10 septiembre, 2012

Julián Castro, Marco Rubio y el Sueño Americano

David Azerrad



Un joven y carismático político hispano pronunció este martes uno de los mejores discursos sobre el Sueño Americano que se recuerde. Acertó de pleno al rememorar la historia de cómo salió su familia de la pobreza. Describió Estados Unidos como “la tierra de las oportunidades”, alabó el trabajo duro, recalcó la importancia de salir adelante sin ayuda y celebró el éxito individual. Finalmente, concluyó invocando a la “sabiduría de nuestros fundadores y los valores de la familia”.
Pero ¿qué hacía Marco Rubio pronunciando ayer un discurso de apertura televisado para toda la nación?
Pues bien, no se trataba de Rubio, sino más bien de Julián Castro, alcalde de San Antonio, Texas, y figura emergente dentro del Partido Demócrata.

La conmovedora historia personal y toda la charla sobre la oportunidad, la prosperidad y el trabajo duro fueron una brillante puesta en escena de uno de los más viejos trucos retóricos de la izquierda: presentar el estatismo y el paternalismo gubernamental bajo la apariencia de los ideales americanos tradicionales. Quizás en el magnífico discurso de Castro hubiera la cantidad justa del auténtico Sueño Americano para que Ud. no se diese cuenta de que en realidad él estaba ofreciendo un sueño muy diferente: un sueño progresista en el que el gobierno se muestra omnipresente en cada paso del camino, socavando lentamente nuestro espíritu de autosuficiencia y transformando a los americanos en un rebaño de criaturas tímidas y envidiosas que recurren a la ayuda del Estado omnipotente.
Para la izquierda, el gasto gubernamental para “estimular la economía” y los derechos a beneficios durante toda la vida son los que hacen posible el Sueño Americano. De ahí la frase de Castro de que debemos “invertir en las oportunidades de hoy para la prosperidad del mañana”. Los rescates financieros a la industria del automóvil, los estímulos económicos, Obamacare, la orgía de gasto de la que hemos sido testigos en años recientes…todos son casos de “invertir” en las oportunidades. Para la izquierda, los mercados libres no crean las oportunidades, eso lo hace el gasto del gobierno.
En este sueño no aparece ni siquiera el más mínimo reconocimiento de cómo todo ese gasto y esa burocracia realmente restringen las oportunidades, cargando a la próxima generación con un nivel de deuda desmesurado ($16 billones hasta ayer), sumergiendo a las empresas creadoras de empleo bajo una marea de regulaciones y fomentando el capitalismo clientelista así como manipulando las reglas para beneficiar a los poderosos que tienen contactos influyentes.
A pesar de las superficiales referencias de Castro al trabajo y la familia, este nuevo sueño también ignora el profundo daño causado por el Estado del Bienestar a los verdaderos pilares del Sueño Americano. Lejos de cumplir sus promesas de erradicar la pobreza y crear oportunidades, el estado del bienestar en realidad atrapa a la gente en la pobreza al socavar a la familia y desmotivar para el trabajo.
Para convencer a los americanos de que refrenden su petición de “invertir en las oportunidades”, Castro se aseguró de describir la alternativa, usando auténticos términos de hombre de paja, como un salvaje oeste cercano a la anarquía donde cada hombre, mujer y niño sólo se preocupa de sí mismo:
De todas las ficciones que oímos la semana pasada en Tampa, la que encuentro más problemática es la siguiente: Si todos vamos únicamente por nuestro camino, eso hará que nuestra nación sea más fuerte. Porque si cortamos los hilos que nos conectan, las únicas personas que llegarán lejos son aquellas que ya están por delante.
De hecho, esta es la gran ficción de la izquierda: la elección maniquea entre un mundo en el que todos estamos completamente abandonados a nuestra suerte y otro basado en la fraternidad vía el gobierno. Al enfrentarse a una alternativa tan dura, ¿quién salvo el más rudo de los Ron Swanson del mundo se atrevería a oponerse al benevolente Estado niñera?
Por supuesto, la oposición conservadora al gobierno omnipresente en realidad va de la mano de una firme defensa de la sociedad civil. Entre el individuo y el Estado se encuentra el vibrante reino de la sociedad civil en el que los americanos se unen y forman incontables asociaciones, desde las familias y las iglesias a los Clubes Rotarios. Al tratar de ponerle freno al progresismo sin límites, los conservadores quieren fortalecer los auténticos y fuertes lazos que nos vinculan a los unos con los otros y cortar los frágiles lazos de la dependencia del gobierno.
Cuando dependemos del gobierno, no dependemos unos de otros. Y cualquier sueño que trate de sustituir el esfuerzo individual y la interdependencia civil por la dependencia colectiva del gobierno no es el Sueño Americano. Y lo que es peor, al erosionar el gran espíritu americano de la autosuficiencia, se amenaza con convertir el Sueño Americano en un recuerdo lejano.

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