05 septiembre, 2012

Los zigzagueos dialécticos de Hugo Chávez

Los zigzagueos dialécticos de Hugo Chávez

Chavez-oilPor Hugo Saguier Guanes
El señor Hugo Chávez, dando un giro inesperado de ciento ochenta grados, aseguró hace unas semanas “que está dispuesto a trabajar con los Estados Unidos de América, invitando al imperio a traer sus inversiones y tecnologías para impulsar el desarrollo y crecimiento de Venezuela”.
Aun más, hizo una alabanza ritual rayana en la adoración mística a la Chevron-Texaco y a otras empresas norteamericanas, con las cuales dijo “trabajamos de maravilla”, agregando “que su gobierno colaboraría junto con los EE.UU. así como lo hace con Irán, Cuba y otros para forjar la paz del mundo y salir del atraso, la miseria y la pobreza”.
“Conviene también para el mundo entero que Venezuela y Norteamérica puedan ayudarse mutuamente”, puntualizó Chávez.

Este zigzagueo ideológico y diplomático revela una inestabilidad galopante y constituye una desconcertante conducta bipolar que no soporta el más mínimo análisis racional y lógico.
En este sentido, hay que recordar que el señor Dietrich, otrora asesor del sanguinario tirano de la Alemania Oriental, Erich Honecker, había manifestado en un pasado no lejano las incoherencias ideológicas de Hugo Chávez, lo que motivó su alejamiento como asesor del circulo áulico del caribeño comandante, que ha tenido la osadía de adoptar el culto a la personalidad del fascismo más recalcitrante, apostasía del marxismo ortodoxo, aplicando al mismo tiempo el manual de Antonio Gramsci, para dar a entender que es el “reformador y el nuevo profeta” de un socialismo con cara humana, algo distinto al materialismo dialéctico ateo del redactor del manifiesto comunista de 1848.
Y haciendo gala de un pragmatismo inaudito y procaz, ordena la venta de más de un millón de barriles de petróleo por día al “gran satán, expoliador y explotador de los pueblos marginados de la Tierra”, tratando de poner hoy la imagen de Bush, supuestamente accionista de la Texaco en el mismo pedestal que Bolívar, aquel libertador que fuera vilipendiado y denostado inmisericordemente por Carlos Marx.
Chávez ha blanqueado la imagen de los EE.UU. con el poco disimulado arte de una alquimia política cínica y oportunista, aceptándolos hoy como adorables, sublimes e inofensivos interlocutores, “con los cuales se puede trabajar con absoluta confianza por la paz, la armonía y la estabilidad mundial”.
Ayer nomás Chávez había justificado su desaforado armamentismo aduciendo que el “imperio” tenía la intención de desestabilizar su régimen, propiciando inclusive una invasión al país caribeño como la que había acontecido con su malogrado “compinche y hermano ideológico” Muammar Gadafi, para poner en su remplazo a un títere monigote que, según Chávez, se movería digitado por los hilos imperceptibles del águila imperial, convertido hasta ayer nomás en chivo expiatorio de todos los pecados de Venezuela, y hoy en benefactor del país bolivariano.
El Presidente de Venezuela ha afirmado hoy que de los comicios presidenciales del próximo 7 de octubre en los que aspira a su tercera reelección consecutiva depende “en buena manera el futuro de la humanidad”.
“Es una batalla entre la bestia capitalista y el proyecto humano, el proyecto socialista, la esperanza de la especie humana”.
Chávez, con este discurso vuelve a las andanzas de una confrontación dialéctica maniqueísta conformada por los extremos irreconciliables, pero que de tanto en tanto, el líder bolivariano los hace asimilables y concordantes, de acuerdo a las circunstancias oportunistas del momento.

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