Yuriria Sierra
La noche del domingo habrá sido la
primera de muchas noches complicadas que se le vienen a la izquierda
mexicana. Y no sólo por lo evidente, los resultados electorales, sino
por el trabajo que al interior de ella deberán hacer algunos de sus
líderes, que por fortuna son varios y afortunadamente no con esa imagen
mesiánica que abruma. La noche del domingo, el día de la elección, Andrés Manuel López Obrador
se reunió en su casa de campaña, en la colonia Roma, prácticamente con
todos los líderes de la izquierda mexicana. Debatieron posturas
encontradas, según le platicaron a esta periodista; estaban los
radicales y los más juiciosos y sensatos encabezados por Marcelo Ebrard y Cuauhtémoc Cárdenas. El tiempo corría y no se llegaba a un acuerdo.
Ya Josefina Vázquez Mota había salido a dar aquel mensaje valiente, donde aceptaba su derrota en las urnas, hasta Gabriel Quadri había hecho lo mismo y había exigido a AMLO que adoptara una postura institucional. Ya todos esperábamos sólo la reacción del perdedor, del que de sobra sabíamos que no es un buen perdedor: la reacción del candidato que, según los primeros números del PREP y las encuestas de salida, iba en segundo lugar; esperábamos su mensaje, aunque adivinando cuál sería su postura. López Obrador escuchaba a unos y a otros. Sabedor de los altos costos de su plantón en 2006, pero al mismo tiempo sabedor de que su futuro político (según el tipo de política que está acostumbrado a realizar) se encontraría en entredicho si salía a aceptar su inminente derrota. Al final fue casi una advertencia: “Si haces una locura, vas a poner en riesgo todo lo que sí tenemos ganado hoy, dos gubernaturas, el DF, una bancada muy importante en el Congreso”. Marcelo Ebrard, con mucho más visión de Estado que Andrés, trazó la ruta del reclamo institucional, al que todos los candidatos tendrían legítimo derecho. A regañadientes, AMLO no pudo sino aceptar la exigencia de su cuarto de guerra.
A lo largo del domingo los números iban llegando al cuartel de Andrés Manuel, números desalentadores. Eso hizo que Andrés Manuel arribara cinco horas después de lo esperado a las instalaciones del hotel Hilton, donde se había preparado su celebración, misma que se esperaba terminara en el Zócalo capitalino; celebración que, evidentemente, no llegó.
Necio e impulsivo como es, como ha sido retando siempre a las voluntades en su contra y a las instituciones, Andrés Manuel quiso salir desde el primer minuto en que se daban a conocer las tendencias y hablar de la existencia de un fraude, el cuento que siempre cuenta y que, por desgracia para él, termina siempre igual y termina jugando en su contra. Ya nos lo había adelantado unas semanas antes en Tercer grado: “Si no me hacen fraude, aceptaré el resultado”... O sea: si pierdo, diré que me hicieron fraude...
El encerrón que se tuvo el domingo por la tarde-noche terminó siendo un llamado a la contención por parte de ellos hacia AMLO, que tuviera un tono y un sentido institucional, que optara por los cauces legales. Lo lograron, parcialmente, no así evitaron que AMLO de nuevo entonara y leyera en voz alta, aunque reescrito para que no sonara igual, aquel cántico de fraude, de la democracia manipulada y de las voluntades compradas que por segunda vez consecutiva no le daban el chance y no hacían realidad su sueño de ser el Presidente de México.
Y ayer solicitó al IFE el “voto por voto, casilla por casilla”. Aseguró que buscarán por la vía legal que se abran los 300 distritos, o sea, casi un despropósito: abrir todas las casillas, aunque no haya denuncia de irregularidades. ¿Quiere ganar tiempo? Y si es así, ¿con qué propósito? Y es que la ley electoral marca que sólo se deben hacer los recuentos donde haya posibilidad de errores, denuncias o donde la diferencia entre el primero y el segundo lugar sea de menos de un punto porcentual. El IFE responderá hoy a su petición pero, por lo pronto, anunció que sólo se abrirán un tercio de los paquetes de la elección.
Y aunque AMLO no ha anunciado movilizaciones, aunque no hay de su parte una promesa, que en realidad sería más una amenaza, de utilizar la vía ilegal, se aplaude que esté agotando las instancias legales para que lo saquen de dudas aunque, en realidad, se debe reconocer que, detrás de ese mensaje apretadamente institucional y al menos momentáneamente están Marcelo Ebrard y Cuauhtémoc Cárdenas, a ellos hay que agradecerles que AMLO esté caminando por la vía institucional porque, si por él fuera... Al menos sabemos ya de cierto que el PRD y sus liderazgos ya no están dispuestos a embarcarse en una locura, la locura del Peje.
Ya Josefina Vázquez Mota había salido a dar aquel mensaje valiente, donde aceptaba su derrota en las urnas, hasta Gabriel Quadri había hecho lo mismo y había exigido a AMLO que adoptara una postura institucional. Ya todos esperábamos sólo la reacción del perdedor, del que de sobra sabíamos que no es un buen perdedor: la reacción del candidato que, según los primeros números del PREP y las encuestas de salida, iba en segundo lugar; esperábamos su mensaje, aunque adivinando cuál sería su postura. López Obrador escuchaba a unos y a otros. Sabedor de los altos costos de su plantón en 2006, pero al mismo tiempo sabedor de que su futuro político (según el tipo de política que está acostumbrado a realizar) se encontraría en entredicho si salía a aceptar su inminente derrota. Al final fue casi una advertencia: “Si haces una locura, vas a poner en riesgo todo lo que sí tenemos ganado hoy, dos gubernaturas, el DF, una bancada muy importante en el Congreso”. Marcelo Ebrard, con mucho más visión de Estado que Andrés, trazó la ruta del reclamo institucional, al que todos los candidatos tendrían legítimo derecho. A regañadientes, AMLO no pudo sino aceptar la exigencia de su cuarto de guerra.
A lo largo del domingo los números iban llegando al cuartel de Andrés Manuel, números desalentadores. Eso hizo que Andrés Manuel arribara cinco horas después de lo esperado a las instalaciones del hotel Hilton, donde se había preparado su celebración, misma que se esperaba terminara en el Zócalo capitalino; celebración que, evidentemente, no llegó.
Necio e impulsivo como es, como ha sido retando siempre a las voluntades en su contra y a las instituciones, Andrés Manuel quiso salir desde el primer minuto en que se daban a conocer las tendencias y hablar de la existencia de un fraude, el cuento que siempre cuenta y que, por desgracia para él, termina siempre igual y termina jugando en su contra. Ya nos lo había adelantado unas semanas antes en Tercer grado: “Si no me hacen fraude, aceptaré el resultado”... O sea: si pierdo, diré que me hicieron fraude...
El encerrón que se tuvo el domingo por la tarde-noche terminó siendo un llamado a la contención por parte de ellos hacia AMLO, que tuviera un tono y un sentido institucional, que optara por los cauces legales. Lo lograron, parcialmente, no así evitaron que AMLO de nuevo entonara y leyera en voz alta, aunque reescrito para que no sonara igual, aquel cántico de fraude, de la democracia manipulada y de las voluntades compradas que por segunda vez consecutiva no le daban el chance y no hacían realidad su sueño de ser el Presidente de México.
Y ayer solicitó al IFE el “voto por voto, casilla por casilla”. Aseguró que buscarán por la vía legal que se abran los 300 distritos, o sea, casi un despropósito: abrir todas las casillas, aunque no haya denuncia de irregularidades. ¿Quiere ganar tiempo? Y si es así, ¿con qué propósito? Y es que la ley electoral marca que sólo se deben hacer los recuentos donde haya posibilidad de errores, denuncias o donde la diferencia entre el primero y el segundo lugar sea de menos de un punto porcentual. El IFE responderá hoy a su petición pero, por lo pronto, anunció que sólo se abrirán un tercio de los paquetes de la elección.
Y aunque AMLO no ha anunciado movilizaciones, aunque no hay de su parte una promesa, que en realidad sería más una amenaza, de utilizar la vía ilegal, se aplaude que esté agotando las instancias legales para que lo saquen de dudas aunque, en realidad, se debe reconocer que, detrás de ese mensaje apretadamente institucional y al menos momentáneamente están Marcelo Ebrard y Cuauhtémoc Cárdenas, a ellos hay que agradecerles que AMLO esté caminando por la vía institucional porque, si por él fuera... Al menos sabemos ya de cierto que el PRD y sus liderazgos ya no están dispuestos a embarcarse en una locura, la locura del Peje.
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