Destrucción masiva
Han llegado a México, a sus
instituciones, armas de destrucción masiva y están siendo usadas por miles de
mexicanos. Porque naturalmente, ¿quién puede no estar de acuerdo con que no se
roben la elección presidencial? ¿Quién no va a estar de acuerdo en que no se
pueda comprar la presidencia?
Antonio Navalón
La sospecha en México forma parte de nuestra vida.
Siempre hemos tenido razones muy importantes para desconfiar de todo y de
todos. Son demasiados ya los años en los que nos han tomado el pelo, nos han
robado y nos han abusado.
Este año, debido al tema de las elecciones estamos
batiendo un verdadero récord. No porque estos políticos de hoy sean peor que
los del pasado sino porque ahora gracias al avance de la comunicación y del
gran uso de las redes sociales, se puede mantener ardiendo la llama de la convicción
o de la desconfianza.
Han llegado a México, a sus instituciones, armas de
destrucción masiva y están siendo usadas por miles de mexicanos. Porque
naturalmente, ¿quién puede no estar de acuerdo con que no se roben la elección
presidencial? ¿Quién no va a estar de acuerdo en que no se pueda comprar la
presidencia? ¿Quién no va a querer que no le insulten el hambre y la esperanza,
el futuro y el bolsillo a través de comprar nuestro voto?
México tiene un grave problema de fe en sus
instituciones que solamente es comparable a la brecha social suicida que
sexenio tras sexenio consideramos que no sólo es normal que siga existiendo
sino que se haga más y más grande. Los políticos piensan que la gente aguantará,
pero todo comienza a apuntar que eso ya no será así.
Le reprocho a Andrés Manuel López Obrador que jugara
con cartas marcadas. Desde el primer momento lo hizo todo de tal manera que,
pasara lo que pasara, él resultara –si no era el candidato ganador- como el
hombre que realmente había ganado pero a quien una vez más le habían robado la
elección presidencial.
¿Se la han robado de verdad? Es decir, hace seis años
hablar de una diferencia de 0.56 por ciento de votos de desventaja daba
ciertamente la posibilidad de que hubiera sido un robo, pero ahora, 3.5 millones de votos es
otra historia. Es una historia en la que ahora no se puede
llegar al principio de los tiempos para analizar, de verdad, que era lo que
faltaba.
Sobra hambre, sobre manipulación, sobra dinero y
sobran malas practicas. El
problema es que no estamos ninguno haciendo que el país sea más serio, más
solvente y más estable.
López Obrador quiso envenenar esta elección y lo ha
conseguido del todo. Siempre existió la posibilidad de que todo no fuera
perfecto. Lo sospechábamos. Ahora, lo hemos comprobado.
Pero de eso a sembrar el odio contra una cadena de
supermercados o la duda general sobre que las instituciones mexicanas nunca
harán nada y que por lo tanto todo poder en México es bastardo, es una apuesta
que nos somete a todos a pagar las consecuencias de vivir sin esperanza, sin
legitimidad y sin fe.
Gran desafío tiene el presidente cuasi electo, Enrique
Peña Nieto, y su equipo para lograr plantear y explicar de manera clara y no
solamente con 140 caracteres, las mentiras, los abusos, pero sobre todo la
masacre institucional en la que nos han metido a todos como país.
Pase lo que pase ya perdimos todos. O dígame usted, en
nuestro país, hoy en día, ¿quién se puede fiar de qué y de quién?
Ahora, el camino es claro. Lo más importante no es
sólo conseguir que Peña Nieto pueda entrar a protestar como Presidente de la
República de manera normal y no necesite hacerlo por la puerta de atrás, y que
como está sucediendo ya haya equipos secretos que trabajen en sedes
alternativas por si acaso lo de San Lázaro no se puede dar.
Eso es sólo una parte, la menos importante. Lo
verdaderamente imprescindible es lograr que la gente pueda tener una mínima
sospecha, no del tipo de las que hoy tenemos, sino de que no todo fue sucio,
falso, bastardo e ilegítimo en estas elecciones presidenciales.
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