Para Yoani Sánchez
Para Marino Murillo, vicepresidente cubano y padre que, hace pocos días, vio partir una hija hacia el exilio.
“Papi tú no te vayas a meter en nada”, le aconseja la hija desde el otro lado de la línea. La misma hija que hace unas semanas le envió algo de dinero y un paquete con medicinas y ropa. Esa que emigró hace una década y desde Berlín es el soporte principal de la familia que se quedó en La Habana. El padre traga en seco cada vez que su primogénita le repite –vía telefónica– que no se involucre en tareas del Partido Comunista, ni del Comité de Defensa de la Revolución y mucho menos se deje utilizar en ningún mitin de repudio contra opositores. “Oye, aquello está a punto de caerse y tú eres el que te vas a quedar embarrado”, le remacha la insistente joven. De manera que el obediente jubilado ha bajado en varios grados su intolerancia ideológica, moderado esa rabia que le producían los que estaban en contra de “su Comandante” y hasta ha escondido su carné de militante en el fondo de una gaveta.
“Papi tú no te vayas a meter en nada”, le aconseja la hija desde el otro lado de la línea. La misma hija que hace unas semanas le envió algo de dinero y un paquete con medicinas y ropa. Esa que emigró hace una década y desde Berlín es el soporte principal de la familia que se quedó en La Habana. El padre traga en seco cada vez que su primogénita le repite –vía telefónica– que no se involucre en tareas del Partido Comunista, ni del Comité de Defensa de la Revolución y mucho menos se deje utilizar en ningún mitin de repudio contra opositores. “Oye, aquello está a punto de caerse y tú eres el que te vas a quedar embarrado”, le remacha la insistente joven. De manera que el obediente jubilado ha bajado en varios grados su intolerancia ideológica, moderado esa rabia que le producían los que estaban en contra de “su Comandante” y hasta ha escondido su carné de militante en el fondo de una gaveta.
Se le
ve cambiado. Cuando alguien le habla de política salta hacia el tema del
clima o del béisbol. A esos vecinos disidentes a los que les negaba el
saludo les ha vuelto a hablar e incluso a guiñarles un ojo con
complicidad. Ya las reuniones de la asociación de combatientes le
parecen tan aburridas, los periódicos tan vacíos, las consignas tan
falsas… ni siquiera enciende la televisión cuando hay discursos
oficiales. ¿Qué le ha ocurrido? Una mezcla de frustración, molestia ante
la pensión bajísima, la corrupción imperante y el aplazamiento
indefinido de los sueños. Pero en su caso los hijos han sido el
principal catalizador de la inconformidad, el mentís más rotundo que
hubiera podido recibir su ideario. La mayor vive en Europa y el más
pequeño cruzó en balsa el estrecho de La Florida. Ninguno quiso quedarse
a esperar los frutos del sistema por el que “papá tanto luchó”.
Después
de la partida de sus “niños”, ha descubierto en sí a un hombre más
moderado, capaz de aceptar que los hijos de otros también se vayan sin
por ello correr a lanzarles huevos o insultos. No permite que nadie
llame a sus vástagos “traidores” y ha aprendido que el inglés que habla
su nieta nacida en Arkansas no es –para nada– la lengua del diablo .
Además, las vitaminas que le envían son tan buenas, el gel para el dolor
de espalda de tanta calidad, los dólares por la Western Union tan
oportunos… En fin, que es un hombre diferente. El próximo octubre volará
hacia Estados Unidos a visitar a los suyos y planea no regresar. Se irá
sin hacer ruido, sin despedirse, sin siquiera darse de baja del único
partido en el que militó. Se irá sin retractarse públicamente de nada,
sin pedirle disculpas a ninguno de esos inconformes a los que hace
décadas insultó, escupió, denigró. Se irá.
La
mayor vive en Europa y el más pequeño cruzó en balsa el estrecho de La
Florida. Ninguno quiso quedarse a esperar los frutos del sistema por el
que “papá tanto luchó”.
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