02 octubre, 2012

Aplauso a la nueva institución de la iniciativa presidencial preferente

Leo Zuckermann

Cuando los políticos hacen algo bueno, hay que reconocerlo y aplaudirlo. Es el caso de la reforma constitucional que permitió la iniciativa preferente del Ejecutivo. Esta fue la primera vez que se usó y demostró sus beneficios.
En la última reforma política, decretada en agosto, quedó el siguiente ordenamiento en el artículo 71 de la Constitución: “El día de la apertura de cada periodo ordinario de sesiones [del Congreso] el Presidente de la República podrá presentar hasta dos iniciativas para trámite preferente, o señalar con tal carácter hasta dos que hubiere presentado en periodos anteriores, cuando estén pendientes de dictamen. Cada iniciativa deberá ser discutida y votada por el pleno de la Cámara de su origen en un plazo máximo de treinta días naturales. Si no fuere así, la iniciativa, en sus términos y sin mayor trámite, será el primer asunto que deberá ser discutido y votado en la siguiente sesión del pleno. En caso de ser aprobado o modificado por la Cámara de su origen, el respectivo proyecto de ley o decreto pasará de inmediato a la Cámara revisora, la cual deberá discutirlo y votarlo en el mismo plazo y bajo las condiciones antes señaladas”. El texto agrega que dicho ordenamiento no puede utilizarse para reformas a la Constitución.


Se trata de un instrumento que le da poder al Presidente frente a un Congreso que, antes, podía hacer lo que le viniera en gana con las iniciativas legislativas que enviaba el Ejecutivo. Los legisladores no tenían la obligación de dictaminarlas en comisiones, mucho menos pasarlas al pleno para su votación. Ahora es distinto. Por lo menos dos iniciativas presidenciales deben ser dictaminadas y votadas en un plazo perentorio de 30 días en cada una de las cámaras.
Calderón entendió el valor de las iniciativas preferentes e inmediatamente las aprovechó en el último periodo legislativo que le queda como Presidente. Al Senado envió la Ley de Contabilidad Gubernamental que pasó como mantequilla: con 104 votos a favor, de un total de 128, los senadores modificaron las reglas a fin de estandarizar el uso de los recursos públicos en entidades que antes no estaban obligadas a reportar cómo ejercían el gasto de acuerdo a las prácticas contables del Ejecutivo federal. Dichos estándares de contabilidad ahora aplicarán para el Poder Legislativo federal, los gobiernos estatales, congresos locales, municipios y los organismos autónomos que reciben dinero del erario.
El Presidente envió su segunda iniciativa preferente a la Cámara de Diputados para reformar la Ley Federal del Trabajo. Los legisladores aprobaron lo relacionado con la flexibilización en la contratación y el despido de los trabajadores pero rechazaron los cambios que pretendían una mayor democracia, transparencia y rendición de cuentas en los sindicatos. Lo que salió fue una reforma incompleta, aunque no puede menospreciarse lo aprobado después de varios lustros de intentar sin éxito.
Me gusta la iniciativa presidencial preferente porque, para empezar, pone al Congreso a trabajar de inmediato. En lugar de pasarse el tiempo en grillas pueriles, diputados y senadores tienen que legislar rápido para cumplir con el plazo perentorio de 30 días. Nunca en México habíamos visto cómo entraba una nueva legislatura e, incluso antes de decidir quiénes estarían en las distintas comisiones, ya estaban dictaminando una iniciativa y votándola en el pleno.
Además me gusta la iniciativa preferente porque obliga a los distintos actores políticos a posicionarse. En el caso de la reforma laboral fue claro que el PAN estaba a favor de los cambios económicos y políticos. Que el PRI sólo quería los primeros mas no los segundos. Y la izquierda, ni los unos ni los otros. En este sentido, al margen de la retórica, con sus votos, ya sabemos qué quieren las distintas fuerzas políticas en materia laboral: dónde están parados cada uno de ellos. Antes congelaban las iniciativas para esconder sus posturas. Ahora, por lo menos en las dos preferentes que envía el Presidente, no pueden hacerlo. Siempre quedará el récord de cómo votaron. Los ciudadanos salimos ganando con dicha información.
Hay que aplaudirles a los congresistas de la legislatura pasada que aprobaron la reforma constitucional para darle al Presidente dos iniciativas preferentes cada semestre. Ya se vio que, bien manejadas, tienen muchos beneficios políticos.

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