08 julio, 2012

Elección manchada

Martín Moreno

Cambiar votos por leche, pan y huevos.
López Obrador tiene derecho al exigir que se reabran casillas y se limpie la elección, a denunciar compra de votos, pero no lo tiene cuando da señales de que volverá la resistencia civil, hoy, injustificada.
Las casas encuestadoras han caído en un desprestigio casi generalizado, porque alguna firma haga una encuesta con la siguiente pregunta: ¿Qué tanto confías en las encuestas?

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La compra del voto no es nueva, pero nada ha hecho el IFE para evitar o sancionar esta práctica antidemocrática. “No es ningún secreto, se compran los votos y se coacciona. No sabemos cuánto”, asegura el politólogo Sergio Aguayo, investigador de El Colegio de México.
Hoy se sabe que tres días antes de la elección, priistas de Cuautitlán Izcalli repartieron tarjetas Soriana (SoPRIana, la bautizaron los tuiteros), cargadas con 700 pesos entre los vecinos.
El apretón: en menos de 24 horas, el Instituto de Verificación Administrativa del GDF clausuró dos tiendas Soriana por “incumplimientos en materia de protección civil”. La letra chiquita de la sanción bien podría decir: “Se aplicará a establecimientos comerciales que lucren con el voto”.
El gobierno de Marcelo Ebrard se erige en autoridad electoral de facto en la Ciudad de México, y la izquierda protesta —con cierta dosis de razón— por la compra del voto, pero da la espalda a la forma de operar del PRD en el DF: comprando votos a través de la Red Ángel, la estructura social-electoral más grande de México; obsequiando casas y terrenos al FPFV; regalando placas a los Pantera, ignorando a taxistas cumplidos, aunque no alineados. Todos tienen su Soriana en la cartera.
La compra de votos por parte del PRI fue escandalosa. Cierto. Y eso debe ser sancionado por el IFE e ir más allá: establecer mecanismos, desde hoy, para evitar que se repita en 2015.
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AMLO tiene un problema con los números: no es lo mismo 0.56% que siete puntos. Ya el Instituto Federal autorizó el “voto por voto” de 54.5% de las casillas electorales, para limpiar la elección. López Obrador, Monreal, Camacho y compañía saben que es imposible que la ventaja de Peña Nieto se revierta. Van por la anulación.
AMLO tiene derecho a presentar tres mil 500 tarjetas con las que presuntamente el PRI compró votos. La ley lo permite. Sin embargo, el conflicto es otro.
Pretender convertir a Leonardo Valdés en el Luis Carlos Ugalde de 2012 es innecesario. El miércoles fue golpeada su camioneta para evitar que entrara al Instituto. No es por ahí.
Podrá decir AMLO que él no agredió a Valdés. OK. Pero su discurso le marca el rumbo a sus simpatizantes, y resistirse a aceptar una derrota —ensuciada e influida por la compra del voto que también ha consolidado el PRD en el DF— sólo seguirá encendiendo los rencores sociales.
AMLO vale 15 millones de votos. Vázquez Mota 12 millones. Si unieran esfuerzos político-legislativos, se convertirían en un contrapeso para frenar los abusos que vienen del PRI. Despilfarrar esta fuerza sería tan lamentable como dañino para el país.
La ley le asiste a AMLO y a su equipo al presentar pruebas de que el PRI rebasó el tope de gastos de campaña con la presunta entrega de monederos electrónicos de Banca Monex por un monto de 230 millones de pesos. Que castigue el IFE.
Pero a lo que no tienen derecho es a trasladar a las calles su derrota y convertirla, otra vez, en agresiones, rencores y escupitajos a una democracia que más los necesita serenos e inteligentes que desquiciados y violentos.
A pelear en el Congreso, donde el PAN y el PRD serían contrapeso natural al PRI, al Verde y al Panal. Allí deben estar. Y no en las calles.
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GEA-ISA y Grupo Milenio ofrecieron disculpas por colocar a Peña Nieto con 18.4 puntos de ventaja sobre AMLO. La diferencia fue sólo de siete.
“En la última encuesta presidencial, los encuestadores tuvieron una actuación lamentable”, reconoció Ulises Beltrán, de BGC y Asociados.
“Las encuestas hicieron una ligera sobreestimación para Peña Nieto”, aseguró Francisco Abundis, de Parametría.
Disculpas. Excusas. Palabrería.
Lo cierto es que sólo tres de 11 estudios se acercaron al PREP. Únicamente Berumen y Asociados, que realizó una encuesta para el Observatorio Universitario Electoral —descalificada, paradójicamente, por su competencia—, ubicó en seis puntos a AMLO de Peña.
Los demás se equivocaron. Por metodología. O por interés personal.

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