¿Sucumbirá México ante el chantaje de López Obrador, el “Huno Tabasqueño”?
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Atila López-Chávez frente al IFEPor Ricardo Valenzuela
Uno de los acontecimientos históricos más analizado, admirado y criticado por infinidad de intelectuales, historiadores y políticos durante los últimos 2000 años, es el nacimiento, desarrollo y destrucción del Imperio Romano. Los romanos llegaron a controlar un imperio que cubría bajo su manto, casi la totalidad del mundo conocido en esa era desde el norte de África, gran parte del medio oriente, hasta algunas regiones de Inglaterra.
Son muchas las teorías que tratan de explicar ese gran evento conocido como; La Caída del Imperio Romano puesto que, durante siglos se le consideraba como algo indestructible y, en especial, luego se convertiría en el gran parte aguas de la humanidad. La desintegración del imperio romano, provocaba la humanidad iniciara un retroceso que la transportaría a una penosa era, la que algunos expertos llaman el periodo de las tinieblas.
El Imperio, en la era de su mayor esplendor, cubría el sur de Europa, todas las regiones colindantes al Mediterráneo, gran parte del Medio Oriente y el norte de África. Sin embargo, jamás pudieron extender sus tentáculos al norte de Europa por una simple razón. Era región habitada por una serie de tribus las que los romanos bautizaran como Los Bárbaros del norte y, de esa forma, describían las impresionantes e interminables hordas que se podrían haber confundido con hambrientos y feroces lobos, destruyendo todo a su paso.
Sin embargo, sí los romanos trataban de evadir esas salvajes bestias, ellos, consientes del gran temor que provocaban, iniciarían una serie de invasiones en las regiones norte del imperio ante lo cual, el Cesar en turno, en lugar de enfrentar tales agresiones fuerza con fuerza, simplemente sucumbía ante los chantajes barbáricos pagando en oro las fútiles promesa de no continuar sus avanzadas.
El temor de los romanos era tal que, a través de negociaciones diplomáticas, logran el que los salvajes acepten la visita a sus regiones del hijo de uno de sus Generales, un joven llamado Flavius Aetius, en algo que se pudiera identificar como el origen de los intercambios estudiantiles. A cambio, los bárbaros enviarían a las cortes romanas otro joven de sólo 12 años de nombre Atila, lo cual, le permitió conocer las entrañas de su futuro y ya muy odiado enemigo.
Después de años al regreso a Roma de este particular interno, Flavius Aetious, a pesar de su juventud, hace una sombría advertencia: “Los bárbaros continuaran incrementando las cantidades de sus chantajes y cuando sus exigencias no se puedan cumplir, iniciarán una invasión a Roma para destruirla.”
Cuando el Consejo de sabios asesorando al Cesar, reciben tal reporte, sin darle importancia le preguntan “¿Por qué afirmas eso? Durante muchos años hemos detenido sus avanzadas pagando el precio convenido.” Es cuando el joven soldado responde. “Por dos motivos, el primero es que al permitir sus chantajes, Roma ha mostrado su debilidad y su temor ante un animal rabioso. El segundo, haber tenido la oportunidad de conocer a quien se perfila como el próximo Rey de esos bárbaros; Atila.” El grupo consejero, bastante confundido, pregunta “¿Cual es el problema con Atila? Aquí lo tuvimos de huésped.”
Es cuando el joven militar responde: “Atila es el gran destructor quien además, ha clavado en su mente el irracional objetivo de conquistar Roma a costa de lo que sea y para él, el chantaje ha sido solo la preparación del terreno en donde se llevará a cabo la batalla. Atila ya conoce muy bien Roma y sueña en convertirse en el Cesar para llevarla a su destrucción.”
Pero el reporte del inexperto joven no era bien recibido por el Consejo de Hombres sabios por lo que deciden ignorarlo y proceder al envío anual del precio del chantaje, que cada año se multiplicaba. Sin embargo, poco tiempo después se enfrentan con aquella pesadilla histórica cuando Atila, el azote de Dios, se plantaba frente a Roma para iniciar su bloqueo de cinco años y, de esa forma, encender la mecha de la caída del Imperio.
Cualquier similitud del presente mexicano con la triste caída del Imperio Romano, por supuesto que no es pura coincidencia. Es la historia que se repite y tal vez las únicas diferencias son que México nunca alcanzó el nivel de grandeza que exhibía el glorioso imperio romano y, en especial, los modernos bárbaros invadiendo México, no proceden del norte, son los bárbaros del sur. México, durante años sucumbió al chantaje de nuestros enguarachados bárbaros y, ahora, utilizando la misma estrategia, exigen el premio mayor; México entero y lo más grave, parece que algunos titubeamos.
Los chantajes de nuestros bárbaros se iniciaron hace años y ante la indiferencia de la ley, simplemente reforzaban sus estrategias de violencia extrema, habiendo comprobado su gran efectividad para el logro de sus objetivos. Son muchas las referencias que desfilan frente a la pantalla de la historia. Desde el triste Zapatour, navegando luego hacia los macheteros de Atenco, la propia e ilegal elección de AMLO como alcalde del DF, ataques de perredistas al Congreso de la Nación, los dineros de Bajarano, saboteo e incendio de pozos petroleros, hasta arribar a nuestro tropical Atila frente al IFE con sus rabiosas turbas sedientas de sangre.
Por más que trato, me resulta imposible visualizar a un Al Gore, quien en el año 2000 perdiera la elección presidencial en los EU por los 500 votos de Florida, provocando agresivas concentraciones, bloqueando y saboteando calles, avenidas, carreteras y, sobre todo, amenazando Apocalipsis si el fallo final de la suprema corte no le hubiera favorecido. No puedo imaginar la posibilidad del alcalde de la ciudad de Washington, no solo participando y permitiendo tales barbajanadas, sino, como es bien sabido en el caso del DF, financiando el terror con los cofres públicos de la ciudad.
Atila se encuentra plantado frente al IFE (Instituto Federal Electoral) y yo me pregunto ¿Los mexicanos vamos a permitir su avance? ¿Sucumbirá el país entero ante el chantaje de este Huno Tabasqueño? Este iluminado, como Atila, conoce bien los intestinos de la bestia, las veredas ocultas y las catacumbas de la vieja política. Aquella que se operaba en los sótanos de Gobernación y, al igual que el Rey de los Hunos, ahogando de resentimiento, sediento de sangre y sin escrúpulo alguno, al precio que sea se prepara para invadir territorios para luego destrozarlos. ¿Lo vamos a permitir?
Finalmente, me hago otra pregunta ¿Cómo es posible que alguien haya pensado un hombre de ese perfil puede regir los destinos de México? ¡Pero no encuentro la respuesta! ¿Se avecina otra revolución mexicana sobre las mismas bases falsas de la primera? Eso parece, pues el azote de los mexicanos afila ya su cimitarra.
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