Siguen pendientes respuestas a
muchas preguntas sobre la jornada. La primera, por supuesto, tendrá que
recibir cabal respuesta del IFE y luego del Tribunal: quién y por cuánto
ganó. Pero otras merecen un intento de respuesta desde ahora.
Primero las encuestas, que deben ser divididas en dos: aquellas
realizadas a pocos días de la elección, y las de salida el mismo día 1º.
Sobre las primeras, acertaron prácticamente todas en el orden de los
contendientes, pero la mayoría sobreestimaron al PRI por casi cinco
puntos en promedio, y subestimaron a AMLO en un par de puntos. Hace ocho
días dije en estas páginas que la ventaja de EPN sería ocho y 12
puntos, son siete. También que AMLO quedaría en segundo, pero con un
margen menor a los seis puntos con los aventajó a Josefina. Pensé
también que el PRI tendría mayoría en el Senado (está a un par de
escaños) y que tal vez la conseguiría en la Cámara, quizás éste fue mi
error más importante.
Los encuestadores darán su explicación sobre la brecha entre el promedio
de sus mediciones previas y el desenlace. Subrayo promedio: algunas se
alejaron más, otras se acercaron más. Aventuro unas hipótesis sobre las
encuestas previas: sí cambió la preferencia en la última semana por la
renuencia final, en particular de los jóvenes, a votar por el PRI; se
dio una movilización de votantes menos intensa entre ciertos operadores
priistas para no dar a EPN el mandato y la libertad que buscaba; hubo
una ligera inclinación hacia AMLO por parte de gente que hubiera votado
por el PRI de haber pensado que la contienda era más cerrada; fueron
sub-representados los jóvenes "pejistas" en las muestras, no por su peso
en la lista nominal, sino dentro del electorado realmente votante; por
último, hubo un voto oculto a favor de AMLO, en parte por miedo, en
parte por coraje, y en parte por vergüenza. Ninguno de estos factores
fue suficiente para cambiar el resultado, pero sí pueden explicar la
sobrestimación de Peña y la subestimación de AMLO. La explicación sobre
las diferencias en las encuestas de salida yace, tal vez, en el
ocultamiento del voto y la subrepresentación de los jóvenes "pejistas".
A menos de que alguien desmienta esta afirmación, otra vez no sabemos
por qué los mexicanos votamos como votamos. Las encuestas de salida
arrojan poca información para saber a ciencia cierta las razones del
"desastre" del PAN: no sólo el tercer lugar, no sólo a más de 10 puntos
del ganador, sino perdiendo la tercera parte de electorado de Calderón
en el 2006. ¿Por qué?
Abundan las explicaciones, cada una tan fundamentada como la otra, pero
tan carente de sustento en las encuestas de salida. Por mi parte quiero
creer que se debe a la guerra de Calderón. JVM fue la candidata de la
continuidad de un Gobierno monotemático: el combate al narco. Obviamente
sobran los contra argumentos: que la aprobación de Calderón es aún
relativamente alta; el que la fórmula panista de Senadores y/o JVM
ganaron en estados donde hay más militares y violencia como Nuevo León y
Tamaulipas; o que JVM, por una serie de razones personales y
partidistas, no fue la candidata que muchos esperaron.
Ante estos contra argumentos se puede replicar que se votó contra las
autoridades en estados agobiados por la guerra y a favor de las
autoridades donde no la hay. Votaron en contra en Nuevo León,
Tamaulipas, Coahuila y Veracruz porque ahí gobierna el PRI en
condiciones de violencia aterradora; votaron a favor de Mancera en el DF
porque la continuidad significa la ausencia de guerra; y votaron contra
Josefina a nivel nacional porque equivale a rechazar la continuidad de
la guerra de Calderón.
Veremos si con más datos (distrito por distrito) cuál de estas hipótesis
funcionan mejor para explicar el desplome panista; sabremos pronto
también si de las alternativas que sí se han propuesto a la guerra Peña
Nieto adopta alguna, o más bien persevera en el esfuerzo sangriento de
sólo combatir la violencia generada por la misma guerra. |
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