02 agosto, 2012

Instituciones y cultura

Instituciones y cultura

Cultura




Por Armando Ribas
Tengo la impresión de que a partir de la palabra institución surgen grandes dudas y confusiones en la evolución de la realidad política. Si nos referimos a las distintas definiciones del Diccionario de la Academia Española, nos encontramos ante un vacío existencial en términos políticos. Institucionalidad en términos políticos es más un juicio de valor que un concepto. O si se prefiere un concepto cargado de valor. A partir de ese concepto se pretende juzgar la evolución ética, política y económica de los distintos países. Es mi criterio que tal pretensión padece de un defecto de origen.

La segunda problemática que presenta el análisis político, se refiere al concepto de cultura. Allí nos encontramos casi sin quererlo ante lo que considero un callejón sin salida. La supuesta diferencia cultural entre el May Flower y la Santa María, la Niña y la Pinta pretende explicar la diferencia institucional y consecuentemente política entre Estados Unidos y América Latina. En otras palabras parecería que ante esta estructura analítica la cultura determina la institucionalidad, y ésta el éxito político de la libertad.
Me niego a aceptar tal juicio que nos deja inermes ante el futuro. Yo soy un optimista protagórico, y por tanto espero que siguiendo las lecciones de David Hume aprendamos el camino histórico de la justicia. Esta fue un aprendizaje de la historia y como bien señalaba Hume: “La naturaleza humana es inmutable, si queremos cambiar los comportamientos tenemos que cambiar las circunstancias”. Siguiendo este principio fundamental que parte de que la naturaleza humana no difiere por razones de raza o clima, me voy a referir una vez más a un juicio de Alexis de Tocqueville que considero una explicitación del concepto anterior cuando dice: “Tanto son más fuertes los vicios del sistema, que la virtud de los que lo practican”.
En el juicio anterior se toma conciencia de la universalidad de la naturaleza humana y por tanto que el problema surge del sistema. En consecuencia nos encontramos a través de la historia con los sistemas institucionales que han sido un fracaso permanente. Y en esa categoría no puedo menos que incluir las instituciones socialistas, que precisamente parten de un concepto erróneo de la naturaleza humana. Por supuesto no es que crea que solo el socialismo es un sistema fracasado, como lo muestra hoy la Unión Europea, sino que lamentablemente está de moda ante la demagogia de la búsqueda de la igualdad. Pero antes de seguir adelante permítanme echar un vistazo al diccionario que limpia, fija y da esplendor al idioma, y reconoce que la monarquía así como el feudalismo son instituciones. Entonces se me antoja que el análisis histórico nos revela la institución que le dio luz y libertad a la humanidad que fueran las instituciones liberales.
Entonces siguiendo con las definiciones que limpian, fijan y dan esplendor al idioma nos encontramos con la siguiente: “Cultura-cultivo, culto, homenaje reverente que se tributa a Dios. Resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos”. Ante estas definiciones, creo que nos encontramos inermes ante la posibilidad de una evaluación ético-política. Permítanme entonces recordar que Spengler, que como yo dijera hace poco está de moda, había señalado que la civilización era el anquilosamiento de la cultura. Ante esta patética aseveración, no puedo menos que considerar que Hitler fue el producto de la cultura alemana, que por supuesto se habría anquilosado con la llegada de los tankes Sherman.
Insisto entonces en que la cultura está envuelta en el proceso ideológico y por tanto la ideología es la determinante del sistema. Y así surgió la institución liberal que transformó al mundo, tal como lo describe Alexander Bernstein en su “The Birth of Plenty” (El Nacimiento de la Abundancia). O sea la ideología del liberalismo, que reconoció los derechos individuales y los límites al poder político, como reconocimiento explícito de la naturaleza humana y fue el origen de la institución que permitió la libertad y su consecuencia, la abundancia por primera vez en la historia.
Me voy a permitir entonces señalar en primer lugar que cuando se habla de institucionalidad en términos genéricos nos encontramos ante un equívoco histórico. Lo importante es reconocer la institución que determinó la libertad, que fue el liberalismo, que en Estados Unidos se reconoce como el Rule of Law. En segundo término debo concluir que no es la cultura la que determina el sistema (la institución) sino éste el que determina la cultura, entendiendo por tal los comportamientos individuales y sociales.
Por último debo señalar que de haber sido la cultura de los pilgrims la determinante del sistema del Rule of Law, la función de los founding fathers habría sido irrelevante e innecesaria. Vale recordar al respecto las palabras de Hamilton: “Podemos decir con propiedad que hemos alcanzado la última etapa de humillación nacional. Hay escasamente algo que pueda herir el orgullo, o degradar el carácter de una nación independiente que no experimentemos”. Otro ejemplo histórico ilustrativo al respecto fue la Argentina de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, que como reconociera recientemente Mario Vargas Llosa se adelantó a Europa. Cuando la ideología comenzó a desconocer los principios determinantes del sistema que la llevó a los primeros planos internacionales, se desarrolló la cultura que pretende explicar el origen de las diferencias políticas con Estados Unidos.

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