Monexgate: todo acaba por saberse
Si algo nos enseña el mundo moderno,
es que todo acaba sabiéndose.
Un
día, Carl Bernstein, del Washington Post, llegó a la redacción del periódico y
se encontró con su jefe, Benjamin Bradlee, y le dijo: “He estado en la Casa
Blanca; me han negado toda relación con el Watergate”. Su jefe le respondió:
“¿Y qué esperabas?”. Él le contestó: “Es que yo no pregunté por el Watergate”.
Si
algo nos enseña el mundo moderno, es que todo acaba sabiéndose. Por eso es
necesario cuidarse siempre de los débiles, cuidarse de la parte más débil,
porque en algún lugar, en algún momento, los
nervios se pueden apoderar de alguien y ese alguien va a decir la verdad. Toda
la verdad.
Es
difícil explicar a los que están fuera de México qué pasa hoy en el país. Por
ejemplo, cuando se dice que alguien (AMLO, el candidato perdedor) quiere invalidar
las elecciones, ¿quién ganaría? La respuesta es, todos y nadie.
Ganaríamos
todos porque ganaría la
democracia, ganaría la historia, ganaría la moral del país.
Pero
los hechos son claros: uno, hubo un candidato que ganó, según arrojan los datos;
dos, está pendiente saber gracias a cuántas trampas ganó, sin olvidar que hasta ahora no se
miran las trampas de los perdedores; tres, ¿cuáles de esas
trampas se podrán probar?; cuatro, ¿qué significa todo esto?; cinco, ¿hay
alguna relación directa entre las trampas que se logren demostrar y la
contundencia del perdedor?; seis, ¿significa que si hubiera una decisión del
TRIFE que le impidiera ser declarado ganador y protestar a Enrique Peña Nieto,
entonces habría la oportunidad de contar los votos de otra manera para que
ganara López Obrador?
No,
claro que no. Significaría sólo, como pasó con el Watergate, como en los
grandes escándalos modernos, que llega un momento en que las trampas de los
políticos ya no se pueden ocultar.
Siempre
existe la posibilidad de que la verdad aparezca. Que se quiebre por la parte
más débil y, al final del día, que pase lo que pasa ahora: en un añito, todos
fuera. ¿Qué quiero decir? Que aunque haya que castigar a uno, ya sabemos que en
un año estará en la calle y se podrá ir a donde quiera con –¿qué le parece?–
unos 70 millones de dólares. A
usted y a mí nos parece mucho, pero ¿qué tanto es para la estabilidad del
Estado?... Nada.
Otra
cosa muy diferente es nuestra estabilidad moral y sentimental, y la condición
del silencio de los corderos. Eso no tiene precio, y si no tienen cuidado,
puede estallar por los aires. Mucha gente está verdaderamente irritada.
¿Quién
es –por seguir con el Watergate– el mayordomo de la operación Monexgate?
Después de 30 años, se jubilaba el mayordomo de la Casa Blanca. Le hicieron una
entrevista en televisión y al final (casi como el tema de Atenco en la Ibero)
le cuestionaron si era cierto que se grababan las conversaciones en el despacho
oval. El mayordomo dijo: “¿Por qué me pregunta eso?, he pasado 30 años de mi
vida sirviendo en la Casa Blanca, y nunca pensé que llegaría este momento: pero
sí, todas las conversaciones se graban”.
A
partir de allí, ya saben lo que pasó: una vergüenza, una dimisión, una
pesadilla nacional.
¿Por
qué recuerdo tanto ahora el caso Watergate? Por dos razones. Primero, porque
Nixon jamás pensó que su trampa se descubriría, pero se descubrió. Segundo, porque
deben saber todos los que hoy han vuelto de vacaciones, con el cerebro fresco y
el corazón hinchado, que los mexicanos esperan que ya no se les vea la cara, están cansados de que México, para el
mundo signifique corrupción. Deben saber que la cuerda siempre
se rompe por la parte más delgada.
PD.
Uno de los mejores vinos españoles contiene en su nombre la clave del asunto
Monex. No existe una cosecha 3400, pero sí existe una marca Marqués de
Murrieta, que encierra la clave de todo este lío. ¡Salud!
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