorales y ha soslayado propuestas para combatir la pobreza y la desigualdad social.
Los otros mensajes que ha enviado la ciudadanía pesan sobre la oposición neopopulista-caudillista como una lápida: la primera alternancia presidencial pacífica durante el reinado priista se hizo hacia la derecha, hacia el PAN, a pesar de las luchas de la izquierda por la democracia; y la segunda alternancia democrática se dio para regresar al PRI a la Presidencia de la República, a pesar de la lucha perredista contra el pasado. La ciudadanía no confía en el PRD para entregarle la Presidencia de la República.
De ahí que López Obrador haya entendido las señalas sociales y por eso haya concluido que la única forma que tiene él y su fracción perredista para alcanzar el poder presidencial es a través de la insurrección callejera, sólo que con una base política previsible, limitada y centrada en el lumpenproletariado, la lumpenburguesía y ahora el lumpenestudiantado, pero olvidando que necesita un partido que sí tenga incidencia en las disputas por el poder.
Lo que queda de esta enésima protesta postelectoral de López Obrador es la percepción de que de nueva cuenta desconocerá el proceso institucional y obligará al PRD a no reconocer la presidencia de Enrique Peña Nieto durante el sexenio, pero condenando otra vez al PRD a auto excluirse de la toma de decisiones en las reformas: lo de menos es burlarse de los acuerdos PRI-PAN si en realidad son las fuerzas que están ya decidiendo las reformas estructurales.
En los cortes de caja sexenales, el PRD expriista podrá entregar cuentas de su coherencia política al negarse a avalar decisiones del poder, pero en su haber sigue acumulando el pasivo de su autoexclusión en las reformas: como izquierda nada hizo para evitar el programa de ajuste del gobierno de De la Madrid y la cesión de soberanía económica al FMI y al Banco Mundial y se la pasó protestando en el sexenio de Carlos Salinas mientras el priismo neoliberal hacía la reforma del Estado, privatizaba las empresas públicas e integraba la economía mexicana en el furgón de cola de la economía estadounidense.
En el sexenio de Zedillo el PRD buscó, durante la presidencia partidista de López Obrador, aliarse al PRI para reformas del Estado que consolidaban el modelo neoliberal de desarrollo, a cambio de algunas concesiones políticas.
Esa etapa fue calificada por Heberto Castillo como la de la lombardización del PRD, es decir, el modelo de Lombardo Toledano de una izquierda aliada al PRI para defender posiciones nacionalistas. En el sexenio de Fox, López Obrador utilizó todos los recursos del Estado para construir su candidatura presidencial y para administrar la ciudad con los métodos priistas del pasado.
Y en los sexenios de Calderón y el que viene de Peña Nieto, el PRD de López Obrador de nueva cuenta se marginará del sistema político con el argumento de que le robaron las elecciones pero sin atreverse a una ruptura institucional.
Lo peor del asunto es que López Obrador encabeza un movimiento antisistémico definido como antineoliberal y como tal tiene posiciones que defender, aunque al abandonar la relación con el PAN, con el PRI y con el presidente de la República también le ha dejado toda la libertad al PAN y al PRI para tomar la decisiones de reformas dentro del sistema institucional que van en contra de los ideales del neopopulismo lopezobradorista.
Así, López Obrador ha ganado la batalla política de desconocer el sistema institucional coronándose inclusive como "presidente legítimo" y gobierno para-lelos, pero a costa de quedarse fuera de las reformas que han negociado el PRI y el PAN y que se han aplicado por la ley democrática de la mayoría.
Otra cosa, sin duda, hubiera sido un PRD con 30% electoral durante el sexenio de Calderón con su participación más activa en el Congreso. Pero el electorado le mandó otro mensaje a López Obrador: un PRI con el 40% de voto presidencial, 7 puntos de ventaja sobre el PRD.
El verdadero fracaso de López Obrador no es electoral sino de partido porque ha desperdiciado el tercio de poder electoral del PRD en las decisiones de reformas y lo ha llevado a la calle sólo a protestar contra fraudes inexistentes.
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