¿Son determinantes los números fiscales?
Se observa a diario que no solo las
revistas especializadas, sino los noticiosos televisivos, en programas
radiales, los periódicos y hasta las conversaciones sociales giran en
torno a indicadores coyunturales: el humor de los gobernantes,
anécdotas y trascendidos políticos de pasillo, la inseguridad, los
montos de las exportaciones, la falta de justicia, la evolución del
turismo, manipulaciones en el tipo de cambio, el volumen de los
depósitos, la marcha de la industria automotriz, los vericuetos de la
construcción, el gasto, la deuda y el déficit públicos, el desempleo,
la corrupción, desajustes actuariales en sistemas estatales de
pensiones, la inflación, las operaciones en el mercado inmobiliario, la
venta de electrodomésticos, las reservas netas de la banca central,
las proyecciones del producto bruto y demás datos del momento, cifras,
ratios y evaluaciones que prácticamente ahogan toda otra consideración
sobre el fondo de los problemas.
Tal vez convenga hacer un alto en el
camino y mirar las cosas con otra perspectiva y preguntarnos si
realmente la raíz del problema son los antedichos guarismos o estos son
meras consecuencias y efectos circunstanciales de algo de mucho mayor
calado.
Veamos el asunto despacio. Lo primero es
concluir que el ser humano necesita operar sin cortapisas en base a
sus potencialidades en busca de sus personalísimos caminos, respetando
iguales posibilidades de otros. El libre albedrío es lo que caracteriza
al hombre y lo diferencia del resto de las especies conocidas.
Rebajarlo a la condición de oveja que obedientemente sigue los pasos de
la majada bajo la dirección de un omnipotente y omnisciente pastor lo
degrada, humilla, pervierte y empobrece en grado superlativo.
Entonces, si la vida misma y la
definición del ser humano estriba en su libertad y consiguiente
responsabilidad, las imposiciones y el uso de la fuerza agresiva lo
cosifican y asfixian el eje central de su dignidad. No es entonces una
cuestión de contar con pan y circo aunque lo uno y lo otro se vayan
evaporando como resultado del autoritarismo, se trata de algo de
categoría más elevada de lo cual depende lo demás. Liberar las energías
creativas permite mejores niveles de vida pero el punto de partida no
es lo crematístico sino el oxígeno vital de la libertad. En múltiples
ocasiones he citado un pensamiento de Alexis de Tocqueville tomado de
su obra The Old Regime and the French Revolution que ahora vuelvo a
reproducir debido a su notable sabiduría: “De hecho, aquellos que
valoran la libertad por los beneficios materiales que ofrece nunca la
han mantenido por mucho tiempo […] El hombre que le pide a la libertad
más que ella misma, ha nacido para ser esclavo”.
Supongamos que fuera posible que un
régimen totalitario pudiera hacer que todos sus súbditos fueran
millonarios, de que sirve si nadie puede elegir los contenidos de los
colegios de sus hijos, si no hay justicia, si se retiene el fruto de
sus trabajos para propósitos con los que no concuerdan, si se destruye
la moneda, si los medios de comunicación están amenazados o en manos
del oficialismo, si no se puede ahorrar en los activos que se desean,
si el comercio exterior está estatizado, si se obliga a subsidiar
actividades que no se estiman prioritarias, si las cargas tributarias
siempre son crecientes, si no hay, en fin, seguridad para la propiedad
ni para las personas. ¿De que sirven los millones si lo esencial se ha
perdido? Más aun, como se ha puntualizado, a la postre, una y otra vez
se pone en evidencia que, además, la manía planificadora y estatista
termina por reducir los ingresos de todos menos los de los megalómanos
en el poder que se enriquecen a costa de los gobernados.
No se trata de abandonar las referencias
estadísticas respecto a lo que sucede, se trata más bien de no perder
de vista lo vital y crucial en nuestras vidas. Paradójicamente, se
suele desdeñar y menospreciar las referencias a la bendición de la
libertad estimándolas como disquisiciones “filosóficas” en un sentido
peyorativo, mientras que las cifras del producto bruto y semejantes
serían manifestaciones de “practicidad” con lo que evidentemente se
pretende poner el carro delante de los caballos confundiéndose causas
con consecuencias.
Wilhelm Röpke ha escrito en su obra
traducida al castellano con el título de Más allá de la oferta y la
demanda que “La diferencia entre una sociedad abierta y una sociedad
autoritaria no se basa en que en la primera haya más hamburguesas y
heladeras. Se trata de sistemas éticos-institucionales opuestos. Si se
pierde la brújula en el campo de la ética, además, entre muchas otras
cosas, nos quedaremos sin hamburguesas y sin heladeras”.
Antes he consignado que el hombre no
puede dejar de ser libre en el sentido de que se ve impelido a tomar
decisiones. Si, así es, paradójicamente se ve forzado a ser libre. No
puede renunciar a su naturaleza, no puede convertirse en un avión ni en
una lapicera, es un ser humano y como tal debe decidir constantemente
entre diversos cursos de acción. Incluso cuando decide quedarse quieto
está eligiendo, prefiriendo y optando. También cuando delega sus
decisiones en otro, está revelando su libertad. En resumen, el ser
humano es libre a pesar suyo. Ahora bien, esa libertad puede ser ancha
como un campo abierto o puede convertirse en un sendero estrecho,
angosto y oscuro en el que apenas se pasa de perfil. Lo uno o lo otro
dependen de que los hombres entre si no restrinjan la libertad del
prójimo por la fuerza. No dejamos de ser libres porque no podemos volar
por nuestros propios medios, ni dejamos de gozar de la libertad porque
no podemos dejar de sufrir las consecuencias al cometer actos
estúpidos, ni somos menos libres debido a que no podemos desafiar las
leyes de gravedad ni las ineludibles leyes biológicas. Solo tiene
sentido la libertad en el contexto de las relaciones sociales y, como
queda dicho, se disminuye cuando otros hombres se interponen
recurriendo a la violencia.
Se necesita prestar mucha más atención a
los fundamentos de la libertad, es decir, a la razón misma que
caracteriza la existencia del ser humano. No es cuestión de dejarse
envolver en estadísticas y perder de vista la dirección hacia lo
propiamente humano. Hace mucha falta repasar el significado y la
trascendencia de la libertad y no distraerse con fuegos de artificio,
lo cual no solo es contraproducente, sino que se corre el riesgo de
perder el rumbo. Y no es cuestión de rendirle obligado, superficial y
desteñido tributo a la libertad mientras las faenas cotidianas van en
otro sentido. Muy acertado está Anthony de Jasay cuando escribe que
“Amamos la retórica y la palabrería de la libertad a la que damos
rienda suelta más allá de la sobriedad y el buen gusto, pero está
abierto a serias dudas si realmente aceptamos el contenido sustantivo
de la libertad”.
De tanto descuido de lo principal por lo accesorio termina por olvidarse el motivo esencial de lo que se hace, lo cual me recuerda un cuento de Hans Christian Andersen en el que un fulano concentrado en el adorno de su casa abandonó la atención a los cimientos por lo que a poco andar se le desplomó la vivienda. Revisar los cimientos en nuestro caso significa, por ejemplo, estudiar, entender y difundir el significado de la propiedad privada como institución vital de una sociedad abierta. Estar atento a la calidad de los cimientos es no dar nada por sentado en cuanto a los fundamentos filosóficos, éticos, jurídicos y económicos de la convivencia civilizada.
De tanto descuido de lo principal por lo accesorio termina por olvidarse el motivo esencial de lo que se hace, lo cual me recuerda un cuento de Hans Christian Andersen en el que un fulano concentrado en el adorno de su casa abandonó la atención a los cimientos por lo que a poco andar se le desplomó la vivienda. Revisar los cimientos en nuestro caso significa, por ejemplo, estudiar, entender y difundir el significado de la propiedad privada como institución vital de una sociedad abierta. Estar atento a la calidad de los cimientos es no dar nada por sentado en cuanto a los fundamentos filosóficos, éticos, jurídicos y económicos de la convivencia civilizada.
El concepto que venimos elaborando en
cuanto a distinguir lo principal de lo accesorio es lo que hace que el
premio Nobel en Economía James M. Buchanan se declare alejado de la
coyuntura y escriba en Freedom in Constitutional Contract que “Mi rol
como cientista social-cum-filósofo es abrirme paso en la jungla que
describe las percepciones de la realidad para introducir orden
conceptual. Este esfuerzo tiene un propósito dual de proveer un mejor
entendimiento de lo que observamos y dejar sentado algunas bases para su
mejoramiento. Tal como personalmente concibo este rol, la
productividad social del análisis abstracto es alta”.
Todos estamos interesados en que se nos
respete, por ende, todos tenemos la obligación de contribuir al
estudio, la difusión, el sostenimiento y la manutención de la sociedad
abierta. De lo contrario, será como el soneto que escribió Albrecht
Haushofer en su prisión por reaccionar contra Hitler cuando ya era
demasiado tarde, después de haber distraído con nimiedades y datos
inconducentes los crímenes nazis como profesor de coyuntura histórica
en el Instituto Alemán de Política: “Me acusa el corazón de negligente/
por haberme dormido la conciencia/ y engañarme a mi mismo y a la
gente/ por sentir la avalancha de inclemencia/ y no dar voz de alarma
claramente”. Fue ejecutado de un tiro en el cuello por un oficial de la
SS.
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