Por
Esteban ZAMORA
“Cuando los nazis vinieron por los comunistas / me quedé
callado; / yo no era comunista. / Cuando encerraron a los socialdemócratas /
permanecí en silencio; / yo no era socialdemócrata. / Cuando llegaron por los
sindicalistas / no dije nada; / yo no era sindicalista. / Cuando vinieron por
los judíos / no pronuncié palabra; / yo no era judío. / Cuando vinieron por mí
/ no quedaba nadie para decir algo”.
El párrafo anterior, atribuido a veces a Bertolt Brecht, fue
escrito por Martin Niemöller, pastor luterano encarcelado en 1937 por
su oposición a Hitler, internado en los campos de concentración de los nazis y
liberado en 1945, al término de la guerra. Antes de ser canciller, Hitler
le había prometido bajo su palabra de honor que no promulgaría leyes anti
eclesiásticas ni habría linchamiento de judíos, pero una vez afianzado en el
poder el “fuhrer” se empeñó en la extinción de los judíos y trató de
“arianizar” las iglesias al prohibir que acogieran en su seno a toda personas
que fuera descendiente de judíos.
El texto citado, además de ser
un reproche a la fría indiferencia ante la injusticia, constituye un acto de
contrición por la falta de solidaridad ante el sufrimiento causado por la
arbitrariedad y el abuso. Niemöller explica así la causa de su pasividad
ante los atropellos de los nazis:
“Yo
también creía firmemente, dado el antisemitismo difundido en Alemania en esa
época, que los judíos tenían que renunciar a obtener puestos de Gobierno o
escaños en el Reichstag. Había muchos judíos, especialmente entre los
sionistas, que tenían un punto de vista similar. La promesa de Hitler me satisfizo
en esa época. Por otra parte, yo odiaba el creciente movimiento ateo, apoyado y
mantenido por socialdemócratas y comunistas. Su hostilidad hacia la Iglesia
hizo mantener mis esperanzas en Hitler por una temporada. Ahora estoy pagando
ese error; y no solo yo, también otros miles de personas como yo”.
El recuerdo de esta historia
viene al caso ante la sospechosa “renuncia” de Pedro Ferriz de Con a seguir
trabajando para la Cadena 3 de la televisión y para el diario Excélsior.
El comunicador no ha querido, hasta el momento, externar las causas de su
presunta dimisión y se ha concretado, después de afirmar que “se están gestando
cambios de conciencia”, a decir “fíjense lo que es la ironía de la vida: yo que
me dedico a hablar necesito un tiempo para callar, para reflexionar, y
por lo mismo callaré un rato”, y en un programa de radio anunció: “en algún
momento regresaré con más ímpetu”.
El silencio de Pedro Ferriz se
ha interpretado, con suficientes visos de verosimilitud, como una regresión
anticipada –después de un respiro de 12 años de libertad– a los viejos tiempos
del PRI autoritario que mantenía confinados dentro de estrechos límites a la
actividad informativa.
El periodista José Castellanos,
en un artículo reciente, nos invitaba a recordar la conferencia que dio en
México el líder polaco Lech Walesa a principios de la alternancia del año 2000,
en la que nos advirtió que debíamos esforzarnos por que el PRI no volviera al
poder cuando menos en 18 años para impedir las regresiones como las que han
dado en algunos países europeos que estuvieron sometidos al dominio de la
Unión Soviética pues de otra manera no se podría suprimir los mecanismos que le
dieron sustento a la llamada dictadura perfecta.
Es necesario, por lo tanto, multiplicar las voces de
alerta, no vaya a ser que cuando vengan por nosotros ya no quede nadie para
hablar en nuestra defensa, y para los que conocimos y sufrimos al viejo PRI esa
eventualidad no sería improbable ni remota. No nos esperemos a tener que
lamentar el error de nuestra pasividad.
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