Martín Moreno
“Hay Presidente electo: Enrique Peña Nieto”, adelantó ayer el magistrado Salvador Nava.
Peña Nieto ganó la Presidencia porque obtuvo más votos que López Obrador y que Vázquez Mota. Así de sencillo, aun bajo la percepción de que la elección fue más comprada que ganada. Pero esta tesis quedó, desde anoche, archivada con el fallo del Tribunal Electoral.
La pregunta, ahora, es: ¿Peña Nieto será el Presidente que necesita el país?
La respuesta la tendremos más pronto de lo que imaginamos. Al personal estilo de gobernar del priista, se añadirá el equipo que le ayudará a gobernar; las alianzas políticas que, de entrada, por naturaleza ideológica y, sobre todo, por rencores histórico-electorales, se antojarían más realizarlas con el PAN que con el PRD. En la Cámara de Diputados, el priismo no alcanza la mayoría por sí solo, pero estaría muy cerca con el apoyo del Partido Verde y del Panal.
¿Qué hará Peña Nieto: caer en esa frase comodina de lograr las reformas posibles, mas no las deseables?
¿Qué hará Peña Nieto: seguir combatiendo al crimen organizado a balazos, cambiar de estrategia o pactar con el narco?
¿Qué hará Peña Nieto con los Yarrington, Moreira, Montiel, Ulises Ruiz, Fidel Herrera, Eugenio Hernánez, Mario Marín y compañía: aplicarles la ley o cerrar los ojos ante las evidentes e innegables ligas con narcotráfico, corrupción, enriquecimiento y abuso de poder? ¿Qué hará Peña Nieto con la economía: desburocratizarla y volverla competitiva —la clave del crecimiento—, productiva y sin crisis o, al tradicional estilo del PRI, dentro de seis años estaremos lamentándonos con otra catástrofe económica en la que millones de mexicanos pierdan casas, empresas, autos, bienes o empleos, como ocurrió con las tragedias financieras de López Portillo y de Salinas de Gortari?
¿Qué hará Peña Nieto con los rivales políticos (AMLO, #YoSoy132, legisladores, gobernadores y millones de mexicanos antiPeña: desaparecerlos o acribillarlos —a la manera del diazordacismo, echeverrismo y salinismo— o sumarlos a sus decisiones? ¿Qué hará Peña Nieto con Elba Esther Gordillo: desterrarla como requisito obligado e indispensable para intentar sacar del abismo a la mediocre educación básica o pagarle el favor electoral y, como ocurrió con Calderón, la dictadora sindical se empodere todavía más en el próximo sexenio? ¿Qué hará Peña Nieto con la pobreza: podremos hablar de un “milagro mexicano” como ocurrió con el “milagro brasileño”, donde más de 20 millones salieron de la franja de la pobreza extrema en los últimos años gracias a una atinada política de los gobiernos socialdemócratas de Cardoso, Lula y ahora Rousseff, o su gobierno será un simple administrador de esa pobreza y de sus dolorosas estadísticas?
¿Qué hará Peña Nieto con el desempleo: será capaz de generar el millón de plazas anuales que se necesitan para responder a legiones de titulados que hoy se frustran al salir de las universidades por carencia de trabajo o seguiremos bajo la resignación de ver cada vez más vendedores ambulantes y menos profesionistas?
¿Qué hará Peña Nieto con sus parientes, amigos y cercanos: habrá manos libres para despacharse del erario, con favores especiales o un nuevo hermano(a) incómodo(a) o cuidará que quienes lo rodean no se llenen los bolsillos con dinero mal habido? ¿Qué hará Peña Nieto con su personal estilo de gobernar: transformará al tradicional priismo no diseñado para la democracia o promoverá una reforma a fondo en su desempeño político, de cara a los nuevos tiempos?
¿Qué hará Peña Nieto: un gobierno democrático o un gobierno autoritario?
Muy pronto lo sabremos.
De momento, viene la tormenta por el fallo del TEPJF. Los gritos. Las protestas. La estridencia. Y guste o no, toda protesta cabe dentro de una democracia. Ni nos asustemos ni nos persignemos hipócritamente cuando veamos marchas o bloqueos. Es la víspera del trueno, retomando el título de uno de los libros del maestro Luis Spota.
A final de cuentas, quienes protestan no son el problema. Lo que hunde a México son conflictos más de fondo, y de los cuales ya nos hemos ocupado en esta columna.
A ver de qué está hecho el presidente Peña Nieto.
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