Jorge Fernández Menéndez
Si las telenovelas suelen ser una
mala copia de la vida real, en ocasiones el cine puede recrear la
realidad y colocarla en una dimensión diferente. La película Salvajes (Savages, en su título original) es una muy buena historia sobre el narcotráfico en México y en Estados Unidos, basada en el libro de Don Winslow
del mismo título. Un autor que ha incursionado otras veces en el tema y
que ha logrado encontrar un ángulo alejado, en la medida en que eso es
posible en la literatura y el cine, de los estereotipos tradicionales
del tema del narcotráfico en México.
La historia de la película, en muy resumidas cuentas, es la de un cártel mexicano (que parece una síntesis de los Arellano Félix, con una lideresa equiparable a Enedina Arellano, aunque personificada por una bellísima Salma Hayek, lo cual hace una diferencia importante) que quiere quedarse con el control de una red de producción y distribución de mariguana de muy alta calidad en el sur de Estados Unidos; una red manejada por unos neohippies que resultan ser literalmente un trío: una muchacha rica que busca su destino, un ex militar de élite y un joven que está interesado en usar el dinero del narcotráfico para causas humanitarias, todo lo cual no impide que ellos mismos terminen también envueltos y sean víctimas y victimarios de la violencia. En el camino hay una altísima dosis de violencia, traiciones, operaciones para dejar el control del cártel de los Arellano en manos de un personaje casualmente llamado El Azul, de agentes de la DEA corruptos y de políticos y abogados ligados a cualquiera de las fracciones en lucha.
Es algo así como una mezcla, mejor lograda, de Traffic con Natural Born Killers, incluido un fantástico trabajo de edición y una muy buena banda sonora.
La película, lejos de churros que simplemente falsean la historia, como Colosio que está basada en la realidad aunque ésta, como suele suceder en estos temas, termina siendo siempre un poco parcial. Pero hay algunas ideas que están demasiado arraigadas como para incorporarlas a la trama, incluso en personajes tan controvertidos como Oliver Stone, según una plática que mantuvimos con el director de JFK, Nixon y muchas otras películas que abordan su visión del poder.
Paradójicamente, se refuerza la idea de que el narcotráfico en México está formado por cárteles poderosos e inmisericordes, pero que en Estados Unidos la droga se dispersa en una suerte de pequeñas células o grupos con comercio exclusivamente local. En un ámbito privan los intereses más descarnados, en el otro incluso hasta un cierto idealismo. Hace 17 años le pregunté lo mismo a Barry McCaffrey, entonces zar antidrogas de la Casa Blanca, y la respuesta fue similar a la que ahora podrían dar Stone o John Travolta, otro de los protagonistas: en Estados Unidos la droga se pulveriza en pequeñas redes que atienden distintas ciudades y regiones pero no existen capos o cárteles similares a los mexicanos o a los colombianos.
Seguramente no son similares pero tienen que existir: la droga al cruzar la frontera se tiene que depositar en algún lado, debe ser distribuida y los recursos que genera hay que invertirlos y alguien, algunos, tienen que tener control sobre ese proceso. Apenas anteayer nos enteramos de que el lavado de dinero del cártel de La Familia en Estados Unidos, que manejaba una mujer a quien apodaban La Bonita y que acaba de ser extraditada de la Unión Americana a México, era lavado a través de oficinas del Bank of America, el segundo banco más grande de ese país y, en la película Savages, vemos cómo agentes bursátiles manejan los recursos de la red local que trabaja desde la paradisíaca localidad de Laguna Beach.
En Salvajes la mariguana es el centro y la película funciona también como parte de una demanda que Stone, como muchos otros, sobre todo en California, han reiterado: la necesidad de legalizar las drogas. En última instancia la moraleja de la película es que si se legalizara la mariguana no tendría sentido la violencia ni habría posibilidad de la exportación de ésta por los cárteles mexicanos dentro de Estados Unidos. En parte, sólo en parte, es verdad, pero se suele olvidar que el corazón de ese comercio no está en la mariguana, sino en la cocaína, en las drogas sintéticas, en ocasiones en la heroína. Stone, como muchos otros, argumenta que precisamente por eso no sólo la mariguana sino todas las drogas deben ser legalizadas y simplemente regular su venta por el Estado. Puede ser, pero nadie termina calculando el daño para la salud pública de la sociedad.
Son reflexiones sobre una película que es y será muy exitosa, controvertida, que tiene un ritmo fascinante y que a diferencia de muchas obras que se han hecho sobre el tema, trata de salir de los estereotipos tradicionales y precisamente por eso vale la pena verla y confrontarla con la realidad.
La historia de la película, en muy resumidas cuentas, es la de un cártel mexicano (que parece una síntesis de los Arellano Félix, con una lideresa equiparable a Enedina Arellano, aunque personificada por una bellísima Salma Hayek, lo cual hace una diferencia importante) que quiere quedarse con el control de una red de producción y distribución de mariguana de muy alta calidad en el sur de Estados Unidos; una red manejada por unos neohippies que resultan ser literalmente un trío: una muchacha rica que busca su destino, un ex militar de élite y un joven que está interesado en usar el dinero del narcotráfico para causas humanitarias, todo lo cual no impide que ellos mismos terminen también envueltos y sean víctimas y victimarios de la violencia. En el camino hay una altísima dosis de violencia, traiciones, operaciones para dejar el control del cártel de los Arellano en manos de un personaje casualmente llamado El Azul, de agentes de la DEA corruptos y de políticos y abogados ligados a cualquiera de las fracciones en lucha.
Es algo así como una mezcla, mejor lograda, de Traffic con Natural Born Killers, incluido un fantástico trabajo de edición y una muy buena banda sonora.
La película, lejos de churros que simplemente falsean la historia, como Colosio que está basada en la realidad aunque ésta, como suele suceder en estos temas, termina siendo siempre un poco parcial. Pero hay algunas ideas que están demasiado arraigadas como para incorporarlas a la trama, incluso en personajes tan controvertidos como Oliver Stone, según una plática que mantuvimos con el director de JFK, Nixon y muchas otras películas que abordan su visión del poder.
Paradójicamente, se refuerza la idea de que el narcotráfico en México está formado por cárteles poderosos e inmisericordes, pero que en Estados Unidos la droga se dispersa en una suerte de pequeñas células o grupos con comercio exclusivamente local. En un ámbito privan los intereses más descarnados, en el otro incluso hasta un cierto idealismo. Hace 17 años le pregunté lo mismo a Barry McCaffrey, entonces zar antidrogas de la Casa Blanca, y la respuesta fue similar a la que ahora podrían dar Stone o John Travolta, otro de los protagonistas: en Estados Unidos la droga se pulveriza en pequeñas redes que atienden distintas ciudades y regiones pero no existen capos o cárteles similares a los mexicanos o a los colombianos.
Seguramente no son similares pero tienen que existir: la droga al cruzar la frontera se tiene que depositar en algún lado, debe ser distribuida y los recursos que genera hay que invertirlos y alguien, algunos, tienen que tener control sobre ese proceso. Apenas anteayer nos enteramos de que el lavado de dinero del cártel de La Familia en Estados Unidos, que manejaba una mujer a quien apodaban La Bonita y que acaba de ser extraditada de la Unión Americana a México, era lavado a través de oficinas del Bank of America, el segundo banco más grande de ese país y, en la película Savages, vemos cómo agentes bursátiles manejan los recursos de la red local que trabaja desde la paradisíaca localidad de Laguna Beach.
En Salvajes la mariguana es el centro y la película funciona también como parte de una demanda que Stone, como muchos otros, sobre todo en California, han reiterado: la necesidad de legalizar las drogas. En última instancia la moraleja de la película es que si se legalizara la mariguana no tendría sentido la violencia ni habría posibilidad de la exportación de ésta por los cárteles mexicanos dentro de Estados Unidos. En parte, sólo en parte, es verdad, pero se suele olvidar que el corazón de ese comercio no está en la mariguana, sino en la cocaína, en las drogas sintéticas, en ocasiones en la heroína. Stone, como muchos otros, argumenta que precisamente por eso no sólo la mariguana sino todas las drogas deben ser legalizadas y simplemente regular su venta por el Estado. Puede ser, pero nadie termina calculando el daño para la salud pública de la sociedad.
Son reflexiones sobre una película que es y será muy exitosa, controvertida, que tiene un ritmo fascinante y que a diferencia de muchas obras que se han hecho sobre el tema, trata de salir de los estereotipos tradicionales y precisamente por eso vale la pena verla y confrontarla con la realidad.
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