23 julio, 2012

El hoyo negro


El hoyo negro

Es hora de que exijamos cuentas claras del hoyo negro en que está convertido Pemex, de la que todavía hoy depende la estabilidad financiera de la nación.

Ramón Alberto Garza

Por más que se presuma de transparente, Pemex es el gran hoyo negro de las finanzas nacionales. 
Son tantos y tan millonarios sus contratos, son tan complejas sus relaciones con proveedores, son tan evidentes los privilegios para sus dirigentes sindicales, que son un descaro y una burla a la Nación.
 
Lo entendimos durante los casi 70 años años en que se utilizaban las chequeras del sindicato petrolero para triangularle el dinero a las campañas del PRI.



Hasta que en 1988 Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, creyó que podía cambiar el destino, operó en contra del candidato Carlos Salinas y a favor del oposicionista Cuauhtémoc Cárdenas. Pagó caro con su reclusión.


Salinas terminó minimizando al sindicato y traspasando el poder a un nuevo sindicato de cuello blanco que hoy se conoce como Pemex Interncional. Ahí está hoy el poder real de la paraestatal.


En la formalidad y en los discursos el petróleo es de todos los mexicanos. En la realidad es de un puñado de brokers internacionales que colocan el crudo mexicano en los mercados del mundo.


Nos dicen que ya no se construyen refinerías en nuestro país porque “ya no es negocio refinar”. Y nos quieren convencer de que el negocio está en perforar –en tierra o en mar abierto– de la mano de los Garza, de los Slim, de los Schlumberger o de los Halliburton.


Pero las refinerías texanas se disputan los millonarios contratos para surtir las gasolinas a un México cada día más importador de combustibles. Sin duda tienen alma de samaritanos. En un acto de gratitud y generosidad tendríamos que financiarles un Teletón petrolero.


Por eso no podemos ignorar la alerta que se evidencia en las estadísticas de la Comisión Nacional de Hidrocarburos y que revela un desorbitado crecimiento en las llamadas mermas petroleras. La diferencia entre lo que la paraestatal produce y lo que distribuye.


El asunto es escandaloso si consideramos que de cinco meses a la fecha, esas mermas se duplicaron y traen perdidos 70 mil barriles diarios de crudo.


Son 7 millones de dólares diarios. Más de 200 millones de dólares mensuales. Más de mil millones de dólares de enero a la fecha, mes en que se dispararon esas mermas que han llegado a picos de 89 mil barriles de petróleo diarios.


Hay que dejar en claro que no se trata de un ascenso gradual. Se da de la noche a la mañana, como por arte de magia, despertando todo tipo de hipótesis y especulaciones.


Y no podemos ignorar que ese brinco al doble en las mermas petroleras se da justo en el arranque del año de la sucesión presidencial, en la antesala del arranque de las campañas 2012.


Y conocemos de ese petróleo perdido justo cuando están bajo rigurosa investigación los montos de los financiamientos de todos los partidos. Y cuando ningún mexicano en su sano juicio acepta que se respetaron los topes de las campañas. Los excesos son evidentes.


Tampoco se puede pasar por alto esos mil millones de dólares de “mermas petroleras” en momentos en que nos enteramos que el último tesorero de Pemex –primo de actual director general de la paraestatal– es ahora un alto ejecutivo de la Banca de Inversión del muy cuestionado banco HSBC.


Ya es tiempo de dejar de aceptar con resignación que así es. Que Pemex es una catedral de la corrupción y de la impunidad.


Es hora de que exijamos cuentas claras del hoyo negro en que está convertida la paraestatal de la que todavía hoy depende la estabilidad financiera de la nación. 


Si a un hombre como Francisco Labastida, que fue secretario de Energía, candidato presidencial del PRI y hoy senador responsable de la comisión de energéticos tiene sus serias dudas… ¿cómo estará de sucio el negocio?

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