02 agosto, 2012

¿Ataques temerarios?


¿Ataques temerarios?

Obrador sigue insistiendo en que él tiene una categoría moral superior: puede darse el gusto de no tener que explicar si paga o no impuestos.

Jorge Fernández Menéndez
 
“El 50 por ciento de la gente no vota y el 50 por ciento no lee los periódicos. Espero que sean el mismo 50 por ciento” decía alguna vez el ayer fallecido Gore Vidal, uno de los mejores escritores de la historia de Estados Unidos. Y tenía razón, pero no siempre tenemos esa suerte, menos aun cuando desde los partidos se insiste en impulsar políticas de desinformación para sus respectivos electores.



Al PRD le parece “temerario” que la empresa Soriana esté acusando a su candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, a su coordinador de campaña, Ricardo Monreal, y al presidente del partido, Jesús Zambrano, de instigar las acciones violentas que esa empresa sufrió, incluida una serie de atentados, el más reciente en Monterrey, desde que esos tres dirigentes insistieron públicamente en que Soriana era parte del supuesto fraude en el reciente proceso electoral.


Nunca han podido confirmar sus acusaciones con datos duros, pero López Obrador y sus seguidores, una y otra vez, durante todo el pasado mes, han insistido en el fraude, en la participación de esa empresa de tiendas de autoservicio en el mismo (y también de la empresa financiera Monex) y han montado toda una historia que no se sostiene más que en sus dichos.


Han organizado manifestaciones contra esa empresa, bloqueos, autoridades capitalinas han clausurado con argumentos inverosímiles algunos de sus locales y finalmente ha habido atentados. Pero que se diga que las acusaciones continuas (aunque sean sin fundamentos) han sido la causa de esos ataques a los dirigentes involucrados les parece “temerario”.
En realidad, lo “temerario” (e irresponsable) es presentar una y otra vez como fundadas acusaciones en contra de personas o empresas simplemente para tratar de justificar una derrota electoral. Ocurrió hace seis años y se vuelve a repetir ahora.


Pero en el caso de López Obrador viene sucediendo desde que inició su carrera política:


Como alguna vez hemos dicho, cuando dejó el PRI porque no le dieron la candidatura para alcalde de Macuspana, en su natal Tabasco; volvió a pasar en dos ocasiones cuando perdió, ya como perredista, las elecciones de gobernador; lo repitió en su partido cuando no ganó alguno de sus candidatos, incluso en procesos internos (¿alguien puede olvidar el episodio de Juanito?), y obviamente en las dos elecciones presidenciales en las cuales ha participado.


Pero todo eso se ha combinado, desde 2005 hasta ahora, en forma cada vez más intensa, con agresiones a personas o empresas que no coinciden con el dos veces candidato y las agresiones de todo tipo se han combinado con ataques de otras características:


Carlos Ahumada pasó varios años en prisión en condiciones muy duras por denunciar y evidenciar la corrupción de los funcionarios lopezobradoristas, comenzando por René Bejarano, pero éste apenas si pisó la cárcel (bueno, es un decir, su celda parecía parte de un spa) y ahí sigue, como uno de los personajes de mayor peso dentro de la estructura del PRD y del lopezobradorismo.


Hay empresarios y personajes que han sido descalificados de todas las formas posibles y son calificados como parte de la mafia que domina el país, según López Obrador, pero sólo hasta el momento en que se convierten en sus seguidores y, por lo tanto, en empresarios “nacionalistas”; hay medios de comunicación que durante años impulsaron, sobre todo cuando estuvo en el GDF, su candidatura, pero ahora, como eso se ha revertido, son parte, también, del fraude.


La paradoja sigue siendo que mientras todo eso se denuncia, mientras los ataques son durísimos contra sus adversarios, mientras éstos sufren incluso atentados, Andrés Manuel López Obrador sigue insistiendo en que él tiene una categoría moral superior:


Puede darse el gusto de no tener que explicar si paga o no impuestos y ni siquiera de qué vive; puede decir que sus fundaciones, como Honestidad Valiente, no tienen por qué pagar ISR ni explicar de dónde provienen sus recursos; puede asegurar que por supuesto no hubo triangulación de recursos entre esas fundaciones y su campaña sin mostrar prueba alguna que permita confirmarlo y puede denunciar a las autoridades que lo ponen en entredicho.


No es nuevo. Lo que llama la atención es que haya todavía quienes se sorprendan con ello.


Habrá que recurrir, una vez más, a las reflexiones de Gore Vidal, y pensar que esa mitad que no vota y esa mitad que no lee los periódicos no son efectivamente los mismos o que, como él también dijo:


“No es suficiente tener éxito, otros deben fallar”.

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