Jorge Zepeda Patterson
Peña Nieto ha dicho que gobernará para todos
los mexicanos, sin distingos de posición o ideología. Eso está por verse. Pero
por lo pronto lo que está claro es que gobernará para los priístas, sin
exclusión de fracciones o regiones. El mensaje al designar su equipo de
transición es que Los Pinos no va a ser asaltado por el grupo Atlacomulco, sino
por un partido, un partido llamado peñanietismo.
La buena noticia es que no nos gobernará una
facción política del Estado de México. La mala es que tampoco lo hará una
selección de los mejores hombres del país. No hay una convocatoria a líderes de
la sociedad civil, sino a cuadros del partido, su partido. El poder será para el PRI y punto.
O mejor dicho, para los leales a Peña Nieto y Videgaray.
Por lo menos eso es lo que deja adivinar la
lista 45 personas dadas conocer este martes como el equipo de transición del
presidente electo.
Ciertamente reserva las dos posiciones
centrales para sus dos alfiles: Luis Videgaray Caso y Miguel Ángel Osorio
Chong, a cargo respectivamente de las dos únicas coordinaciones (Transición
Gubernamental y Política y Seguridad, respectivamente).
El primero ha sido su asesor de cabecera
desde que llegó como consultor –de parte de Pedro Aspe– para sanear las
finanzas del Estado de México hace cinco años; y el segundo, ex mandatario de
Hidalgo, fue pieza fundamental en el reclutamiento de gobernadores para lograr
el apoyo a la candidatura de Peña Nieto a la presidencia por parte del PRI.
Se da por descontado que Osorio Chong será
el próximo secretario de Gobernación y Videgaray será… lo que él quiera. Es sin
duda el hombre con mayor poder e influencia en el equipo de Peña Nieto. Se
especula que Videgaray podría ocupar una especie de vicepresidencia ejecutiva
en Los Pinos, mezcla de lo que fue Camilo Mouriño y Córdoba Montoya. Pero
también podría ocupar la Secretaría de Hacienda si no encuentran al candidato
idóneo.
También es cierto que las cinco siguientes
posiciones, las vice coordinaciones, están destinadas a cuadros de confianza de
Peña Nieto. Por ejemplo, Enrique Miranda Nava, ex presidente municipal de
Toluca y montielista de origen. O la propia Rosario Robles que si bien procede
del PRD, se acercó directamente a Enrique Peña Nieto para afiliarse al PRI.
O Idelfonso Guajardo Villareal (economista y
ex diputado, responsable desde hace tiempo en promover las relaciones del ahora
presidente con los empresarios). Y el joven Emilio Lozoya Austin, economista
responsable del sector externo, traído al equipo por Videgaray y también
cercano a Pedro Aspe.
Un caso similar es el de Carlos Ramírez
Marín, quien de ser un cuadro cercano a Beatriz Paredes al quedar huérfano con
la caída de la poderosa tlaxcalteca ha sido adoptado por el equipo del
presidente electo. En suma, las siete primeras posiciones son cuadros políticos
que no tienen otro padrino que la dupla Peña Nieto-Videgaray.
El resto del equipo es de chile, de dulce y manteca,
pero la abrumadora mayoría son tricolores. La mitad de este equipo ha venido
trabajando con Peña Nieto desde el Edomex o forman parte de los economistas
incorporados por Videgaray. Pero la otra mitad representan el esfuerzo del presidente
electo por incorporar prácticamente a todas las corrientes priístas en una
especie de casting para la formación del futuro gabinete.
Desde el hijo y la sobrina de ex presidentes
(Enrique de la Madrid Cordero y Claudia Ruiz Massieu Salinas); hasta cuadros
cercanos a la cúpula política como Manlio Fabio Beltrones (Felipe Solís Acero),
Elba Esther Gordillo (Roberto Campa) o Pedro Joaquín Coldwell (Carlos Manuel
Joaquín González). Hijos de ex gobernadores como Alejandro Murat Hinojosa
(quien ya colaboraba en el Edomex). O Alma Carolina Viggiano esposa del
gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, y cercana a Osorio Chong. Están
representadas regiones del territorio como el noroeste con Paloma Guillén
Vicente (hermana del Subcomandante Marcos); del occidente como la jalisciense
María Esther Sherman Leaño; o Sonora con Ernesto de Lucas Hopkins.
En suma, una astuta estrategia política. No pierde el control del equipo de
transición, pero tampoco lo cierra al resto de los priístas. Hace
un guiño a todos sus correligionarios pero concede muy poco.
Suma pero sin poner nada en riesgo.
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