02 agosto, 2012

Un partido atrapado por el presente


Un partido atrapado por el presente

Humberto Musacchio*   

El Partido Acción Nacional vive días amargos. Perder unas elecciones que implican dejar el poder —el que puede, el presidencial— es causa de duelo en cualquier formación política, pero es también momento de analizar causas, señalar errores y buscar remedios. Algo de todo eso hay en el PAN, pero…



Ya se sabe que la victoria tiene muchos padres, pero que la derrota es huérfana. Hasta donde se avizora, no hay en la hueste azul quien se haga cargo de los daños, pero en voz alta y sotto voce se intercambian acusaciones, lo que revela un clima poco propicio para el debate sereno.


En ese ambiente de recriminaciones mutuas, se ha llegado a decir que Acción Nacional está en riesgo de desaparecer. En el campo de la política todo o casi todo es posible, pero parece poco probable que el PAN simplemente se esfume y deje el escenario nacional, donde ha estado presente por casi tres cuartos de siglo.


Los partidos políticos con arraigo, que es el caso del PAN, tienen ataduras grandes con la historia. El Partido Nacional Revolucionario —abuelo del PRI— nació por la aglutinación de fuerzas ordenada por Plutarco Elías Calles. Fue aquella una medida autoritaria, pero profundamente racional, pues los contingentes salidos de la Revolución corrían el riesgo de destruirse entre sí.


Unirlos en la idea de que todos representaban el mismo interés y organizar el reparto del pastel entre ellos fue un acto visionario del llamado Jefe Máximo, resultado de su conocimiento de los hombres y de sus ambiciones, pero también del pasado inmediato, en el que halló puntos comunes y una simbología que aportó las necesarias señas de identidad.


El caso del PRD es distinto, pues surgió de la confluencia del Partido Comunista y de varios núcleos marxistas con la llamada ala izquierda del PRI, donde estaban los cardenistas y los marxistas desencantados que en diversos momentos se refugiaron en el partido tricolor, el único que ofrecía posibilidades de empleo y carrera política.


La fundación del PRD fue la concentración de fuerzas que obedecían más o menos al mismo impulso y que hacían suyas las principales gestas del pueblo mexicano, sus tendencias igualitarias y sus deseos de pan y justicia.


Acción Nacional, igualmente, desciende de fuerzas que han estado presentes y actuantes en la historia de México. No es casual que algunos sectores del panismo reivindiquen la figura de Iturbide y que durante décadas asumieran un hispanismo que entendían como suma de lengua, religión y costumbres.


Si esa nostalgia colonial por España la han cambiado por una decidida simpatía por el american way of life, hija es ésta de los tiempos y de las conveniencias, pues el ejercicio del poder impone normas que frecuentemente contradicen los códigos ideológicos y obligan a desecharlos.


Una fuerza tan arraigada en la historia de México no puede desaparecer del panorama electoral ni es aconsejable diluir sus referentes ideológicos, pues toda fuerza política requiere ser identificable. Las pretensiones de Felipe Calderón de mantener el control de su partido seguramente se verán frustradas cuando termine su sexenio.


Se impondrá finalmente el conjunto de tendencias que representan intereses, posiciones e ideas no en todo ni siempre similares, pero sí capaces de coexistir y manejarse dentro de un ambiente de concordia elemental.


El PAN parece atrapado por el presente, pero tiene pasado y un patrimonio ideológico para enfilarse hacia el futuro. México necesita una derecha inteligente que haga un contrapeso constructivo a otras tendencias políticas.
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