21 octubre, 2012

El amigo de Fidel. por SALUD HERNÁNDEZ MORA | Bogotá

En 1998, en plena campaña presidencial colombiana, Gabriel García Márquez apareció en un vídeo apoyando al entonces candidato Andrés Pastrana. Prometía trabajar por la educación de su país, «incluso los domingos», aunque vivía en México y no tenía la intención de cambiar de aires. Ganó el líder conservador y el escritor se esfumó. Por alguna razón, siempre ha sentido una extraña fascinación por los poderosos de otros lugares y una lejanía hacia el país que le vio nacer.
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Entre los personajes políticos que admira, Fidel Castro ocupa el lugar más relevante. Su estrecha relación con él, la ceguera frente a la tiranía del comandante, le han granjeado algunas críticas, escasas para el respaldo que siempre ha brindado a ese régimen dictatorial.
Su quizá más enconado y reconocido detractor, el peruano Mario Vargas Llosa, le tildó de «lacayo» de Castro en 1976, después de que el colombiano escribiera, bajo supervisión del dictador cubano, 'Operación Carlota: Cuba en Angola'. Dos años después, según recuerda un excelente ensayo de Enrique Krauze, García Márquez declaró que su adhesión al régimen cubano era similar al catolicismo, «una Comunión con los Santos».


Cuando Fidel cumplió 61 años, quien ya era su íntimo amigo publicó un perfil que refleja con claridad lo que el Premio Nobel siente hacia el déspota. «Da la impresión de que nada le divierte tanto como mostrar su cara verdadera a quienes llegan preparados por la propaganda enemiga para encontrarse con un caudillo bárbaro. Él les canta las verdades, y soporta muy bien que se las canten a él», rezaba uno de los párrafos. «Pero lo más lamentable, tanto para Fidel Castro como para sus oyentes», seguía narrando, «es que aun los periodistas mejores, sobre todo los europeos, no tienen ni siquiera la curiosidad de confrontar sus cuestionarios con la realidad de la calle. Anhelan el trofeo de la entrevista con preguntas que llevan escritas de acuerdo con las obsesiones políticas y los prejuicios culturales de sus países, sin tomarse el trabajo de averiguar por sí mismos cómo es en realidad la Cuba de hoy, cuáles son los sueños y las frustraciones reales de sus gentes: la verdad de sus vidas».
Nacido en Aracataca, un tórrido pueblo al que nunca le ha prestado la menor atención, García Márquez aprovechó su amistad con el líder cubano para realizar, con suma discreción, algunas gestiones políticas y otras de carácter humanitario que le pedían los presidentes colombianos. Casi siempre han estado relacionadas con el conflicto armado que sufre su nación, puesto que la isla fue santuario de las guerrillas, en especial, del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
«La nuestra es una amistad intelectual, cuando estamos juntos hablamos de literatura», decía Gabo en 1981. También de gastronomía, una de las pasiones que comparten, aunque no los gustos. Mientras que al colombiano le fascina el caviar, la Veuve Clicquot o la langosta, que servía de manera generosa en su casona habanera, el comandante prefiere el bacalao y el vino tinto.
Como recuerda Krauze, mientras el escritor, gran sibarita, disfrutaba con sus invitados de sus viandas, el pueblo cubano seguía sometido a la cartilla de racionamiento impuesta desde 1962.
Entre las contribuciones que ha hecho al régimen, al margen de presentar a su líder como un demócrata cualquiera, cabría mencionar dos. Cuando ignoró e, incluso, justificó la ejecución de cuatro ex revolucionarios, uno de ellos, Antonio de la Guardia, íntimo amigo suyo, acusados, como tantos otros opositores, de traición a la patria; y la creación de la Fundación para el Nuevo cine Latinoamericano, una máquina propagandística muy beneficiosa para el régimen.
Por sus aulas han pasado, además de incontables cineastas, intelectuales y estudiantes hispanoamericanos, directores y actores norteamericanos de la talla de Robert Redford, Steven Spielberg o Francis Ford Coppola, lo que le daba a Cuba un revestimiento de país progresista, promotor de la cultura.
Muchos siguen preguntándose por qué Gabo es el único Premio Nobel que ha ignorado los abusos y defendido la causa de Fidel.
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