08 agosto, 2012

Manotazo a la maestra


Raymundo riva Palacio

La designación de Manlio Fabio Beltrones como coordinador de la fracción del PRI en la Cámara de Diputados, fue vista en la República de las Opiniones como una profecía autorrealizable. La realidad sin embargo es distinta, y estuvo en riesgo durante las últimas semanas de no concretarse por la presión de la maestra Elba Esther Gordillo, cabeza informal de Nueva Alianza y aliada táctica de Enrique Peña Nieto, que lo había vetado. De no consumarse, ponía en peligro la mayoría natural que buscaba el PRI en el Congreso.

 
La coordinación parlamentaria no estaba acordada entre Peña Nieto y Beltrones, como se especulaba en la prensa. Aun así, tras la elección presidencial, al no lograr el PRI la mayoría absoluta en las cámaras, la posibilidad de que se confirmara su llegada a la coordinación parecía un mero trámite.


Pero, la maestra, enfrentada con Beltrones desde 2003 y 2004, cuando Gordillo era la coordinadora del PRI en el Congreso y ayudó el ex presidente Vicente Fox a sacar sus iniciativas económicas, se opuso. El choque fue tan fuerte que cuando se filtraron a la prensa fotografías de ella en el interior de su casa, sugirió que Beltrones la espiaba.


Gordillo fue removida del cargo -por intrigas de otro diputado, el mexiquense Emilio Chuayfett-, pero el conflicto se mantuvo. Aunque se volvieron a encontrar en un marco de civilidad política, la praxis era distinta.
 
Los resultados de la elección no le alcanzaban al PRI para lograr la mayoría, ni siquiera con sus aliados electorales del Partido Verde. Con los 10 escaños de Nueva Alianza llegaban a 251 diputados, que sería la mitad más uno, suficientes para las votaciones simples de reformas no constitucionales. Si los quería el PRI, Beltrones no podría ser coordinador.


En el entorno de Peña Nieto lo comenzaron a enfriar, y Beltrones hizo saber que si no llegaba, pediría licencia y dejaría un sustituto. Eso no bastaba. En el equipo de Peña Nieto querían la mayoría a costa de lo que fuera. Beltrones replicó.
 
De acuerdo con personas que conocen a fondo la negociación, le dijo a Peña Nieto que no se trataba de alcanzar la mayoría sino de reconocer que era la principal minoría. El lenguaje era importante, como probó el error de la ex líder del PRI, Beatriz Paredes, y el coordinador en San Lázaro, Francisco Rojas, en 2009, al declararse mayoría sin tener 251 diputados suyos, que provocó la alianza entre el PAN y el PRD que paralizó a la Cámara. El error era un problema cultural que los priistas no han terminado de procesar.
 
En 1988, la victoria de Carlos Salinas en la Presidencia se complicó porque no alcanzó 51% del voto, que fue tratado de alcanzar en negociaciones políticas por su entonces operador primo, Manuel Camacho con la izquierda.


En 1997, cuando el PRI perdió por primera vez la mayoría en el Congreso, el ex presidente Ernesto Zedillo instruyó al secretario de Gobernación, Chuayfett a impedir la instalación de la Cámara, un sabotaje operado por los hoy lopezobradoristas Ricardo Monreal y Arturo Núñez.


Ese frustrado golpe de Estado técnico fue echado en cara por el diputado del PRD, Porfirio Muñoz Ledo, quien al responder el III Informe de Zedillo, retomó la frase con la que se hacía jurar a los monarcas de Aragón antes de convertirse en reyes: “Nosotros, que cada uno somos tanto como voz, y todos juntos somos más que vos”.
 
Las conversaciones de Beltrones con Peña Nieto versaron sobre ese cambio de actitud cultural, reconocer lo obvio, que no son mayoría, y que era mejor negociar con los grandes partidos -PRD y PAN- que con pequeños como Nueva Alianza, porque con los primeros se podrían tener coincidencias y aprobar reformas de una manera menos costosa, que comprar con privilegios 10 votos serían muy onerosos y, finalmente, como en 1988, tampoco les garantizaría un tránsito parlamentario fácil.
 
La designación de Beltrones, cuya negociación terminó hace tres semanas, corrobora que los argumentos convencieron a Peña Nieto, quien ya se lo dijo a la maestra Gordillo, en su primera derrota estratégica de darle un peso a sus votos de una manera superlativa, como tantas veces lo hizo en el pasado. Falta aún, la contrarréplica de la maestra.

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