José Cárdenas
Algunos dirán que el Presidente envió al Congreso las iniciativas preferentes de reforma laboral y transparencia de común acuerdo con su sucesor. Otros, que Felipe Calderón está dispuesto a cargar con el desgaste que provoquen ambas discusiones… o que simplemente le está midiendo el agua a los camotes, antes de que el próximo inquilino de Los Pinos le entre en serio al tema.
La jugada se percibe como una carambola de tres bandas.
Con la decisión de estrenar la reforma política y la figura de la iniciativa preferente, el Presidente se le atraviesa a Peña Nieto. Si el Presidente electo quiere o tiene prisa, deberá esperar para poder enviar al Congreso sus propias iniciativas preferentes.
Pero lo más importante radica en la naturaleza de las propuestas calderonistas. Tanto la reforma a la Ley Federal del Trabajo como la reforma a la Ley Federal de Contabilidad Gubernamental también han sido señaladas como prioritarias por el Presidente electo.
Pero una cosa es el discurso… y otra la realidad.
Una nueva ley laboral es impostergable, pero en su momento no resultaba rentable para las aspiraciones de Peña Nieto. Venían las elecciones en el Estado de México y le daba miedo que López Obrador y su Morena le tomaran las calles… y le ensuciaran el proceso. Entonces pospuso el interés nacional para privilegiar el suyo. Con apoyo de sus leales en la Cámara de Diputados, el mexiquense bloqueó la propuesta del gobierno panista… antes que perder el apoyo del sector obrero priista.
Una vez librado con éxito el proceso electoral veremos de qué están hechos el futuro mandatario y su partido. Con el poder en la bolsa ya no hay pretexto para atorar, otra vez, la reforma… a menos que las fuerzas vivas del PRI se opongan.
La iniciativa de transparencia gubernamental también hace pronosticar un choque de trenes. En el año 2000 nadie se benefició más con la caída del PRI que los gobernadores de ese partido. En la orfandad del yugo presidencial, los nuevos virreyes se transformaron en reyes, sin contrapesos que los obligaran a rendir cuentas. Proponerles entrar ahora en el juego de la transparencia equivale a acotarles poder y privilegios.
Es cierto, las iniciativas son obra del presidente Felipe Calderón, pero obligarán al PRI y a Peña Nieto a demostrar congruencia, ahora que se cierra otro ciclo de la alternancia.
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