AMLO pone la agenda, Peña y Ebrard, callados
El tabasqueño no va a ceder su papel de líder indiscutible de la izquierda nacional. La gran duda persiste: ¿se atreverá algún día Marcelo a enfrentar a AMLO?
Leo
Zuckermann
Porque una oposición semileal como la lopezobradorista, cuando gana, acepta las reglas del juego y el resultado; cuando pierde, las desconoce. Esta semana, después de haber perdido de nuevo, se ha dedicado a repudiar la elección.
Muchos piensan que el López Obrador de 2012 es diferente al de 2006. Que, como hace seis años, está peleando por que se anule la elección dentro de las instituciones pero, a diferencia de los comicios pasados, no está movilizando a sus huestes. Es cierto. No por el momento, aunque ha habido algunas protestas callejeras de los estudiantes del movimiento #Yosoy132 con una agenda muy identificada con el lopezobradorismo.
El hecho es que la semana pasada vimos al mismo López Obrador de la campaña: un día combativo, denunciando fraude, hablándole a los radicales de su movimiento, y otro día más calmado, reclamando su derecho a impugnar la elección, serenando los ánimos, dirigiéndose a los más moderados y centristas que lo apoyan. ¿Cuál es el AMLO verdadero? Ambos.
Porque está calibrando qué le conviene. Está midiéndole el agua a los camotes para ver hasta dónde jala la liga de la radicalización y hasta dónde la de la moderación. Todo con un objetivo: mantenerse vivo, convertirse en la principal oposición al nuevo gobierno priista y, en el futuro, por qué no, volver a competir en 2018. ¿O todavía alguien piensa que el tabasqueño realmente se retirará a su rancho —cuyo extraño nombre es “La Chingada”—, como lo prometió a un grupo de empresarios en caso de perder?
La semana pasada, López Obrador fue el que fijó la agenda en los medios de comunicación. Algo que sabe hacer muy bien es inventar historias aunque sean irreales. Narrativas que convencen a parte de la opinión pública. En 2006 inventó el cuento del fraude, de una mafia que le robó la elección. Aunque no presentó ninguna prueba, de acuerdo a las encuestas, aproximadamente 40% de los mexicanos terminaron creyéndoselo.
Ahora está haciendo lo mismo: armando una nueva narrativa de la elección de 2012. No le ganaron; le volvieron a robar con todo tipo de prácticas fraudulentas, antes, durante y después de la jornada electoral. Sin embargo, ahora, a diferencia de 2006, su alegato está centrado en dos aspectos: las presuntas compras masivas de votos por parte del candidato ganador y el sesgo de los medios de comunicación, en particular Televisa, a favor de Peña.
No importa si hay o no pruebas contundentes que la autoridad pueda juzgar. Basta con tapizar su sala de prensa con tarjetas prepagadas de Soriana o decir que es del dominio público cómo la televisora impuso al candidato priista. Mucha gente acabará creyendo esta historia porque, para empezar, es propensa a creérselo y porque AMLO es un genio para machacar y re-machacar, un día sí y otro también, sus historias.
Aquí entran dos actores que, hasta ahora, han estado muy calladitos. En primer lugar, el candidato ganador. La semana pasada, Peña prácticamente desapareció de la palestra dejándole todo el terreno mediático a AMLO. Con la excepción de un par de entrevistas nacionales, muchas internacionales y las felicitaciones de mandatarios extranjeros por su victoria, el priista se mantuvo en silencio como si careciera de una estrategia para enfrentar las acusaciones de López Obrador.
Quizá estaba esperando el conteo oficial del IFE y su constancia de mayoría, pero el hecho es que, en algún momento, Peña tendrá que salir a defender la elección que ganó. Me sorprende que no lo haya hecho hasta ahora porque era previsible que, en caso de perder, López Obrador desconocería el resultado y la legitimidad del próximo presidente. ¿Acaso no estaba preparado el equipo de Peña para este escenario?
El otro que anda muy calladito es Marcelo Ebrard. Durante la campaña, muchos dijeron que era una lástima que no hubiera sido él el candidato presidencial de la izquierda. Pero Marcelo no se lo merecía porque no tuvo los tamaños para enfrentarse a López Obrador. Le cedió la candidatura a cambio de poner a Miguel Ángel Mancera como candidato a jefe de Gobierno del DF.
Ebrard, quien quiere ser presidente, pensó que ganando o perdiendo AMLO la elección de 2012, él se quedaba con buenas oportunidades para ir como candidato presidencial de la izquierda en 2018. López Obrador perdió, pero no se ve con muchas ganas que digamos de irse a “La Chingada” para darle paso a una izquierda postAMLO.
Ahí sigue: fijando la agenda de los medios, armando sus exitosas narrativas, manteniéndose vigente como uno de los personajes centrales de la política mexicana. Así no va a llegar Marcelo, no se diga a 2018, ni siquiera a 2013. Porque es muy claro, hasta ahora, que el tabasqueño no va a ceder su papel de líder indiscutible de la izquierda nacional. La gran duda persiste: ¿se atreverá algún día Marcelo a enfrentar a AMLO? Por lo pronto no y por eso sigue callado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario