05 julio, 2012

Todavía hay tiempo


Pablo Hiriart

López Obrador tiene que serenarse ahora o el país puede entrar en una espiral de confrontación que no sabemos dónde ni cuándo va a terminar. De seguir en su actitud de impugnar toda la elección del domingo porque “hubo fraude”, nos vamos a estrellar.
 
No se va a contentar con 40 mil ni 80 mil ni con todas las casillas que se abran. Siempre encontrará causas abstractas para evitar reconocer que fue vencido.
 
 Las mentes más lúcidas que lo acompañan y que ganaron el domingo, como Miguel Mancera, Graco Ramírez, el presidente del PRD y en cierto modo Marcelo Ebrard, tienen la responsabilidad de acotarlo.
López Obrador y sus compañeros de coalición saben que no hubo tal “fraude”.



Con qué intención alienta el enojo de sus seguidores, como el grupo #YoSoy132, y les da tela para arremeter contra la democracia y las instituciones electorales.


¿Por qué el engaño? ¿Hasta dónde quiere llegar?


Hay quienes pensamos —ojalá equivocadamente— que quiere la ruina institucional y la confrontación entre mexicanos para gobernar sobre las cenizas de la nación.


“No podemos aceptar resultados fraudulentos”, dijo el lunes, y los integrantes del #132 ya marchaban por las calles. Al día siguiente acordonaron el IFE con gritos de “mueras” contra el Instituto y “mueras” a Peña Nieto.


Ayer pasó lo mismo, y él sigue montado en un fraude que no va a probar porque no existió.


Si la elección fue un fraude, Mancera, Graco, Núñez y todos los que ganaron senadurías y diputaciones por el PRD o la alianza de izquierda, tienen dos opciones: renunciar a sus triunfos para no ser parte del “fraude”, o desautorizar el lenguaje de confrontación de López Obrador.


Aunque se le sumen a él todos los votos nulos de la elección, López Obrador no gana.


Hay quienes dicen que se va a calmar pronto, que necesita tiempo para asimilar la derrota. ¿Y mientras?


Por ahora siembra el encono contra personas e instituciones sin hacerse responsable de las consecuencias que tendrán sus dichos y acciones.


Lo que es peor: López Obrador está generando una polarización difícil de parar. Pronto se le sumarán otros actores al #132 y eso sólo se frena con el más indeseable de los recursos del Estado: la fuerza.


¿Eso quiere? ¿Vender con sangre su derrota para fastidiar a Calderón y manchar de entrada a Peña?
¿O generar una revuelta incontrolable que termine con él en Palacio Nacional?


Lo que vivimos es delicado y la salida no está en manos de los magistrados del TEPJF, que sólo velan por la legalidad de la elección.


La salida está en manos de Mancera, Ebrard, Graco, Núñez y demás miembros de la coalición de izquierda, que con todo mérito obtuvieron triunfos en la elección del domingo.


Todavía hay tiempo. No mucho.

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