Jorge Fernández Menéndez
Dicen que el arte de la política
pasa, en muchas ocasiones, por engañar con la verdad. El equipo de
transición no es, nunca lo es, un reflejo directo del próximo gabinete
presidencial. Lo recordó Enrique Peña Nieto el lunes
cuando dio a conocer el casi medio centenar de nombramientos de los
hombres y las mujeres que participarán en el proceso de transición entre
las dos administraciones, como una forma de bajar expectativas entre
los integrantes y entre la clase política.
Pero tampoco nos engañemos: la forma y el fondo de la convocatoria muestra también estilos, definiciones y comienza a mostrar la forma de gobernar que tendrá Peña Nieto. Por supuesto que falta mucho y puede haber cambios en estos tres meses, pero el Presidente electo, al igual que lo hizo durante su gestión en el Estado de México y en la campaña, gobernará con los suyos, con la gente de su confianza. En la gubernatura y después en la campaña Peña Nieto distribuyó posiciones entre muchos políticos, entre distintos grupos, buscando equilibrios y también compromisos. Pero en su círculo personal siempre trabajó con un puñado de colaboradores que, en forma abierta o privada, han estado a su lado a lo largo de estos años. Y son los que seguirán ahora, por lo menos en la transición, pero seguramente también después, junto a él.
Pero más allá de analizar cargo por cargo a los 45 integrantes del equipo habría que ver qué pistas para el futuro se pueden sacar de este diseño.
La primera sería que se vislumbra que el regreso de la Secretaría de la Presidencia, con mucho mayores atribuciones que la actual Oficina de Los Pinos, sería una realidad y que Luis Videgaray se sentaría en ella. El coordinador de la campaña presidencial no irá a Hacienda o a una posición más acotada. Si fuera así, desde esa posición en Los Pinos se coordinarían las distintas instancias de gobierno, no en forma implícita, como ha ocurrido con distintos personajes en los últimos sexenios, sino con un claro mandato institucional.
También llama la atención que el segundo hombre de confianza de Peña Nieto, Miguel Ángel Osorio, tenga la responsabilidad de gobierno y justicia. Lo interesante es ver si ello implica que se vuelvan a concentrar las áreas de seguridad pública e inteligencia bajo un mismo paraguas institucional, que en el pasado fue la Secretaría de Gobernación y que podría convertirse en una suerte de ministerio o secretaría del interior, que sería un paso lógico en la dinámica que le quiere imponer Peña Nieto a los acuerdos políticos que se deben reflejar en el ámbito de la seguridad.
Llamó mucho la atención que Rosario Robles quedara como responsable de Desarrollo Social. No debería asombrarnos demasiado. Rosario dejó el PRD hace ocho años en medio de una feroz persecución política (teñida de profunda misoginia), pero se olvida que fue una muy popular jefa de Gobierno y que le tocó implementar muchos de los programas sociales que después utilizaron sus sucesores, sobre todo López Obrador. Desde hace tiempo, mucho antes de la campaña, estaba trabajando con Peña Nieto. Y se ganó su confianza. Más allá de eso, hay que recordar que, por ejemplo, durante la administración de Salinas, Solidaridad, con otro político que tenía raíces en la izquierda, como Carlos Rojas, trató de ser, y en muy buena medida lo logró, un movimiento político que marchaba junto al gobierno, pero que se ubicaba más a la izquierda y equilibraba las políticas económicas, como el TLC y la apertura de los mercados que eran impulsados a nivel federal.
En Solidaridad terminaron trabajando innumerables hombres y mujeres progresistas que no tenían un referente partidario. Hoy Peña tiene en torno suyo a muchos personajes similares, desde Rosario hasta Ramón Sosamontes, René Arce, Ruth Zavaleta y muchos otros.
¿A usted le parecía muy descabellado que en la articulación de la política social, cuando se tendrán que hacer ajustes fiscales, reconfigurar el área energética, reformar el mercado laboral, se le encargue a muchos de esos personajes que vienen de la izquierda el crear a través de la política social una suerte de movimiento que tenga autonomía respecto al PRI?
Eso se hizo con Solidaridad. Y no fue distinto lo que se hizo en el pasado reciente, por ejemplo, en Chiapas en relación con el zapatismo. Y eso es lo que explicaría la presencia de una mujer con el perfil de Rosario Robles en Desarrollo Social.
¿Le resultaría difícil de imaginar una administración de Peña con una Secretaría de la Presidencia muy fuerte, que coordinaría todo el gabinete, pero sobre todo las áreas económicas y financieras?, ¿con una secretaría del interior que se encargaría de la gobernabilidad, incluida en ésta la seguridad pública?, ¿con una rama social que buscaría impulsar programas que al mismo tiempo amplíen la base social y política del gobierno más allá del PRI?
A mí me parece que por allí irán las cosas.
Pero tampoco nos engañemos: la forma y el fondo de la convocatoria muestra también estilos, definiciones y comienza a mostrar la forma de gobernar que tendrá Peña Nieto. Por supuesto que falta mucho y puede haber cambios en estos tres meses, pero el Presidente electo, al igual que lo hizo durante su gestión en el Estado de México y en la campaña, gobernará con los suyos, con la gente de su confianza. En la gubernatura y después en la campaña Peña Nieto distribuyó posiciones entre muchos políticos, entre distintos grupos, buscando equilibrios y también compromisos. Pero en su círculo personal siempre trabajó con un puñado de colaboradores que, en forma abierta o privada, han estado a su lado a lo largo de estos años. Y son los que seguirán ahora, por lo menos en la transición, pero seguramente también después, junto a él.
Pero más allá de analizar cargo por cargo a los 45 integrantes del equipo habría que ver qué pistas para el futuro se pueden sacar de este diseño.
La primera sería que se vislumbra que el regreso de la Secretaría de la Presidencia, con mucho mayores atribuciones que la actual Oficina de Los Pinos, sería una realidad y que Luis Videgaray se sentaría en ella. El coordinador de la campaña presidencial no irá a Hacienda o a una posición más acotada. Si fuera así, desde esa posición en Los Pinos se coordinarían las distintas instancias de gobierno, no en forma implícita, como ha ocurrido con distintos personajes en los últimos sexenios, sino con un claro mandato institucional.
También llama la atención que el segundo hombre de confianza de Peña Nieto, Miguel Ángel Osorio, tenga la responsabilidad de gobierno y justicia. Lo interesante es ver si ello implica que se vuelvan a concentrar las áreas de seguridad pública e inteligencia bajo un mismo paraguas institucional, que en el pasado fue la Secretaría de Gobernación y que podría convertirse en una suerte de ministerio o secretaría del interior, que sería un paso lógico en la dinámica que le quiere imponer Peña Nieto a los acuerdos políticos que se deben reflejar en el ámbito de la seguridad.
Llamó mucho la atención que Rosario Robles quedara como responsable de Desarrollo Social. No debería asombrarnos demasiado. Rosario dejó el PRD hace ocho años en medio de una feroz persecución política (teñida de profunda misoginia), pero se olvida que fue una muy popular jefa de Gobierno y que le tocó implementar muchos de los programas sociales que después utilizaron sus sucesores, sobre todo López Obrador. Desde hace tiempo, mucho antes de la campaña, estaba trabajando con Peña Nieto. Y se ganó su confianza. Más allá de eso, hay que recordar que, por ejemplo, durante la administración de Salinas, Solidaridad, con otro político que tenía raíces en la izquierda, como Carlos Rojas, trató de ser, y en muy buena medida lo logró, un movimiento político que marchaba junto al gobierno, pero que se ubicaba más a la izquierda y equilibraba las políticas económicas, como el TLC y la apertura de los mercados que eran impulsados a nivel federal.
En Solidaridad terminaron trabajando innumerables hombres y mujeres progresistas que no tenían un referente partidario. Hoy Peña tiene en torno suyo a muchos personajes similares, desde Rosario hasta Ramón Sosamontes, René Arce, Ruth Zavaleta y muchos otros.
¿A usted le parecía muy descabellado que en la articulación de la política social, cuando se tendrán que hacer ajustes fiscales, reconfigurar el área energética, reformar el mercado laboral, se le encargue a muchos de esos personajes que vienen de la izquierda el crear a través de la política social una suerte de movimiento que tenga autonomía respecto al PRI?
Eso se hizo con Solidaridad. Y no fue distinto lo que se hizo en el pasado reciente, por ejemplo, en Chiapas en relación con el zapatismo. Y eso es lo que explicaría la presencia de una mujer con el perfil de Rosario Robles en Desarrollo Social.
¿Le resultaría difícil de imaginar una administración de Peña con una Secretaría de la Presidencia muy fuerte, que coordinaría todo el gabinete, pero sobre todo las áreas económicas y financieras?, ¿con una secretaría del interior que se encargaría de la gobernabilidad, incluida en ésta la seguridad pública?, ¿con una rama social que buscaría impulsar programas que al mismo tiempo amplíen la base social y política del gobierno más allá del PRI?
A mí me parece que por allí irán las cosas.
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