24 julio, 2012

MEXICANOS CONFÍAN Y OBRADOR NO ATINA.


Ricardo Alemán.

tenerconfianzaEn su momento, más de uno se mofó del expediente de invalidación electoral con que Movimiento Ciudadano intentó dar la estocada definitiva en este circo de tres pistas.
Algunos aseguraron que las mentes detrás de esos folios tenían como única intención ganar algo de tiempo. Y es que el tamaño y la forma en que presentaron su portafolio de pruebas lo hacían parecer el manuscrito de la Enciclopedia Británica.
 
Sin embargo, las autoridades electorales encontraron una buena ruta para sortear el papeleo y finalmente –luego de un primer acercamiento– vertieron una opinión sobre la "evidencia" de Obrador.



De acuerdo con el IFE, las pruebas de López y su gente no cubren los requisitos legales para tener valor probatorio. Es decir, que buena parte de los "argumentos" que han presentado los soldados de la democracia podrían pasar por chismes de vecindad.


El IFE habló de acusaciones sin datos duros, declaraciones sin firma, vídeos fuera de contexto y, en general, de habladurías sin valor legal.


¿Y eso qué quiere decir?


Que como hemos dicho en este espacio –igual que otras voces y plumas–, la llamada defensa del voto de López Obrador es una gran tomada de pelo, una verdadera pérdida de tiempo y un torpedo a la confianza en las instituciones mexicanas.


Una vez más, con pruebas, evidencias, datos duros y declaraciones válidas; es posible afirmar que López Obrador no sólo es un mal perdedor, además es un mentiroso.


Y es que sólo así se explica, por ejemplo, que de los 6 mil 294 objetos que presentó como parte de las pruebas del fraude, sólo 2 mil 171 tengan relación con Enrique Peña y su campaña.


Quizá lo único rescatable del asunto es que según una encuesta de BGC-Excélsior, el 47% de los votantes confía bastante o totalmente en el IFE.


Al mismo tiempo, el 54% de los encuestados considera que las elecciones en México han sido limpias; en tanto que el 73% de los entrevistados piensa que el voto hace una gran diferencia en lo que sucede en el país.


Es decir, que a pesar de las muchas voces que intentan vender fraudes y desconfianza, cada vez son más las y los mexicanos convencidos de que los procesos democráticos funcionan.


Cierto, un porcentaje considerable –53%–se dice poco o nada satisfecho con el desempeño de la democracia en México. Pero eso no eclipsa la sana lectura que puede darse al resto de las cifras: en el país son más los que deciden confiar en el IFE, en su labor y en sus resultados.


Y ahora que el llamativo juicio de impugnación quedó reducido a una tomada de pelo, sería saludable –y hasta lógico– que los números de confiados y convencidos aumenten día con día.

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